Musica Ligera

CAPÍTULO 1. POLIFONÍA LIGERA.

-Ya son las siete , no vas a llegar- Aseguro mamá, jalando los 3 cobertores.

Desorientada me incorporé, estaba exaltada  buscando mis pantuflas, mire a la ventana  y no había luz, salte de la cama  tomé el teléfono leyéndolo eran las cinco de la mañana.

-¡Mamá! ¡¿Que rayos?!

¡Típico! le dices a tu madre que te levante a las seis de la mañana te dice que son las siete y te despierta a la cinco.

-Desayuna antes de irte

-Increíble

Me arroje a la mullida cama, pero no pude regresar con Morfeo así que me metí a bañar y baje los escalones de dos en dos a las cinco cuarenta, en la barra de la cocina me esperaba un enorme tazón de sopa, fruta y pan.

-La tubería se congeló de nuevo, casi me quedo  a  mitad del baño-  le dije a mi madre mientras devoraba las orillas del pan.

-Llamaré  a Gerald  para  que las revise antes de irme- prometió sirviendo té muy distraída así que se cayó el líquido humeante.

-¿Estás bien?

Le resto importancia a la pregunta.

-No olvides de regresar temprano- comentó con la cabeza metida en el refri. Guardando dentro la leche y el cronometro del horno .

Mi mirada extrañada aterrizó en  el calendario táctil en  la puerta del congelador  hoy tenía un gran círculo rojo marcado... Diablos como se me pudo olvidar hoy era ese día.

- A las tres, no lo olvido.

Apresure el desayuno, preferí salir rápido a  verla llorar tan temprano.

Con la mochila al hombro y envuelta en la bufanda, recorrí las traicioneras escaleras cubiertas por una delgada e inobservable capa de inestable hielo. 

-¡Cuidado con la nieve!

Agite la mano en el aire, su grito matutino despertaria a los vecinos, ya había pasado la mitad del vecindario me detuve en la última puerta de la reja tocando sin parar,  en la puerta de madera azul turquesa por siete veces y nadie salió, mire mi reloj había pasado exactamente 15 minutos.

-Me iré sola-  le espete a la puerta.

Para llegar a la Academia de artes debía subir al metro de una sola línea, vivíamos  en la punta norte del continente y en el centro  de casas residenciales del sector médico. El continente solo tenía un dos centros comerciales,  pequeños parques, una mini reserva forestal, un centro de convenciones, dos bosques de almas, un campo militar gigantesco, una escuela élite que abarcaba de primaria a preparatoria, cuatro universidades con limitadas carreras, casi todas en ciencias, especialidades, doctorados, por milagroso que pareciera justo para mí una Academia de Bellas Artes, la única en este lado del globo. Estábamos rodeados de filas interminables de bosque.

En esta época de año la nieve y la lluvia se disputaban el clima , así que caminaba con  cuidado el  trayecto a la estación y la pasaba helandome con la nariz roja, pero  disfrutaba el sonido correoso de mis botas estampadas  en la nieve  y mi mochila dando golpes sordos en las capas de ropa que llevaba.

Un sonido desentonó con mi casi habitual caminar.

-¡Maldición espera!

El grito era  grave, le estaba cambiando aun más la voz, me detuve esperando a que llegara con su trote veloz.

-¿Sabes que madrugaste?- dijo Uriel recriminándome.

-Como si eso fuera anormal- le conteste arrugando la nariz.

-Buen punto.

¿Qué? ¿no me contestaría sarcásticamente? Lo examiné tenía ojeras de un morado espantoso, el semblante decaído con la mirada borrosa. Esa cara era de haber peleado con su padre.

-¿Necesitamos un batido?- le pregunté ladeando la cabeza.

Para casi todo teníamos palabras en clave, la vez que su padre lo golpeó en la cabeza con una de sus sobrantes botellas de vino, estaba tan decaído que no hablo por una semana en secundaria, cuando me harté de su depresión le compre un legendario batido de chocolate con galletas  y crema,  inmenso que solo me compraban por mi cumpleaños mis padres, por contener demasiada azúcar. 

 Esa ocasión le saque de su mutismo de días con un  "Creo que me lo voy a acabar", nos reímos mucho esa tarde porque no llegó ni al cuarto, después de eso fue un paliativo a la violencia frecuente de su padre.

-Me dará un pason de azúcar y es muy temprano- sonrió despejando toda  tristeza de su rostro, a veces funcionaba solo con mencionar el batido - se que para ti es como beber agua.

-Tuve un nuevo récord  antier H. Me dio el jumbo por error y el gerente le quería arrancar la cabeza. Lo termine en 7 minutos con 14 segundos-  dije muy orgullosa a lo que él  negó con la cabeza.

-Una persona de tu edad se gastaría la mesada en ropa, accesorios de niña rica etcétera.

-Mi accesorio perfecto seria una barra de chocolate gigante.- le solté alegre por su ánimo mejorado.

Pero siempre quedaba ese dejo a frustración,  vivía exasperado y frustrado con la vida que le tocó con su padre agresivo pero eso se acabaría a sus 22 años siendo mayor de edad. Existía sin embargo un método para desafanarse a los 18, legalmente emanciparse a esa edad era algo inusual pero aceptado. El único gobierno tendría que darle alojamiento temporal y un sueldo hasta su graduación, auguraba que lo tenía contemplado para el fin del trimestre.




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