PV Alex
Desde el momento que supe que Rayan era mi verdadero padre y que el señor Marco era su primo, algo dentro de mí se había terminado de romper. Resulta que tengo una hija con un tipo que es mi primo segundo y que esa misma persona me secuestro hace cinco años, alejándome de todos los que amaba tenía una pequeñísima parte de mi sangre. Como se puede llegar a ser tan malvado, porque tiene tanta envidia de Will y sobre todo de mí. Me sentía la peor cosa que había pisado este mundo. Me abrace aún más a mis rodillas sin fijarme en la hora. Esta noche había una fiesta a la que no quería asistir, quería acabar con todo este sufrimiento. Solo había una persona que estaba rondando mi mente en ese momento y que no podría ver aun que lo deseara demasiado.
Cerré los ojos con la intención clara de dormirme y con el deseo de no volver a despertar nunca más. Si algo me estaba manteniendo aún con vida es el anhelo de volver a ver a mis hijos una vez más. Después de una semana aun me dolían algunas partes de mi espalda y sobretodo las partes más vulnerables de mi alma.
Abrí el primero el monedero comprobando que eran objetos para defenderme, entre medias de las limas, la navaja y la daga se encontraba una pequeña nota que decía “esto te ayudara para que no vuelvan a herirte preciosa, hay tres broches con dos geo-localizadores que deseo los uses”. Una sonrisa más amplia se extendió en mi rostro después de leer la nota y cogí entre mis manos los dos broches. Uno era una especie de pasador de pelo y el otro era un broche con forma de rosa. Los puse encima de la mesa y sujeté entre mis manos el otro estuche con miedo de descubrir lo que en este se encontraba. Al abrirle las lágrimas rodaron descontroladas por mi rostro, en ese estuche se encontraban mi anillo de compromiso, mi anillo de boda y aquel colgante que Will me regalo cuando hicimos oficial nuestra relación, colgante de la pluma con la mariquita y nuestras iniciales. Algo en mi interior volvió a brillar de la idea loca que se anido en mi mente, pero al momento aquella imagen apareció en mi mente y me volví a sumir en la oscuridad de mi dolor.
Hice todo lo posible por no levantarme pero hacia días que mi alimentación era mala y en ocasiones comía fatal. Sin protestar más, entre en el baño y me di una larga ducha. Al terminar de aclarar la mascarilla de mi pelo y la espuma de mi cuerpo salí de la ducha, para sentarme encima de la tapa del váter. Mi cuerpo se reflejaba en el espejo de cuerpo entero que se encontraba en la puerta. Puede ver las pocas marcas que quedaron de aquel día, aun me quedaban algunas costras en algunas partes de mi cuerpo.
Salí a aquella habitación acompañada de la muchacha que me ayudo a ponerme el vestido y los zapatos. El vestido era uno azul oscuro casi negro, con degradado en la falda hasta que se volvía totalmente blanco y de escote recto. Me dirigí hasta la otra caja que había traído aquel idiota hace una semana y al abrirla gire los ojos. Este tipo tenía el gusto en el culo a la hora de combinar colores y zapatos. A quien se le ocurre juntar sandalias rojas de tiras finas y de tacón de aguja con este vestido. Sin pensarlo dos veces me dirigí hacia la zona del vestidor donde se encontraban los zapatos. Revise concienzudamente los que ahí se encontraban y me decante por unos negros de terciopelo con tacón medio.
Una vez Lisa me ayudo a arreglar mi cabello, me contemple en el espejo que se encontraba al lado de la cama. Cuando la puerta se abrió de golpe no pude hacer otra cosa que pegar un brinco en mi lugar de lo concentrada que estaba mirándome al espejo. Mire hacia el idiota que había entrado al cuarto y en el momento que mis ojos se posaron en ese desgraciado, mi estómago se revolvió avisadme de la arcada que se avecinaba a mi boca.