Jin.
Cien días.
Han pasado cien días desde que conocí a Lina Jensen, y han sido los cien días más increíbles de mi vida. Ese almuerzo exprés en el restaurante no ha sido el único, hemos tenido muchos más, incluidos desayunos, cenas, llamadas largas, infinidad de mensajes y video llamadas hasta altas horas de la madrugada.
Sé que me propuse el no dejar de ver esos bonitos ojos color miel, y lo logré, pero ahora, tengo un problema mayor que eso: no quiero dejar de verlos. Durante este tiempo, me he dado cuenta que ella no se deja llevar por sus sentimientos, tampoco cree en las palabras vacías y siempre quiere una explicación lógica de todo, dejándose llevar por la racionalidad.
Es algo intimidante, porque es una mujer muy segura de sí misma, que no teme luchar por lo que desea y tiene metas claras de lo que quiere en su futuro, pero al mismo tiempo, me cautiva esa faceta, la manera en la que lucha por ser la mejor, como se esfuerza y sonríe cuando cumple sus metas, como no deja que nada ni nadie la detenga.
Lo confieso, estoy demasiado encantado por Lina, porque aun cuando es alguien independiente que no necesita de nadie para ser feliz, hay una persona que está dispuesta a entregar todo su corazón cuando la persona indicada llegué. El amor no es un requisito fundamental en ella, pero me ha dejado en claro que, si aparece, lo tomará con alegría.
¿Será demasiado pedir, que yo sea esa persona a la que se entregue completamente? Porque no voy a negarlo, Lina me gusta, muchísimo, y no sólo quiero su amistad, quiero su amor y su corazón. Esto ya no se trata sólo de conocer a la chica que me llamó la atención desde el primer día, se trata de conseguir su corazón con las mejores intenciones posibles, porque cuando se trata del amor, no hay fechas ni garantía.
Me levantó de la cama donde estaba acostado, reflexionando sobre mis nuevos sentimientos sobre Lina, para caminar al espejo de cuerpo completo del armario, observando mi reflejo con atención.
–Bien, Kim SeokJin, tu puedes hacer esto –me motivé, señalándome –. Vas a conseguir el corazón de Lina, vas a hacerla feliz y darle una bonita historia de amor, ¿bien? Hoy inicia la misión de conquistar a Lina –sentencié, asintiendo un par de veces.
Con ánimos hasta el cielo, tomé mi cartera, teléfono, abrigo y bufanda para salir, encontrando a JungKook en la sala, jugando videojuegos, como cada vez que hace cuando tiene tiempo libre o no quiere terminar sus tareas.
–Kook, ¿acabaste la tarea? –pregunté, llamando de manera ligera su atención.
–Me falta matemáticas –respondió distraído, sin dejar de ver la pantalla del televisor.
–¿Y qué esperas para terminarla?
–Sólo acabó el nivel y voy.
–Espero que sí. Voy a salir a comprar algunas cosas, cuando regresé, espero no verte en ese sillón, revisaré tu tarea.
–Sí, sí, sí –murmuró.
Rodé los ojos, saliendo del departamento. JungKook no es alguien desobediente, porque a pesar de que ciertas tareas se le complican, no se detiene hasta que le salga bien. Sabe que debe cumplir con sus obligaciones, es bastante responsable y trabajador, sólo que puede llegarse a distraer fácil, mas con los videojuegos.
Me hago una nota mental de pedirle ayuda a Namjoon para revisar la tarea de matemáticas, porque hay veces en que ni yo mismo la entiendo. Bajé a la calle, buscando lo que podría ser un buen regalo para un día especial como este, y por supuesto, sé que regalo puede llegar a ser ese.
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–Kook, ya regresé –anuncié, colgando el abrigo y bufanda en el perchero del recibidor, ya que más tarde los volvería a usar.
Tratando de calentar mis manos, caminé a la sala, para buscar a mi hermano que no contestó mi saludo. El frio de Londres es bastante fuerte, no tanto como Corea, pero si suele sentirse fuerte cuando no te cubres bien. Encontré a JungKook agachado en el refrigerador, como si buscará algo.
» ¿Qué haces ahí? –le pregunté, llamando su atención.
Se giró a verme, mirándome con ojitos tristes. Si de algo estoy seguro, es que los ojos de JungKook son demasiado expresivos. Son grandes y redondos, como de un venado y tan brillantes como una galaxia entera. Puede ser capaz de esconder sus emociones en sus facciones, pero sus ojos siempre van a gritarlas, sin importar lo fuerte que sean.
–Se acabó mi leche de plátano –se quejó, haciéndome reír a carcajadas –. No te rías de mí –masculló molesto.
–Ay, Kook, es que debiste ver tu cara, fue épica.
–No me importa, voy por mi leche –dijo, cerrando el refrigerador, intentando pasar por mi lado.
–Oye, tampoco es para que te pongas así. Sabía que tu leche ya se había acabado, así que compré más –mencioné, alzando una de las bolsas de compras que tenía. Los ojos de JungKook brillaron tan bonito, que me sentí como un ganador.
–Gracias, Hyung, eres el mejor.
–No necesitas alabarme para que te la dé.
–No lo dije por eso, lo hice porque es cierto.
–En ese caso, gracias.