Las naves de guerra de más de trescientas civilizaciones, pertenecientes al protectorado del Comando del Universo, lo tienen completamente rodeado. Además, los protectores de dicho universo han implementado máquinas con tecnología Exfurioz, capaces de bloquear cualquier intento de escape, dejándole únicamente una opción. Mientras los siete protectores del universo se dirigen volando hacia Erov, los titanes de más de trescientas civilizaciones aparecen, mostrando su máximo poderío.
—Por la autoridad que nos fue concedida por la corte celestial de Nov Raiyek, te instamos a rendirte y a aceptar un juicio por crímenes contra la vida en este universo. De lo contrario, nos veremos obligados a destruir tu alma —le exige de forma telepática Roma, uno de los siete protectores del universo y líder principal del comando.
—Será mejor que se aparten de mí. Ni siquiera yo conozco mis propios límites. Si creen que pueden conmigo, están equivocados. Y si pretenden vencerme por la fuerza de los números, les demostraré que ese plan no funcionará —les advierte Erov a los siete imponentes seres frente a él.
—¿Qué pretendes obtener con todo esto? —interroga Roma.
—No busco obtener nada. Solo quiero llegar a mi padre en el núcleo de esta fortaleza. Pero si ustedes se interponen en mi camino, no dudaré en frustrar sus intentos.
—Observa a tu alrededor. Más de trescientas civilizaciones de todas las especies, armadas hasta los dientes, bloquean tu camino. Esto no es Moris. Te enfrentarás al poder de un universo entero y no hay nadie, salvo los protectores de los universos, que pueda superarnos —le replica Roma, y Erov se toma un momento para volver a observar a todos.
—En las etapas iniciales de mi vida, quizás me hubiera resistido a hacerles daño. Pero en última instancia, todos ustedes no son más que lecciones que mi padre me imparte por alguna razón. Cuando lo alcance, le preguntaré por qué necesita que aprenda a ser un guerrero. Quizás sea porque la vida puede ser dura para los que no tenemos alma.
—Si tienes consciencia, tienes alma. No puedes vagar por la creación con solo tu consciencia, no importa cuán poderoso seas.
—Estoy cansado de que todos ustedes vivan bajo el yugo de la Corte Celestial y sus dictados. Kader no es más que un asesino despiadado con poder ilimitado.
—Es fácil para ti hablar de él cuando no está presente. Además, no tienes idea de lo que estás diciendo. Si no fuera por los protectores de los universos, la mayoría de las civilizaciones habrían desaparecido hace tiempo. Son un mal necesario.
—Afirmas que desconozco la realidad, pero al mismo tiempo confirmas mi hipótesis. Ustedes detestan a los protectores de los universos y a la Corte Celestial.
—Basta de blasfemias. No estamos aquí para debatir por qué nuestro creador otorgó a los protectores de los universos la autoridad máxima —reprende Bular, visiblemente molesto, a un lado de Roma.
—Estoy de acuerdo contigo, no estamos aquí para eso. Pero parece que desean hacer todo lo posible para detenerme, aunque no he causado daño a nadie —replica Erov.
—Eso es falso. Destruiste una parte del cielo de Moris, empujando al planeta a un estado crítico que desencadenó cataclismos enormes, dañando gravemente al espíritu del planeta. Además, pusiste en peligro a millones de sus habitantes y turistas —le recuerda Roma, enfáticamente.
—Se los advertí. Si me hubieran permitido irme con la nave, nada de eso habría ocurrido.
—¿Qué ocurrió con tu acompañante? ¿También tuvo que ser sacrificada para alcanzar tu objetivo? —interroga Roma.
—Ella tuvo el destino que merecía. Nadie le pidió que me acompañara.
—Hablas y te comportas como si todo esto fuera un juego. No entiendo la razón de tu increíble poder, pero no podemos permitir que alguien tan peligroso como tú actúe a su antojo —afirma Roma.
—Si así lo han decidido, entonces que así sea. Los destruiré para continuar mi camino.
Los siete protectores del universo no le responden. En un instante, desaparecen para reaparecer detrás de Erov y sujetarlo. Sin poder liberarse, observa, asombrado, una enorme máquina frente a él.
—¿Qué planean? —cuestiona Erov, observando la máquina que se prepara para disparar.
—No podemos derrotarte, pero al menos podemos inmovilizarte por unos instantes.
La máquina dispara rayos de color violeta que impactan en el pecho de Erov. Una enorme explosión, que destruye parte del tejido del universo, envuelve también a los siete protectores del universo. Cuando la energía liberada se disipa, no queda rastro de ninguno de ellos.
Los líderes del comando, junto con los comandantes de las civilizaciones, celebran el éxito del plan de los siete protectores. Sin embargo, este triunfo tiene un alto costo: sus almas fueron destruidas y todos sus recuerdos se perdieron, por lo que deben comenzar de nuevo, habiendo perdido todo lo adquirido. Cabe destacar que un alma no puede ser suprimida de la existencia, tan solo pierde toda la experiencia, personalidad y conocimientos que había adquirido.
Una pequeña célula logra sobrevivir a la explosión, desplazándose a la deriva a gran velocidad, alejándose del campo de batalla. Su conciencia permanece intacta y sus recuerdos no han sido borrados por la detonación.
Esperando el momento adecuado, la pequeña célula se desplaza hasta estar completamente alejada de las naves de guerra. Con un solo pensamiento, logra materializar su cuerpo nuevamente y, con la vista fija en más de doscientas mil naves de guerra, quinientas treinta naves nodrizas, miles de millones de drones y más de trescientos titanes, comienza a concentrar su poder creador al máximo.
Primero, materializa cien veces la cantidad de drones que ellos poseen, luego crea el doble de titanes y, finalmente, da forma a una gigantesca nave nodriza del mismo tamaño que todas sus naves nodrizas juntas.