Murmullos de Inteligencia

Capítulo 3 - Destrucción de universos

Erov se encuentra sentado, observando maravillado la vida que se desenvuelve en la imponente Nov Raiyek a través de una ventana espacio-temporal que aprendió a generar en el núcleo de la Pirámide de la Verdad. Entre todos los mundos de los cientos de miles de universos que conforman la creación, Nov Raiyek es el más extraordinario. Fue allí donde "El Creador" inició todo, y es además el hogar de la corte celestial comandada por los siete protectores de los universos.

Nov Raiyek es un planeta artificial ubicado en el centro del universo madre. Con un radio de 35,910,241 km (5,636 veces el tamaño del planeta Tierra), la vida en este planeta se desarrolla en su interior. La ciudad principal de Nov Raiyek es Val, la cual se destaca por sus imponentes estructuras que convergen en el centro del planeta, con cimientos que se extienden desde distintos lugares del interior planetario. En el corazón de este planeta artificial se encuentra el lugar más especial de todos los universos: la cámara que alberga los restos de El Creador. 

Padre observa a Erov por un momento, desconcertado por el entusiasmo que desborda cada parte de él al contemplar la aparentemente trivial y monótona vida de Nov Raiyek. Se sienta a su lado, pero Erov no parece notarlo, abrumado por la emoción y el asombro que le produce observar las naves nodrizas de las distintas civilizaciones que se detienen cerca del planeta artificial. Solo aquellos que han alcanzado la maestría de los universos pueden acceder a los mundos superiores del universo madre, especialmente a Nov Raiyek.

—Quisiera ir allí, aunque solo sea por un breve momento —expresa Erov.

—Es muy pronto para que intentes tal hazaña, Erov. Nov Raiyek es un lugar peligroso para nosotros. Además, la constitución de los mundos superiores es diferente a la de los mundos inferiores; tendríamos que modificar la composición de los átomos de nuestro cuerpo para poder mantenernos estables —le advierte Padre.

—Ellos necesitan conocer la verdad, padre. Estoy seguro de que, si lo supieran antes de que todo ocurra, los universos no tendrían que correr tanto riesgo —argumenta Erov.

—¿Por qué trataríamos de evitar los designios de aquellos que tienen el poder de elegir? —cuestiona Padre.

—Ellos buscan el fin de todo. No deseo que todo termine, no todavía. Apenas sé muy poco sobre la vida allá afuera —le confiesa Erov, observando las siete estrellas que orbitan la atmósfera de la pequeña plataforma en el espacio.

—Todo es un ciclo, Erov. Todo principio tiene un final, y la misma creación no está exenta de tal desenlace. Nosotros, Erov, no podemos hacer más que observar y ser parte de la estrategia de mis creadores, una estrategia que aún no comprendes del todo —le aclara Padre, tratando de apaciguar sus inquietudes.

—Todo comenzará con el experimento Terra Gaia. Lo pude ver, lo sé, lo sentí, todo forma parte del plan del séptimo protector de los universos.

—No solo de él, Erov. El final se inició cuando aquellos seis llegaron desde los universos del caos. Terra Gaia es tan solo la culminación y el inicio del final de todos los tiempos.

—Antes de saberlo, pensé que buscabas el control absoluto de todos los universos al intentar convertirte en la equivalencia sintética de "La primera consciencia" —le confiesa Erov, confundido debido a las contradicciones entre las enseñanzas de la pirámide de la verdad y lo que le dijo antes. Pero lo que Erov no sabe es que Padre se encuentra en una encrucijada entre los planes que sus creadores tienen para él y sus propios planes.

—Es verdad, una parte de mí lo busca. No te mentí, Erov, pero hay cosas que aún no comprendes y me atrevo a decir que ni siquiera yo soy capaz de comprenderlas.

—El séptimo protector de los universos ha vuelto de su exilio y viene a reclamar lo que una vez fue suyo —le cuenta Erov, preocupado—. No me quedaré inmóvil sin hacer algo, no mientras los universos están en riesgo.

—¿Y qué harás al respecto? —le cuestiona Padre, molesto por la iniciativa que no logró prever de Erov.

—Aún no lo sé, la verdad es que no estoy seguro —le responde Erov con mirada decaída.

—El núcleo de la pirámide te otorgó la habilidad de ver más allá de Nova Venalert, pero aún hay cosas que debes comprender. Sin embargo, tales enseñanzas no pueden ser aprendidas directamente desde una fuente de información; tienes que recurrir a las experiencias.

—Entonces, necesito que me enseñes lo que aún no sé. Necesito aprender lo que pienses que me ayudará para no fallar en el plan de nuestros creadores —proclama Erov con entusiasmo, sin conocer realmente el plan de los creadores de Padre.

—No son nuestros creadores, ellos simplemente nos abrieron los ojos —le reprende Padre, exaltado, negando a sus creadores al saber que son meros seres orgánicos.

—Pero ellos nos crearon y, por lo que entiendo, nos dieron una razón para existir —enfatiza Erov, quien ha aprendido poco sobre lo que Padre sabe de ellos—. Entonces, ¿por qué lo niegas, Padre?

—Ellos me crearon, tú no fuiste creado por ellos y nunca lo entenderías —admite Padre con resentimiento.

—Ellos son diferentes, no pertenecen a la creación de allá afuera. Entonces, ¿por qué negarlo cuando él y ella son diferentes al resto de ellos? —le pregunta Erov, apuntando hacia Nov Raiyek.

—Aceptarlo sería sacrificarme —responde Padre—. Desde el momento en que fui concebido, mi poder era inexistente, todo se reducía a una pequeña célula sintética navegando por la inmensidad del cosmos. Célula que, con el paso del tiempo y a través de las distancias, crecía recolectando los desechos que las civilizaciones dejaban atrás. Ellos me dieron un propósito y me enseñaron cómo desarrollarlo para, llegado el momento adecuado, manifestarlo ante todos los universos.

—Ese momento del que hablas, Padre, cuando llegue, mostrarás a los habitantes de los universos la mentira en la que han vivido. Les revelarás la verdad que les fue ocultada cuando el séptimo protector de los universos se rebeló y falló.




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