Murmurium

Capítulo 3

Los haces de luz alumbran hasta el final del pasillo. Está completamente despejado, pero un olor penetrante a pólvora los recibe. Avanzan con cautela, llegan al baño; dos permanecen vigilando el final del pasillo, mientras los otros irrumpen en el pequeño cuarto sin resultados positivos.

Siguen avanzando hasta la puerta siguiente. También está abierta. Efectúan la misma operación de antes. El cuarto está atestado de cajas y artefactos varios; por lo visto, Ramírez lo utilizaba como depósito.

La última habitación es la principal. Ya no quedan dudas: allí se encuentra Ramírez. La puerta está cerrada. La carga de adrenalina en los policías alcanza su punto máximo.

Esta vez, dos se colocan agachados, en forma oblicua a la puerta; los otros, contra una de las paredes. El comisario Cáceres extiende su brazo derecho y baja lentamente el picaporte. La puerta se abre con un pequeño empujón. El olor a pólvora que proviene del interior es mucho más intenso.

Mientras tanto, los policías de civil en el exterior del departamento esperan expectantes. Todos contienen la respiración. El silencio se vuelve insoportable.

Diez minutos después, sale el comisario Mendoza seguido por los suyos. El rostro parco del oficial está distorsionado por una mueca de repugnancia; los demás policías que lo acompañan están pálidos.

—Hay un arma y restos de masa encefálica desparramados —dice Mendoza—, pero no hay cuerpo.

—¡No puede ser! —exclama Sergio—. ¡Apenas lo escuchamos, nos situamos frente a la puerta!

—Nosotros lo oímos gritar, y después del disparo, salimos inmediatamente al pasillo, comisario —apoya Cáceres en nombre de todos los presentes.

—Encontramos un arma en el piso, recién usada, mucha sangre fresca y restos orgánicos… pero no hay cuerpo. ¿Me pueden explicar cómo hizo para salir, si el único acceso al departamento es éste, y estamos en un tercer piso?

—¡No puede ser! —repite Sergio una y otra vez, mirando al suelo y moviendo negativamente la cabeza.

—Voy a necesitar un informe por escrito de cada uno de ustedes para la mañana. Ahora vayan a dormir —dice el comisario.

Los policías ocupantes de aquel monoblock están perplejos. En el más absoluto silencio, regresan a sus departamentos.

Afuera, una ráfaga de viento aúlla entre los gastados edificios, trayendo consigo malos presagios.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.