Murciélago de medianoche

Fragmento 6

🦇 Murciélago de medianoche — Fragmento 6.

Leticia entró a la oficina con pasos más lentos que de costumbre. Llevaba una carpeta, pero no era de trabajo. Sus ojos estaban más abiertos, como si hubiese dormido poco. Se detuvo frente al escritorio de Ariel y lo observó en silencio.

Él tenía la mirada clavada en la pantalla, pero no escribía. Sus dedos estaban quietos. Su respiración, superficial. Como si temiera que el aire lo rompiera por dentro.

—¿Que pasa Leticia?

—Mi hermana me contó algo —dijo Leticia, dejando la carpeta sobre el escritorio con cuidado, como si contuviera algo frágil.

Ariel alzó la vista. Sus ojos estaban apagados, pero atentos.

—¿Algo útil? ¿sobre qué?

Leticia se sentó. Se frotó las manos. El gesto era nervioso, casi infantil. Luego lo miró con una mezcla de compasión y miedo.

—Es de una leyenda. Antigua. De una criatura llamada Nyxara. Una mujer murciélago.

Ariel arqueó una ceja. No dijo nada.

—Dicen que una vez amó a un humano. Pero él la traicionó y la maldijo. Y desde entonces, está condenada. Tiene poderes… puede curar cualquier mal. Pero no puede curarse a sí misma. Así que para mantenerse viva… —Leticia tragó saliva— …cumple deseos. Pero a cambio, consume el alma de quien lo pide, es como un murciélago, bueno ella es uno, así que necesita succionar la sangre de sus presas.

Ariel se inclinó hacia ella. Su rostro no mostraba burla, pero sí incredulidad.

—¿Y qué tiene que ver ese cuento conmigo?

Leticia no se movió. Lo miró con firmeza, aunque sus manos seguían temblando.

—Mi hermana dijo que quienes están bajo el poder de Nyxara… sueñan con murciélagos. Siempre. Es como la marca. El aviso antes de que sea tarde.

Ariel se quedó en silencio. El zumbido en sus oídos volvió. La imagen de los sueños lo golpeó como una ola sucia: alas, rostros, susurros. Todo encajaba. Pero no quería que encajara, no, el no creía en esos cuentos.

—Es solo un mito, lo sabes ¿verdad? —dijo, al fin—. Una historia para asustar niños y nosotros estamos bastante grandes para creer algo así, estoy seguro que el agotamiento se acumuló y eso es lo que me está pasando. Ya verás que dentro de unos días, seré un renovado Ariel.

Leticia se levantó. Se acercó a él. Le tocó el hombro con suavidad. El gesto era íntimo, pero no romántico. Era humano. Era real, ella no quería perderlo.

—No sé si es verdad. Pero tú no eres el mismo. Y si hay una mínima posibilidad de que esto tenga sentido… quiero ayudarte, por favor Ariel.

Ariel bajó la mirada. Por un instante, sintió algo que no esperaba: compasión. No por sí mismo. Por ella. Por Nyxara. Por esa criatura condenada a vivir de lo que otros pierden.

—Si es cierto… —susurró—. Qué injusto.

Leticia lo miró. No entendió del todo. Pero vio algo en sus ojos. Algo que no era miedo. Era conexión.

Y en el rincón más oscuro de la oficina, donde la luz no llegaba, algo se movió.

Como si hubiese escuchado.




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