Muthaes Ii. La nueva tierra

El arsenal

La ayuda que Mount podía dar para encontrar los misiles tenía una dificultad, sólo la vio en los sueños de Trump, así que tuvieron que hacer uso de las habilidades de muchos de los muthaes para poder obtener la ubicación exacta.

Dado que Nadia podía desviar flujos de energía y Lee podía manipular la radiación, se decidió que, junto con Fernanda, Joe y Nayelli, estuvieran en la misión, pues en caso de cualquier fallo, ellos se encargarían de contener la energía de la explosión o desviarla a otro lugar. No había mucho tiempo para un entrenamiento, Fernanda se dedicaría un par de días para preparar a Joe, Nadia, Lee y Nayelli, para que aprendieran a contener la energía de una bomba y entonces partirían.

Una mañana, después de ese entrenamiento, Joe permaneció un tempo más con Fernanda, pretendía cumplir su promesa de aislar los eventos que la llevarían a una traición, pero por más que lo intentaba, Joe no podía ver nada en concreto.

―Lo siento, no he podido ayudarte―para sorpresa de Fernanda, Joe se disculpaba haciendo una profunda inclinación―, la amenaza de perder a Nayelli me tiene completamente distraído. Yo no suelo ser tan débil, pero el dolor que cargo dentro…

―No tienes por qué explicarte, Joe ―Fernanda le acarició el cabello, sonriente―, a veces lo mejor para el dolor es dejarlo salir. Si se queda en tu interior, te daña por dentro.

―No lo sé ―Joe frunció los labios―, yo preferiría olvidarlo.

―Eres una persona única, Joe. ―Fernanda quería hacerle una pregunta desde tiempo atrás, y pensó que era el mejor momento―. Hay algo que quiero saber, ¿por qué buscas estar siempre con Nayelli? Los he observado, y no hablan mucho entre ustedes.

Fernanda sintió un pinchazo de celos al ver la sonrisa espontánea que emergió en los labios de Joe cuando ella mencionó a Nayelli.

―Lo nuestro es diferente ―respondió él, con un gesto ensoñador―, Nayelli y yo tenemos mucho en común, somos los únicos mutantes de quinta generación y nuestra evolución es única, ambos tenemos un pasado muy oscuro y, sobre todo, ambos buscamos lo mismo del futuro. Además, el maestro Romanoff le pidió a ella que esté conmigo todo el tiempo, porque ella tiene lo que necesito para encontrar paz.

―¿Ella está contigo porque la obligan? ―Fernanda se sentía indignada.

―En parte sí ―para Joe parecía ser algo natural―, soy su obligación y ella lo aceptó.

―Quizá está mal que yo te diga esto, Joe ―Fernanda le tomó de la mano―, pero no creo que Nayelli te quiera como mereces. Es alguien que ni siquiera te conoce.

―¿Cómo te atreves? ―la sonrisa de Joe se borró de su rostro.

―Cuando amas a alguien no estás con él por obligación, Joe ―Fernanda apretó más su mano―, estás con él porque el corazón así te lo pide. Y esa persona se interesa por ti en todo, tu pasado, tu presente, tu futuro…

―Gracias por tu interés, pero Nayelli también se interesa en mí ―Joe retiró su mano.

―¿En verdad? ―Fernanda se cruzó de brazos―. Entonces supongo que Nayelli sabe que no eres el asesino despiadado que todos creen. Todos creen que asesinas por instinto, como una bestia. Pero yo sí lo entiendo, si tú matas a alguien, es porque al aprender las habilidades de Nayelli, has sabido evaluar cuando es peligroso dejar a alguien con vida. ―Joe pasó del enfado al asombro―. Héctor, por ejemplo. Tú viste en su futuro altas probabilidades de que él haga un daño irreparable, ¿o no?

―¿Cómo lo sabes? ―preguntó Joe, asombrado.

―Porque yo te conozco bien. Viste algo muy malo en Héctor como para decidir que lo mejor era matarlo, ¿no es así?

―No es tan fácil ―Joe titubeó―. Héctor estaba destinado a convertirse en un asesino serial. Encontró placer en el sufrimiento de otros, en la ciudad Científica él atrapaba animales salvajes para torturarlos por placer, practicó con sus ciborgs un asesinato y en Ío él asesinó a su exnovia sólo porque no quería que nadie más la tocara. Su destino era matar, incluso estando preso y no tenía pizca de arrepentimiento.

―Algo así imaginaba. ¿Acaso Nayelli sabe eso?

―¡Claro que lo sabe! ―gruñó Joe―. Ella tuvo que hacer lo mismo con la mujer que solía cuidarla cuando niña, ella envidiaba mucho las habilidades de los muthaes, buscó el trabajo de institutriz para muthaes huérfanos de Ío y los maltrataba por ese odio que tenía por ellos. Dejaba a Nayelli sin comer, la golpeaba, la humillaba y Nayello, siendo una niña pequeña, no era capaz de defenderse. Después de que la ayudamos a escapar, Nayelli desarrolló más sus habilidades. Una tarde encontramos a esa mujer en un mercado y Nayelli vio en su alma. La mujer estaba desviando recursos que originalmente eran de los niños, comenzó a dejar morir a muchos de ellos para no tener que rendir cuentas y se confiaba cada vez más, estaba destinada a dejar morir a muchos inocentes sin arrepentirse en absoluto, así que Nayelli tuvo que eliminarla.

―Y ¿acaso ella también sabe que de la muerte de la que más te arrepientes, es de la de tus clones? ―Fernanda arqueó las cejas.

―Ella… debe saberlo. Yo tengo pesadillas recurrentes con eso...

―Y cuando expusiste ante Gates la verdad de que tu madre era una espía a nuestro favor, todo mundo pensó que lo hiciste egoístamente, por estar al lado de la mujer que te dio a luz y a quien recién conocías como tu verdadera madre ―Fernanda dio un par de pasos, haciendo a Joe retroceder―, pero no fue por ti, sino por ella, o hiciste para que ella pudiera recuperar al hijo que creía muerto, y compensar todos esos años de sufrimiento. ¿Nayelli también lo sabe?




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