Muthaes Ii. La nueva tierra

Quinta generación

La nave elevó el vuelo, perdiéndose en la oscuridad de la noche. Dentro de la nave reconocieron a dos personas más, un hombre maduro de pelo y barba blanca, el fugitivo Albert Romanoff, y a su lado estaba la consejera Rikka Almond.

―No teman, sé que tienen muchas preguntas ―dijo Romanoff―, pero ya habrá tiempo para contestarlas todas. De momento será mejor que duerman un poco.

El efecto de la adrenalina amainaba, así que no dudaron en hacer caso. Se quedaron profundamente dormidos sobre los asientos de la nave.

Despertaron uno a uno cuando la nave aún estaba en vuelo. La puerta de la cabina estaba abierta, y ahí pudieron ver al soldado J.O.E. junto con la otra chica, ambos callados, leyendo. Romanoff salió del sanitario secando sus manos y dedicándoles una sonrisa.

―Ahora sí ―dijo Romanoff―, comencemos con la historia. Sé que han escuchado hablar de nosotros, muthaes rebeldes que hicimos lo mismo que ustedes, descubrimos que este planeta es la tierra, nos rebelamos contra el sistema y escapamos. Rikka y yo fuimos de las primeras generaciones de muthaes nacidos en la tierra y fue justamente por nuestra rebelión que decidieron controlar la natalidad de muthaes en este planeta.

―Pero ella… ―Nina señaló a la consejera Almond, quien recién despertaba.

―Ella junto conmigo es una de las integrantes del senado de nuestra ciudad, Heiwa. Como imaginarán, Rikka es una espía infiltrada en la ciudad de Mayab, es gracias a ella que estamos al tanto de lo que acontece en ese lugar.

―Eso puedo entenderlo ―dijo Sarik―, pero vamos por partes, ¿cómo lograron obligarnos a subir a la nave?, fue como si nos quitaran la voluntad de oponer resistencia.

―Eso lo hizo o Joe o Nayelli ―Romanoff señaló a los jóvenes en la cabina.

―¿Ella es Nayelli? ―dijo Karsten, asombrado―, ¿la niña oráculo?

―Pensé que la habilidad de ella era ver el futuro seguro ―comentó Nina.

―Sí y no. El futuro nunca es destino seguro, el futuro cambia conforme a las circunstancias y las decisiones que tomamos. Nayelli es capaz de ver todo el futuro posible y sobre sus visiones, obtener las probabilidades de cada destino según las decisiones que tomemos. Pero en realidad es sólo una de las habilidades de Nayelli.

―¿Tiene más de una habilidad muthae? ―preguntó Antoine, asombrado.

―Esos dos jóvenes que ven ahí ―Almond se unió a la charla―, son por mucho los seres humanos más evolucionados de la historia. Ambos tienen algo en común y es que los dos vienen de una quinta generación de muthaes puros, toda su ascendencia, padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos son muthaes, sin una sola mezcla de sangre humana común, y, aparentemente, eso les da una habilidad extra: ambos son capaces de aprender de otros muthaes.

―¿Quiere decir que si les enseño ―dijo Karsten― serían capaces de abrir portales?

―Sin duda alguna ―respondió Romanoff.

―Pero hay suposiciones de que ese soldado es clon del hijo de… ―Nina miró a Almond sin atreverse a continuar.

―De mi hijo Jason, en efecto. Aparte de la capacidad de aprender, Jason tenía una habilidad única, algo a lo que llamamos memoria genética. Es gracias a Jason que descubrimos que, de alguna forma, los recuerdos de nuestros ancestros se guardan en nuestros genes y Jason era capaz de acceder a esos recuerdos cuando su vida se veía amenazada.

»Él era muy enfermizo, pero cada enfermedad le duraba menos de tres o cuatro horas. Al principio creíamos que su habilidad era curar cualquier enfermedad, pero entonces, un día, un coyote se coló a la ciudad científica y comenzó a perseguirlo. Al principio Jason se asustó, pero de pronto cobró confianza, se paró frente al coyote y a mano limpia contraatacó.

―La mente de Jason llevó a él algún recuerdo de un ancestro suyo que conocía de artes marciales ―continuó Romanoff―, y sin haberlas practicado jamás, Jason fue capaz de tener ese conocimiento como propio.

―Pero Jason pescó un virus de influenza al que seguramente nadie de nuestros antepasados se vio en necesidad de vencer jamás ―Almond se tornó triste―, tenía sólo cinco años cuando perdió la vida. Eso fue poco después de la rebelión. Donald dejó nuestra causa y se unió a la república con la idea de convencer al ministro Trump de darle apoyo y recursos para poder clonar a Jason, al principio mintió, le hizo creer a Trump que crearía un ejército con sus células para que le permitiera iniciar el proyecto de clonación. Yo me uní a él, pues creía que él en verdad quería regresar a nuestro hijo a la vida… pero, en algún momento, Donald se olvidó de que su prioridad era tener a Jason de vuelta y, en cambio, se enajenó con la idea del ejército. Yo no supe nada sino hasta la masacre de Ío… de haberlo sabido, habría asesinado a Donald con mis propias manos.

―Donald se unió a Greg Gupta, su mejor amigo y un clonador nato. Greg hizo un clon tras otro, pero por más que lo intentaba, sólo clonaba el cuerpo, más no las habilidades completas. Greg creía que estaban creando un ejército para apoyar a nuestra causa y que sólo estaban usando a Trump para obtener apoyo y, como científico, vio a los clones más como animales de laboratorio que como seres humanos.

―Por Greg nos enteramos de que ambos sacrificaban a los clones fallidos y lo volvían a intentar ―comentó Almond―. Aparentemente en su serie “J”, al fin logró que los clones desarrollaran la memoria genética, pero de esa serie, Joe fue el único que pudo heredar ambas habilidades de Jason: la memoria genética y la capacidad de aprender otras habilidades muthaes.




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