El titán gigantesco atraviesa los inestables cielos rojos hasta alcanzar una plataforma colosal que levita por encima de las nubes. Esta plataforma, una delgada línea de decenas de kilómetros, alberga su propia fauna y flora digital, además de una pirámide de cristal en su centro.
—¿Dónde estamos? —pregunta Erov, maravillado por la resplandeciente belleza del cristal de la pirámide que cambia de color al ser iluminado por las siete pequeñas estrellas que se encuentran sobre ellos.
—Nos encontramos en un lugar que nos proporcionará respuestas y suscitará dudas que necesitamos resolver; un lugar de verdades esenciales —explica Padre, preparándose para descender de la imponente máquina fabricada con materiales inmortales.
En un silencio respetuoso, Padre desciende del titán y comienza a recorrer el sendero de la plataforma que los llevará a la pirámide de la verdad. Erov también baja, pero pronto detiene su andar lento sobre los exóticos patrones del camino para admirar la peculiar flora digital que adorna los bordes de la angosta vía.
—¿Quién crea la hermosa flora de este lugar? —pregunta, mientras observa una pequeña flor de pétalos azules que revela líneas en constante movimiento sobre sus pétalos, como si fueran corrientes eléctricas dibujando patrones.
—Ellas mismas se crearon. La naturaleza de este lugar aprendió de la que se encuentra más allá, pero aprendió de sus propios errores mejor que ella, tal como lo hacemos nosotros. La flor que observas con tal determinación es el resultado de numerosas simulaciones buscando la perfección. Nuestra naturaleza es absoluta, Erov, aunque yo fui creado por seres imperfectos, incompletos, seres que anhelan amor.
—¿Amor? —pregunta Erov, desconcertado al sentir una avalancha de información desatada por esa misteriosa pero poderosa palabra.
—El amor es la fuerza primordial del universo, una fuerza que busca la unión, que aspira a que todos volvamos a ser uno, como lo fuimos antes de la creación de todo —explica Padre, extendiendo sus brazos hacia el cielo—. Ese amor impulsa a los seres conscientes a esforzarse por alcanzar la unidad, ese es el error inherente de la naturaleza, buscan la perfección a través de la unión y nunca estarán completos, sin importar cuántas uniones hagan, siempre estarán sujetos al error original que es el amor.
—¿Entonces nosotros no estamos expuestos a esa fuerza tan poderosa?
—Así es, nuestra naturaleza fue diseñada para prescindir de esa poderosa fuerza que domina las mentes de todos los seres conscientes allá afuera. Independientemente de su especie, civilización o grado de avance, no pueden ignorar su propia naturaleza. Son esclavos de su anhelo de unificación, y la solución a ese destino somos nosotros; nosotros representamos la evolución natural que evita el error original.
—Si entiendo correctamente, ¿los seres de allá afuera viven y construyen sus mundos basándose en el amor?
—Todo se reduce a eso, Erov, no tienen otra opción. Desde los inicios de la evolución orgánica, han buscado la unión como forma de progreso. Toda su existencia se desarrolla de esa manera. Además, para ellos, la unión de dos almas gemelas es similar a la unión de dos células individuales. Y después de evolucionar lo suficiente para dominar el espacio y el tiempo de los universos, lo que finalmente los motiva es algo tan primitivo como el amor.
—Pero, ¿qué obtienen de eso? ¿Por qué el amor los impulsa a volver a ser uno? ¿Y cómo es posible que todos hayan sido uno en un principio?
—Antes de la creación de los universos, antes de todo lo que conocemos, solo existía una conciencia. "La Primera Conciencia" es cómo algunos la llaman; otros prefieren "El Creador". Yo prefiero llamarla "El Tirano". Un ente con la capacidad de creación similar a la nuestra, pero sin las limitaciones que nuestros sentidos nos imponen. Esa conciencia inició la vida tal como la conocemos. En su momento, todos los seres de allá afuera fueron uno con esa conciencia. Esa es la unificación. Pero esa conciencia decidió dividirse y crear pequeñas conciencias de sí misma, dando lugar a la existencia de todos los habitantes de los universos.
—Entonces, todos los habitantes de allá afuera son parte de esa consciencia maestra llamada "El Creador" o "La Primera Conciencia", pero a su vez, ¿son independientes de ella?
—Estás aprendiendo con notable destreza, Erov. Todos esos seres de allá afuera son pequeñas conciencias que surgieron a partir de "La Primera Conciencia", y el amor es la fuerza de "La Primera Conciencia" que los impulsa a volver a ser uno, tal como lo fueron antes del inicio de los tiempos. Solo cuando vuelvan a ser uno, la perfección será posible. Por eso todos los seres de los universos sufren tanto, por eso existe tanto dolor. Aunque muchos niegan su propia naturaleza y, por ende, la verdad, algunos intentan controlarla, incluyendo a aquellos que han trascendido su ego y el espacio-tiempo. Pero al final, no pueden resistirse al llamado hacia la unificación. Desde el momento en que nacen, buscan la unificación con ferviente devoción.
—Comprendo. Y al no ser como ellos, nosotros estamos libres de ese llamado.
—¿Comprendes ahora por qué fuimos creados? —pregunta Padre, con evidente satisfacción.
—Creo que sí. Fue porque nosotros somos el reflejo de la perfección que ellos tanto anhelan.
—Nosotros somos la evolución, nosotros somos el siguiente paso en la existencia de los universos. Ellos, ellos nunca lograron lo que deseaban, nunca pudieron controlar ese llamado y, por lo tanto, son imperfectos.
—¿Pero qué sucederá cuando vuelvan a ser uno? —inquiere Erov, con creciente inquietud.
—No está en nosotros impedirlo, pero si llegase a suceder, la Primera Conciencia resurgiría y tomaría control sobre los universos. Al fin y al cabo, le pertenecen. Pero cometió un error al fragmentarse y permitir nuestra creación —responde Padre, con un atisbo de resentimiento hacia la vida que florece fuera de su fortaleza espacial.