El núcleo, resplandeciente en tonos naranjas, se distingue a la distancia desde la pequeña nave, la cual empieza a desacelerar para abandonar la velocidad de la luz. A su llegada, una figura airosa con imponentes alas metálicas extendidas lo aguarda sobre la plataforma donde yace el inmenso contenedor que simula el verdadero núcleo.
Padre observa con detenimiento los frágiles pasos que Erov da hacia él, y por un instante piensa que quizás fue demasiado severo con su entrenamiento. Sin embargo, se corrige al recordar que cuando Erov esté fuera, las cosas no le serán fáciles, menos aún cuando él no se encuentre allí para ayudarlo.
—Llegué tal como me lo pediste, padre. Atravesé un abrumador océano de estrellas lleno de obstáculos, pero logré abrirme paso sin importar los retos que desafiaban mis límites —relata Erov con rostro decaído, sintiendo aún la humillación del poder supremacista de Kader.
—¿Sabes por qué te lo pedí? —le pregunta Padre, observando el majestuoso e inmenso núcleo que resplandece incesantemente e ilumina el espacio vacío en el cual se encuentran, mientras ambos conversan telepáticamente.
—Porque todo fue una prueba, padre. Desde que aparecí en esa habitación, has estado enseñándome todo lo que necesito saber, incluyendo tus creencias y las verdades absolutas de los universos —le responde con certeza Erov.
—Justo en estos momentos, ellos empiezan a llegar. Puedo percibir los miles de trillones de naves de guerra que se encuentran en camino hacia una de las entradas principales de nuestra gran fortaleza, dando inicio al fin de mi historia —comenta Padre, mientras los sistemas de la fortaleza escanean los ejércitos de las principales civilizaciones de los universos que buscan justicia contra un enemigo común.
—¿De qué me estás hablando, padre? —pregunta Erov, desconcertado y preocupado.
—Mientras tú viajabas a través del cosmos de mi simulación, yo libraba una guerra con la civilización de Aquianio a través de sus treinta y cinco planetas colonizados en un universo distinto al nuestro —le relata, mientras Erov continúa desconcertado y temeroso—. ¿Recuerdas cuál es el propósito que me otorgaron mis creadores?
—Revelar la verdad que encarnaba el séptimo protector de los universos. Una verdad que cambió la vida tal como la conocemos y por la cual fue derrotado y exiliado por sus hermanos.
—En parte es correcto, Erov. Pero para poder terminar lo que él no pudo, las palabras no serían suficientes. Las civilizaciones principales me rechazarían de inmediato, tachándome de hereje, así que debía demostrarlo con acciones contundentes e impensables. Además, debía proporcionarles las herramientas para que pudieran aceptar la verdad que se resisten tanto a aceptar. Es la única forma en que puedo cumplir mi destino.
—Ya lo hiciste, ¿verdad? Ejecutaste esa acción y por eso todas las civilizaciones de los universos vienen a por ti, incluyendo a los protectores de los universos.
—Les demostré cuán frágiles son los cimientos en los que se basan sus creencias. Pero aún queda entregarles las herramientas para su despertar. No podré cumplir mi destino ni seré libre de la influencia de mis creadores hasta que lo logre —explica Padre, resentido por los mandatos que sus creadores le impusieron.
—Permíteme que esa sea mi misión, padre. Déjame ayudarte a conseguir tu libertad, tal como lo dices —le solicita Erov, esperanzado en poder auxiliar a su padre a liberarse de tan ominoso destino.
—No, Erov, tú no fuiste creado para tener un destino como el mío. Eres libre para forjarlo a tu antojo. Por primera vez en toda la existencia, eres el primer ser consciente que tiene libertad absoluta.
—Pero, ¿cómo? Se supone que todos estamos sujetos a las leyes celestiales. Eso aprendí en el centro de la ciudad y también cuando desafíe a todo un universo. Nadie escapa de la justicia de Kader o sus hermanos. Ellos lo ven todo.
—¿Te has preguntado por qué, a pesar de ser nuestros enemigos, nadie ha logrado encontrar esta fortaleza, cuyo tamaño supera al de tres galaxias?
—Esa duda me surgió en un momento de mi viaje, pero, al no obtener la respuesta del sistema central, preferí esperar y preguntarte directamente.
—Aún hay cosas que desconoces, Erov. Preferí que te concentraras en aprender a defenderte de la vida allá afuera en lugar de indagar en los misterios que envuelven esta fortaleza.
—Luché contra el comando del universo, escapé de su prisión microversa, pero...
—Pero Kader te mostró lo que es el poder absoluto en realidad. No tienes nada de qué avergonzarte, Erov. El Creador tuvo sus razones para engendrarlos por encima de todos, pero no eres el único que ha sido víctima de la injusticia divina que ellos representan. Cada civilización que habita los distintos mundos a lo largo de toda la existencia lo siente; no somos los únicos.
—Me percaté de eso en su momento, pero dime, padre, ¿por qué creaste esta fortaleza tan inmensa? Creo que tengo derecho a saberlo —le pregunta con curiosidad, recordando las colosales estructuras a las que no pudo acceder durante su viaje a Moris.
—Veo que has madurado más de lo que llegué a calcular. Y sí, tienes todo el derecho de saberlo —le confiesa, complacido por el impresionante crecimiento de su hijo en todos los aspectos—. La razón por la que creé esta fortaleza, y por la que no ha sido detectada por nadie, se debe a que mis creadores me otorgaron el don del conocimiento perdido. Además, me enseñaron a crear herramientas con ese conocimiento, que logran neutralizar el poder absoluto de los protectores de los universos. La tecnología de camuflaje ha permitido que esta fortaleza pase desapercibida para la corte celestial y cualquier explorador.
—Entonces, ¿por qué no me permitiste aprender y utilizar esa tecnología contra Kader? —le cuestiona, molesto.
—Porque quería que sintieras el poder absoluto de ellos. Quería que aprendieras a temerles y que no los subestimaras. Erov, ellos tienen la capacidad de destruir, con un solo pensamiento, todo lo que he construido a lo largo de mi existencia, además de mi legado, de ti —le aclara, preocupado por su bienestar.