Muthaes Ii. La nueva tierra

La ciudad fantasma

El senado discutió esa misma noche el plan de defensa. La mayoría permanecerían en Heiwa defendiendo la ciudad mientras una comitiva iría en busca de Gates para detenerlo.

Dos días después, Joe y Nayelli se preparaban con un pequeño batallón para subir a una nave, cuando Fernanda se acercó a ellos.

―¿Qué es lo que quieres? ―preguntó Joe, adoptando una posición defensiva.

―Sé que ustedes buscarán a Gates ―dijo Fernanda―, y quiero ayudar.

―Tú te quedarás en el bosque, enfrentarás a los ciborgs.

―No, Joe, yo…

―¡Es una orden! ―gritó Joe―. ¡Tú! ―Joe señaló a Edith―, lleva a este estorbo al bosque.

―¡No soy útil en Heiwa! ―gruñó Fernanda―. ¡No habrá bombas que…!

―Debes aprender ―Joe le golpeteó con el dedo en su pecho―, que cuando doy una orden, esta debe ser obedecida.

Joe se echó a caminar, mientras Edith la detenía por el brazo. Fernanda le gritaba, acusándole de ser visceral, cuando Nayelli se paró frente a ella.

―No creas que él eligió a su batallón a la ligera, ambos estudiamos el futuro probable y determinamos los mejores escenarios. Recuerda el don básico de Joe. Gracias a su memoria genética, el conocimiento de cientos de soldados corre por sus venas. Para fortuna nuestra, Joe parece venir de un fuerte linaje de guerreros, así que no dudes en su instinto, si alguien nos puede llevar a la victoria, es él.

Fernanda frunció los labios. Edith la volvió a tomar del brazo y se alejó con ella. Ambas se perdieron en el bosque que rodeaba la ciudad.

Joe subió a su nave con un batallón de sólo 9 personas. Emprendieron el vuelo por encima de las nubes y una vez arriba, encendieron un dispositivo de detección termoeléctrica y en pantalla observaron una serie de luces.

―Tenías razón ―Nayelli señaló los puntos de luz―, vienen por tierra, y por lo que veo usan las habilidades de Fernanda para encontrar nuestra ciudad.

―Imaginé que eso harían ―respondió Joe y volteó a mirar a Gabriela―. Si conozco bien a Gates, él querrá comandar todo el ataque. Es momento de que te esfuerces a lo máximo.

―Cuenta conmigo, Joe. ―Gabriela no se notaba muy segura de sí, pero no dudó en concentrar su mirada en una computadora. En la pantalla aparecían y desaparecían algoritmos con tanta velocidad que ni siquiera daba tiempo de leer nada.

―Están a un minuto de irrumpir en la ciudad ―comentó Nayelli.

―Ya casi lo tengo ―respondió Gabriela.

―Karsten ―Joe abrió un portal en la nave y al otro lado apareció Karsten―, las tropas están por llegar a la ciudad. Dile al maestro que esté alerta.

―Enterado.

―Treinta segundos ―dijo Nayelli.

―No me pongas más nerviosa, Naye ―dijo Gabriela.

―Diez segundos.

―¡Lo tengo! ―Gabriela dio un salto―Joe, estamos listos.

―Los ciborgs han dado al fin con la ciudad, Karsten ―dijo Joe―. Prepárense.

―Estamos listos. Suerte, amigo ―y Karsten cerró el portal.

Karsten volteó a ver a Romanoff, quien observaba la ciudad desde lo alto de una montaña.

―¿Está seguro de esto? ―le preguntó.

―Sé que lo lograremos ―Romanoff miró a Nadia, quien estaba parada justo a su lado―. ¿Estás lista, querida?

―Estoy lista.

―Tenorio, ¿ya está todo preparado?

―Listo.

―Karsten, prepárate para crear portales a lo bestia ―dijo Romanoff―. Los demás, a sus posiciones.

Gates estaba en un centro de comando, observando a la ciborg idéntica a Fernanda, quien se cuadraba ante su imagen.

―¿Ven algún movimiento en la ciudad? ―preguntó Gates.

―Hemos detectado fuentes de vida dispersas en la ciudad, general.

―No están preparados ―Gates sonrió, satisfecho―, seguramente no sospechan que ustedes ya están ahí. Prepárense, será un ataque sorpresa. Recuerden, Jason y esa noviecita suya deben ser capturados con vida, del resto preferiría que los hicieran prisioneros, pero si les dan muchos problemas, no duden en matarlos. Sin embargo, si ven a Albert Romanoff, asesínenlo de inmediato.

El ciborg se cuadró de nuevo y dio la orden. Todo el ejército de Gates se fue a hurtadillas por entre las calles apenas iluminadas. La ciborg Fernanda rodeó un edificio de laboratorios, que era donde más personas detectaba y, junto con otros 15 soldados, entró sigilosamente.

―Todos a sus puestos, a mi señal.

Los ciborgs esperaron pacientemente. Con combinación de dones robados que tenían de Fernanda eran capaces de ver dónde había personas.

―Listos señores ―el ciborg Fernanda levantó su mano―… ¡Ahora!

Tres de sus soldados se acercaron a la puerta llevando un artefacto explosivo que dejaron justo en la entrada y se alejaron corriendo. La bomba fue detonada al mismo tiempo que se escuchaban golpes y cristales rompiéndose en otros puntos de la ciudad, indicativo de que todas las tropas habían iniciado el ataque simultáneamente. La ciborg Fernanda dio la orden y todos sus soldados entraron corriendo hasta una sala en donde encontraron a Romanoff con algunos otros muthaes. No dieron pie a nada, la ciborg Fernanda tocó el suelo y envió una fuerte ráfaga de calor hacia el centro de la sala, provocando una fuerte llamarada que envolvió a Romanoff. Sarik logró saltar al techo, pero otro de los ciborgs saltaba hacia él, dando golpes que Sarik evadía con dificultad, y cada golpe era tan fuerte que el techo iba cayendo a pedazos. Al otro lado de la sala, Dalia intentaba salir por una puerta trasera, entonces otro ciborg hizo estallar una ventana, haciendo que los trozos de cristal fueran hacia ella.




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