Muthaes Ii. La nueva tierra

Lava fría

De la información que habían obtenido del doctor Tovar, lo primero que tomaron fueron mapas cercanos a los volcanes que supuestamente ponían en riesgo el invernadero, y en ellos encontraron que Tovar había, de una forma u otra, obtenido planos de instalaciones subterráneas alrededor de dichos volcanes, una serie de túneles que atravesaban todo el invernadero y que tenían como matriz una caverna cerca del Cassini.

Karsten descansó todo un día y al siguiente creó portales para que los misioneros llegaran al borde Oeste. Fernanda, Sarik, Karsten y un hombre llamado Juventino Tenorio, viajaron hacia allá. La habilidad de Tenorio consistía en crear realidades virtuales sobre lugares reales, de tal forma que una persona podía estar en un lugar sin en realidad estarlo, y esto sería de gran utilidad ya que su trabajo de desactivar la máquina de sismos era sumamente delicado, con una sola alarma que detectaran cabía la posibilidad de que provocaran una catástrofe que pondría la vida de Ío en peligro, y era necesario analizar todo desde un ambiente virtual para detectar alarmas o cualquier dispositivo de autodestrucción.

Una vez en el borde oeste, buscaron entradas a esa cámara subterránea, pero por más que lo intentaron, no encontraron entrada alguna. En el mapa había un camino que iba hacia el volcán, si había alguna entrada, quizá estaría camuflada dentro del cráter. Fernanda observó el volcán Cassini, el cual se elevaba muy cerca del cristal del invernadero.

―En efecto ―dijo ella―, no emana mucho calor, dudo que esté activo.

―Tomaré lecturas de la temperatura desde lo alto del cráter ―dicho esto, Sarik trepó a uno de sus deslizadores y se fue por el borde del domo hasta quedar justo por encima del volcán. Tomaba lecturas de la temperatura cuando, de pronto, el crujir del cristal puso en alerta a todos. Alrededor de Sarik, el domo se rompía lentamente.

―¡Oh por dios! ―exclamó Fernanda―, ¡Sarik, sal de ahí!

Pero no hubo tiempo de nada, sólo vieron horrorizados cómo Sarik cayó en picada hacia el cráter. Fernanda, instintivamente, hizo que el calor del cráter se intercambiara por el del exterior. Quedaron entre un calor sofocante, observando hacia el volcán. En ese momento, el teléfono de Juventino timbró.

―¡Es Sarik! ―exclamó con alegría. En la pantalla del teléfono apareció el rostro de Sarik, muy pálido.

―Logré crear un campo magnético que me salvó de la caída, pero ―dijo jadeando―, ¿qué creen?, ¡aquí no hay lava! Era agua hirviente color naranja y al fondo puedo ver una compuerta. Aunque ahora el agua está fría. Fernanda, ¿acaso tú…?

―Lo hice sin pensar ―Fernanda suspiro con alivio―. Creí que habías muerto.

―Afortunadamente estás bien ―dijo Juventino―. Ahora es mi turno. Fernanda, te introduciré por el agua del volcán y no tienes que hacer otra cosa más que sentir el clima a tu alrededor. Sarik, será mejor que salgas de ahí, el agua no debe tardar mucho en calentarse de nuevo y si te quedas, te cocinarás al vapor.

Sarik salió flotando, yendo hacia el caluroso valle donde estaban sus compañeros. Juventino dibujó un círculo con su mano y frente a ellos apareció una especie de ventana que les dejaba ver el interior del volcán.

―Sólo camina hacia la ventana ―indicó Juventino―, será como su estuvieras ahí.

Fernanda caminó hacia ese mundo virtual, sumergiéndose en el agua. Su cabellera flotaba como si realmente estuviera ahí, podía sentir como aumentaba el calor a su alrededor sin que dañara su cuerpo. Lo primero que encontró fue la fuente de energía de aquel volcán falso, era una caldera que se alimentaba de la lava del interior de la luna. Caminó por varios minutos hasta llegar a la cámara que indicaba el mapa.

―La encontré ―dijo Fernanda―, no hay alarmas ni nada parecido. ¿Ahora qué?

―Mis realidades virtuales sólo sirven para explorar, pero no para cambiar la realidad ―explicó Juventino―. Necesitamos de Karsten, con la seguridad de que no hay alarmas, podemos arriesgarnos a entrar.

La máquina no era ni por menos impresionante, era un oscilador del tamaño de una caja de zapatos, el cual estaba conectado a un tableo electrónico el cual Sarik no tuvo problema en hackear. Desconectaron la máquina y se preparaban para revisar si había algo más en la cámara cuando recibieron un llamado de Gabriela, quien se había quedado en el viejo apartamento de Fernanda.

―¡Deben regresar! Parece que alguien en Mayab descubrió la apertura del portal. Detectaron que hace dos horas enviaron una señal hacia Ío, quizá con órdenes de buscarlos y apresarlos.

Rápidamente, Karsten creó un portal que los hizo volver al departamento de Fernanda. Gabriela estaba completamente concentrada en captar la señal que venía desde la tierra, la cual llegó una hora después, pero su codificación era extraña, no era ni mensaje ni video, eran simplemente una serie de códigos.

―¿Para qué es esto? ―preguntó Gabriela. En ese momento, un sonido agudo timbró desde la tableta de Sarik, él la encendió y vio el mapa que les había entregado el doctor Tovar. Justo en el centro de la ciudad, había un punto rojo que titilaba.

―¿Qué significa esto? ―pero la respuesta llegó a Sarik cuando sintió una vibración en el suelo, un movimiento que aumentaba en intensidad.

―¿Está temblando? ―preguntó Juventino, temeroso.




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