My Destiny

Capítulo 17


Tyler

 

Ya dejamos a Tany en su casa, mejor dicho su residencia; en ella viven chicas de su facultad. Aunque la casa de sus padres queda cerca, ella prefirió mudarse; sus padres trabajan mucho y eso no le agrada, pero también sabe que es necesario, ya que su carrera es muy cara y sus padres no cuentan con el dinero suficiente para darse el lujo de descuidar sus trabajos. Siempre trato de ayudarla, pero en muchas ocasiones no me lo permite, sé que es porque no le gusta que le esté regalando el dinero, pero siempre tengo esta necesidad de ayudarla como ella ha hecho todos estos años. Me demostró que es fuerte y no se deja vencer, desde el año pasado trabaja diseñando vestido, la mayoría de los estudiantes le hacen encargos, tiene un contrato con la universidad; eso la ayuda mucho en sus gastos y les quita un poco de carga a sus padres.

                                                

Zed se cambió de puesto, en el de copiloto, la cercanía me desconcentra un poco y más que estamos solo, la última vez las cosas se tornaron raras; él ha estado callado, como siempre, eso solo hace que me ponga más nerviosos, creo que lo mejor será establecer una conversación.

—Zed ¿qué lugares te gustaría
conocer?— es lo primero que se me ocurre.

—No sé ¿Qué tal vez un museo  o galería de arte?— ¿de tantos lugares quiere visitar esos?

—Me sigues sorprendiendo—confieso.


— ¿Por qué me gusta leer y el arte?


—Sí, eres la primera persona que me pide llevarlo a un museo envés de a una fiesta o algo parecido.


— ¿Y es algo malo?


—No, al contrario te convierte en una persona especial—digo.


—Todos de alguna manera somos especiales—menciona. Desvió mi vista la carretera para verlo, él está mirando por la ventana. No volvemos hablar en el resto del viaje.

Treinta minutos después ya nos encontramos en el estacionamiento del edificio, Zed baja del carro y lo imito después, ya íbamos con dirección al elevador, pero mi celular comienza a sonar, me detengo y contesto.


—Buenas tardes joven Tyler—dice la voz al otro lado del celular.


—Hola Tomas—él es el mayordomo de la casa de mi padre.


—Perdone que lo moleste, pero su padre no se encuentra bien.


— ¿Qué paso?


—Ha vuelto a tomar, esta destrozando todo lo que encuentra.


—Ya voy, vigílalo mientras llego.


—Está bien joven—cierro la llamada. Me giro y camino lo más rápido para llegar a mi auto.

Trato de controlar mi respiración, la siento agitada, sé que me espera al llegar a la casa; arranco el deportivo y salgo a la calle, las cuales estaban llenas.

Me tomo una hora llegar a mi destino, respiro profundamente antes de bajarme del auto. Me dirijo a las grandes puertas; la mansión de mi padre es el doble de grande que la de mi abuela. Toco el timbre, minutos después abren la puerta.

—Perdón joven por molestarlo pero ya no podía controlar a su padre—dice Tomas. Él es un señor Alto y flaco.


—No te preocupes—respondo mientras entro a la gran Mansión— ¿Dónde está?


—En el despacho—asiento y me dirijo a las escaleras, el despacho se encuentra en el tercer piso; esta es una gran mansión, llena de recuerdos, tan vacía como su tamaño. Cuando ya estoy al frente del despacho deslizo las puertas.

Toda la habitación esta destrozada; los sillones rajados, el mueble de los libros esta tirado en el suelo junto a ellos. La computadora, lápices, archivos en vez de estar en el pupitre se encuentra destrozados en el suelo. Miro al hombre que se encuentra sentado al frente de mí, tiene una botella de vodka en su mano, el me mira y sonríe.

—Mira quien se unió a la fiesta, mi querido hijo—habla mi padre, mientras se toma un trago. En nada se parece al hombre que recuerdo de niño, ese hombre era amable, feliz, no tomaba, amaba a su familia, en cambio el que este solo vive amargado, grosero, es alguien que solo trabaja y se dedica a tomar para olvidar sus penas, es alguien que ya no reconozco.

Me acerco a él para quitarle la botella, pero no me lo permite.

— ¿No crees que ya es suficiente?—le pregunto. Él comienza a reír como un desquiciado.


—Nunca es suficiente—habla y vuelve a tomar otro trago.


—Ya has tomado de más—le digo tratando de quitarle otra vez la botella, pero no lo logro.


—He dicho que no. Nadie viene a mi casa a mandarme—dice. Respiro lentamente, siempre es lo mismo. Me alejo de él y me siento en unos de los sillones que se encuentra en la esquina, uno que no esta tan dañado.


— ¿Crees que a ella le hubiera gustado verte así? —le pregunto.


—No sé y ¿sabes por qué? Tu maldita hermana la mato—habla con desprecio. Algo en mi pecho se oprime.


—Sabes que lo que paso fue un accidente—digo. Él vuelve a reír.


—la muerte de Sonia no fue un accidente, Sofía la mato—comenta. Lo mismo que ha dicho todos estos años, lo único que habla cuando estoy con él.


—Eso es mentira ¿cómo puedes hablar así? Sofía es tu hija—expreso.


—Esa maldita, desagraciada asesina, no es y nunca será mi hija, ella murió para mí el mismo día que murió tu madre—habla con rabia. Me levanto del sillón y me vuelvo acercar a él.


— ¿Por qué sigues haciendo esto? Solo logras destruirte a ti y a mí—estoy tratando de controlarme.


—Si no quieres escuchar lárgate y nunca vuelvas, eso era lo que tenías que hacer desde hace años—se levanta y quedamos frente a frente.


—no sabes cómo odio en lo que te transformaste, cuando más te necesite te alejaste de mi—una lagrima comienza a bajar por mi mejilla derecha.


—Eres un maldito desagradecido, yo te he dado todo y así me pagas, reclamándome—escupe con rabia.


—Solo haz tratado de llenar mi vacío con dinero, pero eso no es lo que he necesitado todos estos años, te necesitaba a ti, mi padre—hablo.



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En el texto hay: amistad, miedos, amor lgbt

Editado: 15.10.2021

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