Zed
—¡HIJO DE MIERDA!—grito, cuando logro salir de esa casa.
La rabia corre por mis venas, maldito Trevor. Todo mi sufrimiento comenzó con él ¿No era suficiente el que me causa mi padre? Mis ojos están aguados por la rabia que tengo.
Cada vez que lo veo la ira se apodera mí, lo odio. Maldigo mil veces haber venido a esta puta fiesta; si tan solo hubiera preguntado de quien era. Él es el maldito culpable de mi sufrimiento en el pasado y también puede ser la causa de mi sufrimiento en el futuro.
—¡ERES UN IMBÉCIL TREVOR!—vuelvo a gritar.
Comienzo a caminar hacia dónde está mi moto, pero soy interrumpido por alguien que grita mi nombre.
—Zed—Zara, se encuentra a unos pasos de mí—espérame—ella se acerca a donde estoy y se para al frente de mí.
—¿Qué te paso? te he estado llamando y no me contestabas. Me empujaron unos idio…—Ella levanta la vista y me mira la cara— ¿Qué diablos te paso? parece que fueras a llorar. ¡Zed!
contesta.
—No es nada—digo alejándome un poco de ella para acercarme a la moto, pero soy interrumpido otra vez, ya que me agarra el brazo.
—Como que no es nada—dice haciéndome girar para que quede otra vez frente a ella—escúchame bien Zed, sé que algo te pasa y me dirás que es. Pero primero iremos a tu casa, te relajaras y me dirás por qué maldecías a Trevor.
***************
Apenas llegamos a mi departamento Zara me mando a bañar, ya que olía a cerveza y no porque tomara, sino que unos estúpidos borrachos la derramaron en mi suéter por andar con sus pendejadas. También me pidió permiso para cocinar algo. Se parece a mí mamá de mandona.
Cuando ya estoy limpio decido ver que tanto hace. Está cocinando y huelo muy bien.
—Demoras más que yo bañándome—dice cuando se percata de mi presencia—siéntate.
Le hago caso y me siento en una de las sillas del comedor.
—Ten come un poco—me pasa un plato con pasta.
—Gracias—le contesto—. Pero es muy tarde para comer—son las tres de la mañana.
—Nunca es tarde para comer—contesta. Para comenzar a degustar su comida.
La imito y comienzo a comer. ¡Madre! Esta comida es a mejor que he probado.
—¿Dónde aprendiste a cocinar tan bien?—le pregunto.
—Mi madre nos obligó a Clary y a mí aprender desde pequeñas. Decía que una buena esposa debe saber cocinar bien para su marido.
—Ohhh… Valla—le contesto con un poco de pena.
—Sí, ella era todo un caso—contesta—pero no estamos aquí para hablar de mí, verdad.
—No hay problemas en hablar de ti—le contesto para esquivar el tema.
—Ni lo pienses. Tú no te escapas—dice señalándome con el tenor—aclárame una duda ¿tú ya conocías a Trevor?
—Sí—contesto.
—Lo sabía. Las miradas de rabia que le dabas y el trataba de evitarte todo el tiempo—dice—¿Desde cuándo lo conoces?
—Desde los dieciséis. Éramos amigos.
—¿Y qué paso o que hizo para que lo odies?—pregunta.
—El traiciono nuestra amistad, destruyo a mi mejor amiga—le digo tratando de controlar la ira que se está apoderando de mí, otra vez—Por la culpa de él también la perdí a ella.
Zara no reacciona, me mira como esperando que fuera una mentira. Estiro mi mano para agarrar la de ella y decirle:
—Zarita, te cuento esto porque tu querías saber. Con lo que te digo no quiero que lo odies, yo sé que el tu amigo.
Ella aleja su mano de la mía y se levanta. Comienza a caminar de un lado a otro, se detiene y me mira.
—Eso no puede ser—dice volviéndose a sentar—él puede joder, ser mujeriego, a veces un idiota. Pero jamás traicionaría a sus amigos.
—Zarita, en ocasiones las personas que más amamos nos pueden traicionar—le digo mirándola a los ojos—creo que será mejor que no hablemos más del tema por el momento. Yo no quiero dañar la imagen de él, por cosas que ya pasaron.
—Solo respóndeme una pregunta. ¿Por qué los traiciono?
—Fue por una apuesta.
***************
—Zed despierta—Zara comienza a moverme un poco—despierta.
—Ya estoy despierto—me levanto, me duele el brazo por dormir en una sola posición. Recordare en comprar un sillón más grande.
—Perdón por despertarte, ya me tengo que ir—ella se quedó a dormir y como el caballero que soy le di mi cama, mientras que yo dormí en el duro sillón.
—Espérame; me baño y te llevo a tu casa—le contesto.
—No te preocupes, ya llame
a un taxi—comenta, peinándose su negro cabello—te prepare el desayuno, está en el microondas.
—Si me sigues cocinando me voy a malacostumbrar—le digo—Zara sobre lo de Trevor, yo…
—No te preocupes, yo no cambiare con él—se acerca a mi—Zed, solo déjame recomendarte algo; habla con él, las personas nos equivocamos, tomamos malas decisiones, pero también podemos arrepentirnos. El perdón en muchas ocasiones no solo libera al culpable, sino también al que lo da.
—No es tan fácil…
—Solo piénsalo—me da un beso en la mejilla—yo sé por qué lo digo. Adiós guapo.
—Adiós, Zarita—le digo cuando se comienza alejar. Después escucho la puerta serrarse.
¿Seré capaz de hablar con Trevor?
¿Perdonarlo?