PV Alex
Hoy hace ya casi dos semana que llegamos a este país donde mi condición se ha complicado un poco más si es posible. Mi cuerpo se encontraba lleno de señales salvo las partes que podrían verse con una camiseta de tirantes. Me encontraba frente al espejo con solo un sujetador y una falda de tubo blanca hasta las rodillas. Estaba contemplando aquel asqueroso reflejo que me devolvía de mi misma. Podía ver las marcas de mordisco en mis costados, las marcas de dedos amoratadas en mi estómago, los arañazos aun rojizos en mí cadera, aquellas marcas de diferentes colores situada en la parte baja de mi espalda, la venda que cubría mi mano izquierda, aquellos rasguños en mis brazos que ya estaban desapareciendo, aquella pequeña cicatriz en el lado izquierdo de mi frente, aquel morado en mi ojo, aquel corte situado en la comisura derecha de mi labio y ese corte en el tabique de mi nariz.
Aquella mañana que pensé me había librado de una paliza segura, no fue nada de lo que pensé. Recuerdo aquel día sin muchas dificultades, otra cicatriz más para mi alma. Yo pensé que solo me iba a recriminarme por haberle encarado cuando intento pegar a mi hija, pero que ingenua fui. Mi castigo no serían unos simples gritos. Ni la intervención de Bayron o de Raya me libro de lo que tenía ese desgraciado preparado para mí. Aquel día fui humillada de la peor forma que se puede imaginar. Nadie fue capaz de entrar a aquella habitación para librarme de aquella bestia que me golpeaba y que abusaba de mí como si no hubiese un mañana. Aquel día no sé cómo fui capaz de andar, no sé cómo fui capaz de vestirme, no sé cómo fui capaz de subir a aquel avión.
El viaje en aquel avión privado no fue tampoco algo relajado ni tranquilo. Me pase todo el viaje en tensión manteniendo a mi pequeña abrazada contra mi pecho. Pero no pude protegerla como deseaba de la ira de ese desgraciado que no aguantaba ni un poco. Recuerdo que mi pequeña solo me dijo que estaba hambrienta y que tenía ganas de ir al baño. Ese desgraciado empezó a chillarle a mi hija diciéndole que era una caprichosa y sin esperármelo saco su cinturón del lugar de donde lo tenía colocado. Rápidamente y por instinto cubrí a mi hija todo lo que mi cuerpo me lo permitió. Mis brazos, mi frente y parte de la pierna de mi niña acabaron marcados por la hebilla del cinturón. No sé de donde saque las fuerzas para frenar a ese desgraciado y apartarle de mi pequeña, pero lo hice y le devolví parte de los golpes que mi hija había recibido. Cuando llegamos aquel primer día a esta monstruosa casa, ese desgraciado me arrastro del cabello hasta la habitación que sería mi nueva prisión. No le importo que su hija le gritara asustada para me soltara y no siguiera haciéndome daño. Lo único que parecía desear es dejar completamente marcada toda mi alma con sus acciones. Estaba segura que ese desgraciado quería volver a apagar esa vena guerrera que hay en mi interior, estoy segura que quiere volver a someterme como hasta ahora. Pero me niego a dejarle ganar antes me muero que dejarle ganar sobre mí.
Hoy era el primer día en colegio de mi pequeña Selene aquí en Nueva York. Me pueden llamar loca pero tenía un sentimiento de emoción anidado en mi pecho, había algo en mi interior que me decía a gritos que me decía que este infierno pronto terminaría. Me aleje del ventanal de aquel indeseable cuarto, que aunque fuera bonito para mí era la peor jaula que me podría tener encerrada. Me sentía como una golondrina encerrada en una jaula de oro. Mire a mi pequeña que sonreía felizmente con su mochila colgada a la espalda.
Mi pequeña estuvo hablando todo el camino hasta el coche con euforia y nerviosismo. Otros niños no les gustaban tanto separarse de su madre el primer día de colegio, pero a mi niña le encantaba estar en el colegio, primero porque compartía su tiempo con otros niños, segundo porque alimentaban su mente curiosa de información que a mi pequeña le enloquecía y tercero porque se sentía segura al estar alejada de padre biológico. Al llegar a la altura de la oficina de ese indeseable la puerta se abrió con fuerza golpeando contra la pared del otro lado, sin pensarlo tres veces coloque a mi hija detrás de mi cuerpo mirando al indeseable fijamente a los ojos.