Muy profundo

Capítulo I

El cOMienZo




—¡No me puedes hacer eso, mamá! —Lloré aún con más
ganas, en la sala de aquella casa en la que viví casi toda mi vida.

—Mi amor, no te pongas así… Es una gran oportunidad, sabes lo que he luchado para llegar ahí… No te obligaré a nada. Solo piénsalo. Regresarás en un año si lo deseas, pero dame este tiempo. —La miré entre sollozos. No quería, no, no y no. ¡¿Qué haría yo en ese horrible lugar?! ¡¿Qué?! Quedaban unos meses para terminar el instituto. ¿Cómo iría hasta allí? No conocía a nadie. Hacer nuevos amigos, adaptarme a las normas de la nueva escuela, las tutorías… ¡No!

Mamá subió a su habitación un tanto decaída. Nunca discutimos. En general hemos tenido una relación fácil a pesar de mi edad. Sin embargo, esta vez era muy difícil mantenerme indiferente. Hacía unas horas, mientras cenábamos, me dio la «gran noticia»: la habían ascendido nuevamente. El cargo era de mucha mayor relevancia, y el sueldo ni se diga. ¿El problema? El problema radicaba en que era al otro lado del país: Myrtle Beach, Carolina del Sur. Absurdamente lejos de mi vida actual. Sin poder evitarlo y sin ser una chica tendente al drama, lagrimeé muchas horas sin moverme, ahí, en ese sitio que tanto amaba.

Al día siguiente por la noche, y después de horas tristísimas que pasé sollozando con mis amigos, ella entró a mi habitación. Casi no ingerí nada en la cena y sabía que no había dormido bien.

—¿Podemos hablar? —Asentí limpiándome la nariz con el pañuelo desechable; jamás me había sentido más impotente, confundida y perdida. No obstante, era mi madre, nada le podría negar y, aunque me dolía como mil demonios, sabía que no tenía opción, no desde que me lo dijo—. Si no puedes con esto... —Cerró los ojos colocando una mano sobre mi pierna—. Lo entenderé. No me iré sin ti, no cuando nos queda tan poco tiempo juntas. —Negué con tristeza conteniendo el llanto por milésima vez ese día. Dios, qué molesto era tener todo el tiempo ese maldito nudo en la garganta.

—Iré. —Casi fue en un susurro y con nada de convicción. Mi madre me miró asombrada, perpleja.

—¿Lo dices en serio? —No daba crédito a mis palabras.

—Sí, es un año. Pasará rápido, ¿cierto? Yo… tampoco quiero separarme de ti y esto… siempre fue tu sueño. —Sus brazos se enroscaron alrededor de mi cuerpo, agradecida, mientras yo sentía que me aventaba al precipicio sin ver.

—No te arrepentirás, mi cielo. Te lo juro. Es un lugar muy bello, con mucho turismo; hay mar también. ¡Dios, gracias, muchas gracias! No tienes idea de lo que significa esto. —No sabía para ella, aunque lo imaginaba, pero para mí: era un cambio total de vida, comprendí mordiéndome el labio, mirando mi habitación aún envuelta en su cuerpo. Suspiré deprimida. Lo hacía por ella, porque la amaba más que a nada. Sin embargo, la decisión hizo sangrar mi corazón de una forma desconocida a pesar de que mis amigos, tristes también, me aconsejaron hacerlo. Gracias a la tecnología, no sería difícil seguir en contacto. Además, irían a visitarme, y yo, a mi vez, también les visitaría. Diez meses no eran el fin del mundo, y sí un viraje total en la vida profesional
y personal del ser más importante para mí.

Nací en México, para ser más exacta en Monterrey, Nuevo León. Mis padres se separaron cuando era aún muy pequeña.
Ni siquiera tengo recuerdos de haber compartido el mismo techo con los dos algún día. Así que para mí su separación no ha sido tan complicada o, mejor dicho, nada.

Cuando cumplí seis años, a mi madre, Irina, que estudió Turismo, se le presentó una oferta de trabajo que no pudo resistir. Luchó incansablemente para que algo así sucediera. Sin embargo, el problema radicó en que era en Los Ángeles, California, en una agencia de viajes llamada Travel and Scape, muy conocida en el sur del país. Mi padre: Leonardo, la apoyó, permitiéndole que me llevara haciéndose responsable de mis gastos y bienestar, como siempre. Ahí hemos vivido los últimos doce años. Ella ha ascendido en puestos. En ese momento era la responsable de desarrollar los nuevos proyectos, y amaba con locura a lo que se dedicaba, tanto que no dudó en cambiar su residencia por lo mismo. Y yo… yo no la detendría.

Lo cierto es que no he tenido una vida difícil, complicada, llena de problemas. Al contrario, he sido feliz y estoy muy agradecida por ello.

La escuela a la que me inscribió estaba a unos diez minutos de la nueva casa, ubicada en un lindo barrio del Condado de Horry. Algo a favor dentro de tanto cambio.

No dejaba de pensar mientras caminaba rumbo a mi nueva vida en lo increíble que era encontrarme ahí, en lo triste que fue dejar lo que hasta ese momento era mi entorno, mi mundo, y en lo desesperadamente sola que me sentía sin mis mejores amigos, sin el asombroso ruido de la ciudad, sin… todo lo que me había acompañado siempre.

Tuve varias fiestas de despedida. Millones de cartas rogándome regresar cuando pudiera. Una lista interminable de correos electrónicos a los que prometí responder cuanto antes. Dios, todo era tan gris, o por lo menos así lo sentía. Aunque debo admitir que, una vez tomada la decisión, no me dediqué a
quejarme, lo asumí e intenté poner buena cara… Aún así, cuando mi madre no me veía, lloraba en compañía de los chicos hasta que casi quedaba deshidratada. Me dolía mucho dejarlos, me dolía mucho todo.

Esa mañana desperté muy temprano. Los nervios en realidad no me dejaron dormir en absoluto, así soy yo, de sueño ligero. Desayuné cereales, mientras mamá caminaba nerviosa de un lado a otro. Ella y yo somos muy similares, así que difícilmente teníamos problemas, excepto cuando insistía en que le contara lo que me pasaba con todo lujo de detalle y yo, que suelo ser algo reservada, poco detallista, no la podía complacer. Eso le pone los nervios de punta, aún ahora.

Como buena madre quería saber todo sobre mí, y yo pienso que sabe lo más importante, solo que dar detalles es algo que me fastidia. Ambas leemos mucho, disfrutamos viendo películas románticas con un gran tazón de palomitas y helado a un lado y vivimos nuestras vidas entre semana sin coincidir hasta la cena. Siempre la esperaba con la comida ya preparada y ella se encargaba de recogerlo todo después. Nuestra organización siempre fue perfecta.



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En el texto hay: romance, amor, amores de instituto

Editado: 17.04.2020

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