Muy profundo

Capítulo III - Inesperadamente Deseado




Aventé mis cosas en el sillón, me dirigí a la cocina, serví un poco de agua en un vaso y me la tomé con dificultad. ¡¿Qué diablos fue todo eso?! Aún podía olerlo, sentirlo sobre mí. Su presencia me inquietaba, su cercanía me ponía a mil. ¿Era normal? Acaso Liam… ¿Me gustaba? No, eso no podía ser. Aunque nunca había sentido algo siquiera similar con alguien, siempre tuve chicos cerca y solo con él sentía que el corazón se me saldría por la boca, que miles de hormigas caminaban como desquiciadas por todo mi cuerpo, que mis terminaciones nerviosas, mis neuronas, cada una de mis células, despertaban cuando estaba cerca. ¡Maldición!

No sé cuánto tiempo permanecí ahí, cavilando, sintiendo que no podía dar un solo paso ya que mis piernas eran gelatina. Escuché cómo se estacionaba el auto de mamá, ojeé el reloj distraída. ¡Agh!, lo que me faltaba, no había hecho nada de cenar. Estuve con Liam y en la cocina más de lo que pensaba, ni siquiera me di cuenta. Bufé.

Corrí hacia el baño y me observé en el espejo. Tenía las mejillas completamente encendidas. Me eché agua deprisa; sentía mi rostro hirviendo.

—Hola, mi amor. —Notó que la estufa estaba vacía. Sonrió divertida—. ¿Quieres que vayamos a cenar? —Asentí entusiasmada—. Bien, me doy un baño y nos vamos.

Subió las escaleras, evaluándome. Cuando ya no pudo seguir haciéndolo, me acerqué al sillón y me aventé en él. ¿Qué me estaba pasando? Tomé bocanadas de aire varias veces porque deseaba dejar de sentir esa sensación de compresión en los pulmones. Después de varios minutos, funcionó.

Cenamos, en un restaurante que le habían recomendado a mi madre.

—¿Sabes? Llevo días notándote algo diferente… —soltó. Un segundo después bebió de su vino.

—Seguro que son los cambios. —Enseguida su mirada se tornó triste. Puse una mano sobre la de ella, sonriendo—. Mamá, no te preocupes, estoy bien, de verdad. Tengo nuevos amigos, la escuela me gusta, todo va mejor de lo que esperé… —No le mentía, en serio lo pensaba.

—¿De verdad, Kyana?

—Sí, no te preocupes tanto. Disculpa mis cambios de humor, es solo que a veces… extraño… Eso es todo…

—Lo sé, mi amor. No puedo evitar pensar que no debí aceptar el trabajo.

—¡Ey! Ya no digas eso… Estamos juntas, ¿no es así? Eso es lo importante.

—Eres a veces tan madura… —susurró con los ojos anegados. Agité su mano para que me viera de nuevo, odiaba que se sintiera mal. La adoro por encima de cualquier cosa.

—No es eso, es solo que te quiero —No aguantó más, con lágrimas en los ojos se levantó y me abrazó fuerte. No tenía una sola queja respecto a ella; era comprensiva, prudente, inteligente y muy condescendiente conmigo. La admiraba por lo lejos que había logrado llegar y por jamás darse por vencida.

—Bueno, bueno… Andamos muy melancólicas —dijo sonriendo y volviendo a sentarse en su sitio—. ¿Qué planes tienes para mañana, mi amor? —Me preguntó, llevándose el fetuccini a la boca. Le comenté que iríamos a la playa, de nuevo—.
Suena divertido. ¿Sabes?, Ralph, uno de mis compañeros de proyectos, me invitó a comer. No quería aceptar hasta consultarlo contigo. —Estaba ruborizada. Ya la había escuchado hablar de él, pero jamás pensé que le interesara.

—¡Oye, eso es fabuloso!

—¿De verdad lo crees? —Continuó sin que pudiera contestarle, como era su costumbre—. Es divorciado y su exmujer vive en Utah. Creo que podríamos ser buenos amigos… —Lo decía para ella, así que no respondí, me gustaba verla así. Un par de pretendientes le había conocido, así que me entusiasmó que pudiera encontrar a alguien con quien compartir su vida, salir, pasear, divertirse.


Ray pasó a buscarme alrededor de las doce. Encontramos a los chicos en el mismo sitio que el fin de semana anterior. Jugaron a voleibol mientras yo los observaba, pues con el dedo fracturado no me quería arriesgar. Cuando terminaron, los hombres elevaron a las chicas para arrojarlas al mar y, aunque lo intentaron conmigo, se detuvieron al recordar por qué no había jugado ni siquiera.

Me senté bajo la sombrilla observándolos chapotear. El viento soplaba agradable y me llegaba la brisa del mar que tanto adoraba. Alcé el rostro aspirando la salinidad con deliberada lentitud.

—Al fin te dejaron sola… —Mi pulso se detuvo, podría jurar, unos segundos. Giré de inmediato sabiendo de antemano quién era. Enseguida me sentí desorientada como el día anterior. ¿Qué tenía ese chico que me ponía así? ¿Por qué me sentía atraída como un metal al imán? ¿Por qué de pronto no recordaba ni cómo me llamaba?

—No puedo entrar por… el dedo. —Estaba a mi derecha, no lo pude ver bien ya que el sol me encandilaba. Volví a fijar
la atención en mis amigos. Se veían cada vez más lejos y más
divertidos, sus gritos se escuchaban hasta ahí. Mis palmas sudaban, mi corazón martilleaba. ¡Dios, qué calor!

—Mmm y… ¿Crees que se molesten si me siento aquí? —Sabía que estaba a solo un metro de mí, no lo miré.

—Preferiría que no lo hicieras —admití decidida. Ellos no me daban tanto miedo como lo que sentía cada vez que lo tenía cerca. Le importó un rábano y lo hizo justo donde estuvo de pie. Me giré molesta. No llevaba las lentes de sol y me miraba fijamente. Me quedé sin aliento.

—Siento lo que ocurrió ayer. —Desvié de nuevo la mirada al mismo tiempo que me mordía el labio. Odiaba hacerlo, pero jamás lo había podido evitar: si era presa de alguna emoción descontrolada, hacía aquello—. Eso lo haces cuando te pones nerviosa, ¿no es cierto? —conjeturó. Sentí que un rubor se plantaba en mis mejillas—. ¿Sabes? No deberías hacerlo… —Tenía de nuevo la voz ronca. Seguí ignorándolo, pero no sirvió de nada y él continuó—. Kyana, no te caigo nada bien, ¿verdad? —Bajé la vista hasta la arena y comencé a jugar con ella—. No comprendo por qué… Sé que el primer día que nos conocimos fui algo…

—Pedante… —completé por él la frase.



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En el texto hay: romance, amor, amores de instituto

Editado: 17.04.2020

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