Lina.
–¿Lista para irnos? –preguntó Jin, entrando a la oficina, mientras lo veía con una sonrisa en los labios.
Cada día, él viene por mí a la oficina para irnos juntos, siempre y cuando, no tenga una cita o alguna reunión, lo que han sido pocas veces. Incluso, se queda conmigo cuando tengo que hacer horas extras, lo que hace que sea más adorable y perfecto de lo que ya lo es.
–Claro, sólo debo guardar estos documentos –respondí.
–De acuerdo, te espero –asentí, viéndolo sentarse en una de las sillas vacías, estirándose un poco, mientras guardaba mis cosas.
–Jin, Lina, pensé que ya se habían ido –dijo la voz de Jimin, quien apenas salía de su oficina.
–Parece que Lina aún estaba trabajando, así que la espero para irnos juntos.
–Que tierno, aunque eso me da la oportunidad de decirte algo que ha estado pasando.
–¿Qué cosa?
–Se trata de Allison Banks… –comenzó, relatándole lo que ha sucedido los últimos días.
Esa mujer anda merodeando en la oficina, sobre todo, cuando no hay nadie. A veces, ella entra como si nada, cuando cree que no hay nadie, pero cuando me ve o a Jimin, se disculpa, dice una excusa tonta y se va, sin embargo, una vez logré verla queriendo entrar a una de las computadoras, lo que ya se me hizo muy extraño.
Debido a eso, tanto Jimin como yo, que somos los últimos que nos vamos, nos aseguramos de cerrar bien con llave las oficinas, además de guardar con extrema precaución los documentos que son considerados como importantes. No sé qué es lo que busca, pero es mejor prevenir. Justo cuando tomaba mi bolso, me levantaba y caminaba hacia ellos, Jin estaba enterado de todo, sacudiendo la cabeza en negación.
–Creí haber sido claro con esa mujer, sobre que no iba a tener acceso a nada de la galería, tampoco a que iba a cederle alguna especie de poder o control, sin embargo, parece que no entiende.
–¿Qué vas a hacer? –preguntó Jimin.
–Por ahora, volveré a hablar con ella, y si veo que sigue sin entender, hablaré directamente con su padre, no me arriesgare a que eche a perder el proyecto.
–Perfecto, te apoyo en eso.
–También yo –alcé la mano, haciéndolo sonreír.
–Muchas gracias. Vayamos a nuestras casas a descansar, mañana es un nuevo día.
–Yo me voy primero. Que tengan buena noche –se despidió Jimin, sacudiendo su mano, mientras salía de la oficina.
–¿Lista? –preguntó Jin, alargando su mano hacia mí.
–Por supuesto –la tomé, sonriendo nuestros dedos entrelazarse, saliendo de la oficina, luego de cerrarla bien.
Nos dirigimos a su auto, ya que no había traído el mío, debido a que también pasó por mí en la mañana, como suele hacer cuando quiere que desayunemos juntos.
–¿A dónde iremos hoy a cenar? –pregunté curiosa, mientras me abrochaba el cinturón de seguridad, pues siempre tratábamos de cenar juntos.
–Hoy haremos algo diferente. Voy a hacerte tu comida favorita junto a un parque de chocolate, justo como te gusta.
–¿Vas a cocinar para mí?
–Sí, hoy me dieron ganas de mimarte –respondió con una sonrisa tierna, haciéndome reír.
Jin es uno de los cocineros más talentosos e increíbles que he conocido. He tenido muchas oportunidades de disfrutar su sazón, algo a lo que me he vuelto algo obsesiva por lo deliciosa que es. Algunas veces, le he comentado que podría seguir con su carrera de chef, pero él sólo se ríe, diciendo que este es un talento que sólo las personas más cercanas a él disfrutaran, y bueno, mejor para mí, así no lo compartiré.
Nos dirigimos a su casa, conversando de cómo nos había ido, y, sobre todo, de la galería que esta próxima a abrir, una galería con la que soñaban sus padres y ahora se vuelve realidad. No creo poder describir el nivel de orgullo que siento en el pecho, al ver de primera mano cómo Jin cumple uno de los sueños de sus padres con una perfección, que me hace suspirar.
Al llegar a su casa, cambiamos nuestros zapatos por unas cómodas pantuflas, él se quitó el saco y la corbata, dejándolos en el sillón, mientras se arremangaba la camisa. Por mi parte, me quité el blazer, amarrando mi cabello en una cola sencilla, para que no me estorbara mientras le ayudaba a cocinar.
–¿Te ayudó en algo? –le pregunté, apenas puse un pie en la cocina.
–Toma esa cacerola y llénala con agua para cocer la pasta, yo lavaré las verduras, para que después me ayudes a cortarlas, ¿de acuerdo?
–Sí –acepté, siguiendo sus indicaciones.
Luego de que me dijera donde estaba cada cosa, nos dedicamos a preparar la cena, riendo, conversando y jugando, porque Jin tiene una vena infantil que jamás va a desaparecer, y no me desagrada, al contrario, me divierte mucho, me hace feliz que sea él mismo conmigo, eso significa que se siente cómodo.
Debo admitir, que me la pasaba más tiempo robando pequeños pedazos de comida, que, ayudándole, lo que lo tenía regañándome casi a cada instante. Ahora, mi objetivo estaba en la mezcla de chocolate para el panque, lo que hacía que él se desesperará al intentar alejarme, pero no puede culparme, cuando el chocolate es mi favorito, así que usaba mi astucia para salirme con la mía.