My Angel

Capítulo 19. Planes.

JungKook.

Ese chico no me agrada.

No me agrada como le sonríe a Jhoath.

No me agrada el modo en que la toca.

No me gusta que esté cerca de ella.

He conocido los celos, sé cómo se sienten, pero estos celos parecen quemarme vivo. Cuando los vi juntos fuera de la escuela, riendo, sonriendo, abrazándose, sentí que, en cualquier momento, saltaría sobre él y le daría una golpiza, pero eso sólo haría que Jho se alejará más de mí, y no quiero eso, estos días sin ella han sido un asco.

Para animarme un poco, fui al centro comercial a comprar pinturas, carboncillo y lápices, de tanto que he estado pintando, las he agotado. Caminaba de manera tranquila por los pasillos, pensando en el tiempo que me tomaría terminar mi último cuadro, cuando una silueta no muy lejos de mí, llamó mi atención.

De inmediato la reconocí, era Jhoath. Mi primer impulso fue acercarme, pero sabía que me rechazaría, y según lo que me aconsejaron los chicos, debía de darle tiempo, sobre todo, para que Min Ho descubriera que es lo que sucedía. Iba a alejarme, pero ver sus hombros sacudirse me hizo detener y olvidar todo, porque cuando me quise dar cuenta, ya estaba caminando hacia ella.

Al ver sus mejillas húmedas, sus labios apretados y sus manos en puño, se me partió el corazón. ¿Dónde está la chica fuerte que conocí? Ahora, sólo veía a alguien débil, frágil y muy lastimado. Me agaché frente a ella, esperando no recibir un golpe por acercarme, pero valía la pena el peligro, si descubría que la tenía tan desecha.

–Jhoath, ¿estás bien? –pregunté, haciendo que sus ojos se abrieran y me mirará con esos bonitos ojos marrones.

Nunca había visto tanto dolor, decepción y tristeza en ellos, fue como si me viera en un espejo, porque alguna vez, yo estuve así de destrozado por alguien. ¿Quién te ha lastimado ahora, Ángel? Poco duró esa mirada, porque en un parpadeó, esa mirada se tornó en una fría y turbia, haciéndome estremecer ante el cambio.

–¿Qué haces aquí? –preguntó de manera seria.

–Yo pregunté primero –dije de manera firme.

Debía ser de ese modo, o dejaría escapar la oportunidad de recibir y dar una explicación.

–Estoy bien, no tienes que preocuparte por mí –manifestó ella.

–¿Quién te ha hecho llorar? –pregunté de inmediato, antes de que cambiará el tema o decidiera alejarse.

Al ver que quería evadir mi mirada, alargué mi mano para tomar su mentón, pero Jhoath fue más rápida, porque esquivó mi movimiento. No pude evitar sentir un dolor intenso en mi pecho, fue como si quisiera alejar toda clase de contacto entre nosotros.

Todo cambió cuando me pidió que la dejará sola. ¿Cómo podía pedirme eso, luego de todo lo que pasamos juntos? Iba a comenzar a dar explicaciones, a hablar hasta que ella me callará o se fuera, pero él me interrumpió.

Nunca creí que llegaría a odiar a una persona.

El modo en que la llamaba. El tono despreocupado hacia su estado. La burla en sus palabras. ¿Alguien podía llegar a ser tan insensible? Por mi cabeza, pasó la idea de que fuera él quien le hizo daño. De inmediato me tensé, comenzando a sentir la furia cubrir mi cuerpo.

No dejaré que nadie lastimé a MI Ángel.

Me enfrenté a ese imbécil, sin tener la menor idea de si era más fuerte que yo, sin saber qué es lo que podría hacerme, porque no me importaba, protegería a mi ángel con mi vida. Cada palabra que decía, hacía que mi sangre hirviera, hasta que Jhoath nos separó. Me ofendí cuando me pidió que me fuera.

¿Acaso estaba loca? ¿Acaso… le gustaba este tipo? Oh, eso me hizo enfurecer demasiado, quería hacerla a un lado y golpearlo hasta que mis nudillos sangrarán, hasta desaparecer esa mueca burlona, hasta extinguir su existencia, pero el sonido de la voz de Jhoath, rota por el llanto, me hizo detener. Ahí fue cuando me di cuenta de todo.

No fue ese tipo quien le hizo daño, fui yo. Yo con mis palabras. Yo con mis acciones. Yo con mis dudas. Me sentía tan abatido, tan miserable, que irme parecía la mejor opción, y tal vez, la única para dejar de herirla. Le hice una advertencia al imbécil, caminando lejos de ellos.

Cuando me di vuelta, mis sospechas se confirmaron. Jhoath abrazaba con fuerza al imbécil, mientras él acariciaba su espalda de modo lento y dulce, queriendo consolarla. Fui yo quien la hirió. Fui yo quien la hizo llorar. Fui yo el culpable de su tristeza y dolor.




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