My Angel

Capítulo 27. Un día agridulce.

Jhoath.

–Hola, papá. ¿Qué tal has estado? –pregunté, mirando con atención, la fotografía de mi padre –. Lo sé, este ritual siempre lo teníamos en casa, pero ya no estoy allá.

» Por ahora, cambié la lápida en Londres, por los arboles de cerezo en Corea. Lo sé, son tus favoritos, por eso estoy aquí –murmuré, con la voz temblorosa, sintiendo un nudo en mi garganta –. No sabes cuánto te extraño, papá.

» Hay días en los que tu ausencia pesa tanto, que no sé qué más hacer, pero no será algo que me haga caer, tú me enseñaste a ser fuerte. Te agradezco todas tus enseñanzas, papá, todo tu amor y todo tu apoyo, es algo que siempre llevaré en mi mente y corazón.

» Como sabes, ya no estamos solas. Al mudarnos aquí, creí que sería una ciudad más, una escuela más, pero fue, probablemente, la mejor decisión que pudimos tomar. Mamá creció en su trabajo, Lina encontró a su primer amor, y yo, yo encontré el amor.

» Lo sé, papá, no creerías que existe alguien digno para tu ángel –mencioné entre risas, limpiando un poco la humedad en mis mejillas –, pero JungKook lo es. No quiero sonar como loca, pero siento que nuestros destinos ya estaban conectados.

» Creo que lo salvaste, porque sabías el tipo de hombre en el que se iba a convertir. No agradezco tu muerte, papá, pero por primera vez, puedo decir, que tu sacrificio valió la pena –expresé, acariciando con cariño, la fotografía.

» Descansa en paz, papá, tu familia estará bien, somos fuertes, nos cuidaremos y te haremos sentir orgulloso. Gracias por todo, te amo –murmuré, besando la fotografía, llevándola a mi pecho.

–Esas fueron unas muy bonitas palabras –dijo una voz femenina, haciendo que me sobresaltará. 

Frente a mí, estaba Carol González, vestida de manera casual, pero sin perder ese toque de elegancia que la caracteriza.

–¿S-señorita González? ¿Qué hace aquí? –pregunté confundida.

–¿A quién?

–A ti –respondió de manera firme.

–¿A mí? ¿Por qué?

–Porque no quieres estar sola en el aniversario de muerte de tu padre.

–Nadie quiere pasar solo el luto –murmuré. Ella se sentó a mi lado, mirando los arboles de cerezo.

–A ti nunca te gusto la soledad, sólo que eras lo suficientemente terca para admitirlo.

–¿Cómo sabes eso? ¿Cómo es que me hablas, como si me conocieras? ¿Quién eres, Carol González? –cuestioné a la defensiva. Ella sonrió levemente, alzando su muñeca derecha.

–Hace algún tiempo, alguien fue lo suficientemente terco para ser mi amigo. No importa cuántas veces lo rechacé, cuantas veces me negué, siempre supo cómo iluminar mi vida, como hacerme sonreír.

» Esa persona me regalo algo tan cursi, como sólo un dije de la amistad puede ser, algo que conservo a pesar del tiempo y de lo ridículo que es, pero que me ayuda a no olvidar, lo que esa persona hizo por mí –respondió, ladeando la cara hacia mí –Dime, ¿te parece familiar la historia?

–N-no... n-no es posible... –murmuré, casi sin habla –¿J-Jessica? ¿J-Jessie... eres tú? –pregunté en un susurro. Carol dio una risa seca.

–Eres la primera persona que me ha llamado así, al menos desde hace seis años.

–P-pero tú... tú moriste.

–A veces, la única salida es la muerte, pero afortunadamente, hallé una manera de huir de mis demonios –murmuró, quitándose la bufanda, dejándome ver una marca en su hombro –. ¿Sigues estando segura de mi muerte?

–¡No puedo creerlo! –grité, cubriendo con una mano mi boca –¡Eres tú! ¡De verdad eres tú! –chillé, lanzándome para abrazarla.

–Estoy aquí, estoy aquí –murmuró, acariciando levemente mi espalda.

–¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué me hiciste creer que te habías ido para siempre? –pregunté molesta.

–Me sentía acorralada, Jhoath, no podía seguir soportando esa vida.

–Pero no tenías que mentirme.




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