Lina.
–¿Quién fue? –pregunté enojada, entrando en los cubículos donde estaban mis compañeros.
Sé que me escucharon y vieron, pies sueltan risitas y miradas cómplices entre ellos, lo que está agotando la poca paciencia que poseo ahora mismo.
–Les hice una pregunta, contesten ahora –exigí, apretando la mandíbula.
–Angelina, ¿qué modo de hablarnos es ese? ¿Qué te pasa? –preguntó la líder de la bola de estúpidos.
–Pasa que sus reportes son una burla ¡Todo está mal! Hay hojas incompletas, datos que no cuadran y un desorden inmenso. ¿Cómo se atreven a entregar esto, tan cerca de cierre de mes? –cuestioné, lanzando la carpeta en su escritorio.
Rachel, que es como se llama, tomó la carpeta, dándole una mirada, revisando las cosas que mencione, alzando la mirada y sonriendo “inocente”. Odio esa sonrisa suya, significan malas problemas.
–Yo veo que todo está bien, no hay ningún problema.
–¿Disculpa? ¿Lo dices en serio?
–Por supuesto.
–Mira, Rachel, no tengo el tiempo ni humor para tus estupideces. ¿A esto le llaman un buen trabajo? Es una porquería, no hay sentido, limpieza ni cuidado, es un caos
–¡Oye! No puedes decirnos eso –se quejó su amiga, Jocelyn –. Nosotros hemos estado más tiempo que tú, sabemos cómo hacer un reporte de calidad, que no cumpla con tus requisitos absurdos no es nuestro problema.
Su irritante, enfermiza y ruidosa risa de hiena fue lo último que escuche con claridad, porque en mi mente estaba un lento y claro conteo que estaba llegando a su fin.
Cinco.
Cuatro.
Tres.
Dos.
Uno.
Fin del conteo, es hora de destruir.
–¡Cállense todos! –grité, azotando la palma de mi mano en su escritorio, silenciándolos como era mi objetivo –. No voy a seguir tolerando sus faltas de respeto, tampoco sus burlas y mierdas de trabajo. Se acabó, son idiotas si creen que voy a seguir tolerándolo.
–Idiota, ¿quién te crees que eres para hablarnos así? –cuestionó Rachel enojada.
Soy su jefa, puedo y voy a exigirles que me entreguen un trabajo decente, de lo contrario, me las van a pagar todas.
–No nos amenaces, perra –siseó Jocelyn.
–Silencio, Jocelyn, que en realidad no han visto lo perra que puedo ser, y les advierto, que no saldrás vivos de conocer esa faceta mía –les advertí, mirándolos con fijeza –. Quiero esos reportes bien hechos en dos horas en mi escritorio, de lo contrario, cada minuto de retraso será un descuento de su salario.
–¡Eso no es justo! ¡No puedes hacernos eso! –se quejó uno de ellos.
–Puedo y voy a hacerlo, a menos que se apresuren, Recuerden, el tiempo corre.
–Esto no se quedará así, voy a quejarme con Recursos Humanos –juró Rachel, haciéndome sonreír.
–Hazlo, también me quejare, tengo una lista larga –fue todo lo que dije, dirigiéndome a la oficina que me dieron cuando ascendí de puesto.
Me encerré en ella, agradeciendo que estuviera un poco alejada de su vista. Diría que es la primera vez que me hacen esto, pero no es cierto. Estos meses han intensificado sus molestias, en especial, bobadas como no entregar su trabajo completo, lo que me desquicia y hace trabajar de más. Ya olvidé cuantos días me he quedado trasnochando para terminar su trabajo, llegando más tarde, de mal humor y cansada.
He reportado ese comportamiento con mis superiores, por desgracia, cuando ellos van a hablar, fingen ser unas blancas palomas que no hacen nada, jurando que no volverá a suceder. Se ha llegado al punto de no saber qué hacer, pues cambian, vuelven a hacer sus estupideces y son regañados, empezando de nuevo ese círculo que de a poco está cansándome. Me dejó caer en la silla, tratando de relajarme o me dará dolor de cabeza, eso no me ayudaría con mi trabajo.
El sonido de un mensaje entrante a mi celular llama mi atención, y por el sonido, sé que se trata de Jhoath. Involuntariamente sonrió, tomando mi celular para ver una fotografía de lo que parece ser un centro comercial. Hace un par de semanas, mamá y Jhoath se fueron a Seúl, ya que a mamá le ofrecieron un buen puesto, lo que sería genial para ella, como una especie de inicio. Al principio parecía no querer hacerlo, no quería dejarme sola, Jhoath lo vio como una gran aventura, así que entre las dos la convencimos.
Admito que es un poco raro llegar a casa y no encontrar a nadie, pero tampoco me molesta tanto. De hecho, ahora que reflexionó en mis sentimientos, me doy cuenta que me siento mucho mejor que antes, mi corazón ya no se siente tan envenenado como antes, ya estoy bien, en paz, tranquila, lo que me hace muy feliz. He aceptado la muerte de papá, lo extraño mucho, me siento nostálgica en ocasiones, pero he seguido con mi vida, aunque mi trabajo ya no esté siendo tan increíble como creí que seria.
Ese pensamiento me tiene frunciendo el ceño. Me esforcé muchísimo en la universidad, diplomados y maestría, ¿por qué debo de soportar actitudes infantiles que sólo me hacen molestar? Aprendí mucho aquí, muchos llegaron a respetarme y crecí en i trabajo, pero no merezco esos tratos, de hecho, nadie los merece, así que voy a buscar en internet a buscar puestos de trabajo disponibles. Voy a renunciar y buscar un trabajo donde me respeten, valoren y me haga aprender más.