Muthaes Ii. La nueva tierra

La ciudad en ruinas

Muthaes

C.C. Uctari

Capítulo I. Los viajeros de Electi

Capítulo II. La nueva tierra.

 

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Sarik quitaba una manta blanca de un vehículo que había construido tiempo atrás y que había dejado lejos de la ciudad científica, mientras Antoine desenterraba de entre la nieve falsa una maleta con pertenencias que habían dejado preparadas. En ese momento Nina vio algo a lo lejos. Era una mancha oscura entre la maleza, con una serie de extrañas formaciones emergiendo por encima de los árboles. Ella tomó unos binoculares y apuntó hacia aquella mancha.

―Esto no puede estar bien ―dijo observando con el entrecejo fruncido―, parece una ciudad, pero no detecto actividad eléctrica en ese lugar.

―Déjame ver ―Karsten le quitó los binoculares. En efecto, en lontananza podía verse lo que parecía una ciudad. Nina ajustó su dispositivo de detección termoeléctrica para que le diera una lectura más exacta, y corroboró que no había actividad eléctrica, aunque sí presencia térmica propia de seres vivos.

―Hay vida ―dijo Nina―, ¿deberíamos ir?

―Iré yo primero ―dijo Karsten―, observaré más de cerca.

Y dicho esto, Karsten desapareció en un portal que creó en el aire. Pocos segundos después reapareció a un lado de ellos.

―¡Es en efecto una ciudad! ―Karsten sonaba confundido―, pero en ruinas… ¡y es una ciudad enorme!

―¿Hay gente en ese lugar? ―preguntó Antoine.

―No, sólo vida salvaje, tenemos que ir a investigar.

Todos subieron al vehículo, Karsten abrió otro portal y en sólo un segundo aparecieron en aquel lugar. Había una gran cantidad de edificios, pero todos estaban derruidos, además de casas y calles completamente cubiertos de vegetación.

―¿Qué lugar será este? ―preguntó Nina, bajando del vehículo.

―Esto es raro ―Antoine chasqueó la lengua―, en sólo un par de siglos no pudieron haber construido una ciudad tan grande.

―Y por la gran cantidad de vegetación, esto fue abandonado hace mucho tiempo―Nina analizó los cimientos de una barda que apenas sobresalía de entre la grama―. Es definitivo, la gente de Ío encontró este planeta mucho antes de lo que quieren aceptar.

―La pregunta es ―dijo Sarik―, ¿por qué si lo encontraron hace tanto tiempo y siendo un planeta tan grande…?

―Sí ―interrumpió Antoine―, ¿por qué no quieren traer aquí al resto de la humanidad? ¿Por qué tenerlos hacinados en una luna en donde la vida pende de un hilo?

―Será mejor buscar ―dijo Antoine―, quizá encontremos algunas respuestas.

Se dividieron en parejas y comenzaron a buscar entre las ruinas. Nina y Karsten entraron a una construcción grande que aún conservaba algunos muebles de metal y los restos de aparatos electrónicos tan antiguos que ni siquiera los podían reconocer.

―Este planeta debe haber sido descubierto hace siglos ―dijo Nina observando una pila de astillas y polvo.

―Tienes razón ―Karsten abrió un armario y encontró sólo polvo en él―, lo que sea que tuvieron aquí, se convirtió en cenizas desde hace mucho.

Hurgaron en los pocos armarios que había aún en pie, y lo único que sobrevivía eran objetos metálicos, partes electrónicas y algo de ropa raída. Estaban por salir de la casa cuando Karsten vio un armario más, este era de plástico y estaba completamente sellado. Lo abrió y dentro había libros conservados dentro de bolsas plásticas y algunos instrumentos que parecían destinados a la escritura. Nina tomó uno de los libros y Karsten por su parte abría una bolsa en donde había una serie de tarjetas. Tomó una de ellas, la cual tenía la fotografía de algún adolescente.

Nina observaba lo escrito en el libro que abría. Era sobre física, de eso no tenía duda, pero no podía entender nada del texto. Reconocía las letras, eran letras arábigas, el método de escritura que prevaleció en Ío, pero del lenguaje no podía comprender casi nada.

―Estos son textos muy antiguos ―dijo Nina―, de antes de la unificación del lenguaje, si no me equivoco. ―Pero Karsten no le respondía, observaba con incredulidad un número en la tarjeta que tenía en su mano.

―¡Ven! ―dijo tomando la mano de Nina―, vamos a buscar a los demás.

Sarik y Antoine estaban en otra construcción que quizá fue usada como una suerte de gimnasio. Había una alberca vacía y agrietada, armarios de metal completamente oxidados, pero aún en pie. Tampoco había mucho que rescatar de ese lugar, pero Sarik pudo encontrar un libro con hojas plastificadas, el cual se conservaba dentro de una caja de vinil. El libro tenía fotografías de hombres musculosos, todos ellos haciendo ejercicios con diferentes aparatos

―Los hombres de estas fotografías tienen una musculatura demasiado exagerada ―comentó―, me pregunto por qué harían un libro con fotos de ellos sólo posando encima de estos extraños aparatos.




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