Muros del Pasado

Capítulo 1

Me encuentro sentada en el autobús urbano de vuelta al piso en el que vivo durante el año escolar. El piso lo compartimos mi primo y yo solos. Llevo puestos los cascos mientras veo algunos vídeos de personas que gastaban bromas a otras. Estaba tan sumergida en mis cosas que solo me di cuenta de mi entorno cuando algo pesado callo de golpe en el asiento de al lado. Le miré de reojo abriendo fuertemente los ojos al ver uno de sus lados con sangre.

  • Necesitas que te ayude a ir a un hospital. – le interrogué preocupada.
  • Me encuentro bien sigue con tus cosas. – me contesto frío mirando al frente con los ojos entrecerrados y colocándose mejor en el pequeño asiento haciendo que nuestros brazos rodaran.

Encogí mis hombros y seguí a lo mío sin concentrarme del todo en ello. Pude sentir su brazo tensarse al subir los últimos pasajeros. Con disimulo miró hacia la puerta delantera sin despegar del todo los ojos del móvil. Podían fingir lo que les diera la gana e intentar ocultarlo con las chaquetas, pero yo podía distinguir la empuñadura de un cuchillo jamonero en el cinturón de uno de ellos. Mire a mi acompañante de reojo viéndole cada vez más pálido consiguiendo que mi pecho se contraerse.

Puede que después me arrepintiera, pero ahora mismo solo había una sola cosa metida en mi mente y es ayudarle en lo que sea necesario.

  • Sígueme la corriente si quieres salir de esta. – le ordene en un susurro sin girar mi rostro.
  • ¿A qué te refieres? ¿Quién dice que necesito ayuda niña? – me pregunto arrogante alzando una ceja.
  • No se pregúntale a la profunda herida por arma blanca que tienes en el costado o a la parte de mi brazo que está manchado con tu propia sangre. – le proteste igual de arrogante mirándole de forma autoritaria.

Sin dejarle protestar cogí su brazo con cuidado, para rápidamente sin hacerle mucho daño pasar este por mis hombros. Me coloco en el asiento de tal forma que mi espalda queda pegada a su torneado pecho. Saco el caso que tengo enganchado en mi escote y se lo coloco en su oído al mismo tiempo cambio de lado el casco que tenía puesto. Pongo mi móvil de forma que los dos pudiéramos ver las secuencias que se reproducían en este.

  • Escúchame con cuidado, coloca tu rostro pegado a mi coronilla de forma que solo se vean tus ojos y haz como que estás viendo junto a mí los vídeos, entendido. – le explique tranquilamente.
  • ¿Para qué va a servir todo esto? – me pregunto con sus labios pegados a mi cabeza, logrando así que un chispazo recorriera todo mi cuerpo.
  • Para que se piensen que somos pareja y no te logren distinguir, entendido. – respondí en voz baja.

El por seguirme el rollo se movió un poco en el asiento, de tal forma que mi espalda quedaba totalmente pegada contra en su tórax y sus brazos rodeando mi cintura con sus manos cruzadas encima de mi estómago. Al sentir sus manos encima de mí abdomen mi corazón se aceleró y mis mejillas cogieron un poco de calor.

Por inercia lleve mi mano libre hasta donde estaban las suyas acariciando sus dedos y tapando así un poco más la mano con sangre que había estado tapando el corte. Pude ver como esos tipos pasaban por la puerta trasera del autobús y se quedaban mirando fijamente hacía donde estamos sentados nosotros.

  • Amor mira que gracioso el chihuahua. – le dije en voz alta riéndome con fuerza y el solo beso mi coronilla.

Por el rabillo del ojo conseguí ver como uno de ellos se acercaba para comprobar quién era mi acompañante y sonriéndome a mí de la forma más sádica posible causando que un gran escalofrío recorriera toda mi espalda. Pude sentir sus brazos reafirmar su agarre en mi cintura en el momento que mi espalda tembló. Respiré profundamente y tapando su rostro con mi mano hice que nuestros labios se unieran en un suave beso. No sé porque, pero me deje llevar por las hormigas que sentía en mi estómago. Es solo se aferró con más fuerza uniendo nuestros cuernos aún más.

  • Mira a los tortolitos Evan que adorables son. – le dijo uno de ellos al otro.
  • La chica está buenísima pero ahora sigamos buscando a la rata de los Valcárcel. – le ordenó el tal Evan empujándole a seguir andando hasta el final del vehículo.

Pude ver como el rubio se paraba unos minutos a nuestro lado entrecerrando sus ojos. En un impulso por protegerle me senté a horcajadas en sus rodillas rodeando su cuello con mis brazos de forma que tapaba totalmente su rostro. Le sentí gruñir en cuanto mi trasero rozo sus piernas y después rodear mi espalda con uno de sus brazos. Sentí su mano izquierda introducirse entre las hebras de mi cabello consiguiendo que el beso profundizará aún más.

Me sentía en un éxtasis tan profundo que no prestaba atención a mí alrededor. Nos separamos por la necesidad de respirar. Deje mi frente pegada a la suya dejando nuestras miradas conectadas. Sus ojos color café me tenían totalmente hipnotizada, tanto que no podía despegar mis ojos de los suyos. Mire sus labios en el momento en que sus dientes aprisionaron el de abajo, con algo de dificultad mire a la ventana comprobando que estábamos cerca de mi parada y presione el botón para avisar de mi bajada.

Con cuidado salí al pasillo con mi mochila en la espalda y ayudándole a levantarse. Pase su brazo por mis hombros quedándose mi cuerpo tapando el lado de en el que se encontraba la herida. No sabía porque estaba haciendo esto, pero no me arrepentía nada de ayudarle a salir adelante. Lentamente le ayude a bajar las escaleras del autobús comenzando a caminar hacia la puerta de mi portal.

  • Menos mal que vivo enfrente de la parada, que si llego a vivir más lejos me da algo. – bromee haciendo que se apoyara al lado del telefonillo.
  • ¿Por qué estás haciendo esto? - me interrogo con dificultad y con los ojos cerrados.
  • ¿El qué? ¿El ayudarte a escapar de esos tipos? – le cuestione con la ceja alzada abriendo la puerta del portal y ayudándole a pasar su brazo por mi hombro.
  • No sabemos nuestros nombres y te has propuesto el ayudarme, sin conocerme de nada. – comento con dificultad mientras llegábamos al ascensor.
  • Te ayudo porque me ha nacido hacerlo y porque he querido hacerlo. – le confirme con una sonrisa presionando otra vez el botón del elevador.
  • Pero…
  • Si es porque no sabemos nuestros nombres ahora mismo te digo el mío, me llamo Alexia García, pero todo el mundo me llama Alex, ahora me dices el tuyo y ya nos conocemos todos. – le respondí despreocupada fijándome en el cacharro que teníamos enfrente.
  • Yo me llamo William Valcárcel y muchísimas gracias. – cuadro resoplando.




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