Keila
Me desperté para ir a la Universidad muy temprano, eran las cinco y quince de la mañana exactamente; en realidad me había levantado a la hora indicada porque tenía que curar y cubrir mis heridas.
Mi cuerpo dolía mucho por los golpes que recibí ayer, el abrigo que llevaba puesto se había manchado con un poco de sangre que había fluido desde la herida que tenía en el brazo, me quité de inmediato aquella prenda para luego limpiar y vendar mi extremidad superior izquierda, al terminar de realizar la acción antes mencionada, me vestí con la ropa a la que asistiría a la Universidad; salí de mi habitación, me dirigí a la cocina y allí bebí el agua que contenía un vaso de vidrio transparente. Salí de casa y comencé a caminar por aquellas tranquilas calles en dirección a mi centro de estudios. Cuando llegué, ingresé de manera rápida a mí salón designado.
(Al culminar las clases)
Tremendo regaño que me lleve hoy día, seguro fue porque algo hice mal, ¿no es cierto? Bueno no importa, aquí lo esencial es que mi profesor estaba dando una grandiosa clase, que estoy seguro me servirá para el futuro.
—¡Keila!—exclamó mi mejor amigo: un muchacho de aspecto relajado con un “look” bastante singular.
—Eidan ¿Qué ocurre?—
—Wow, ¿y eso? ¿Ya no me dirás enan-? —
—¿Enano? —interrumpí antes de que terminara de decir la última palabra de aquella oración. —Tal vez si crecieras un poco más...—
—¡Sólo eres más alta por un centímetro! —protestó. — y además soy mayor que tú, deberías respetarme. —dijo con aires de superioridad.
—Primero, el centímetro marca la diferencia ,y segundo, una semana no es suficiente para que te consideres mayor que yo. —dije finalizando la conversación, pues sabía que yo había “ganado” esa pequeña discusión. Pasamos bromeando y jugando en lo que restaba del día.
—Nos vemos mañana. —me despedí de Eidan.
—¡Hasta mañana! —se veía tan alegre mientras lo decía, enseguida se dió la vuelta y se alejó caminando.
Tenía que volver a casa… al lugar que no puedo ni llamar "hogar", inmediatamente el miedo comenzó a invadirme, este incrementaba cada vez que me acercaba a la puerta, cada paso que daba me causaba terror, saqué las llaves y abrí la cerradura, intenté mantenerme tranquila pero no pude hacerlo porque...
—¡Eres una tonta! —gritó un hombre con una mirada oscura, tenebrosa y melancólica a la vez.
Haciendo caso omiso a las palabras de mi tío decidí saludarlo, además muchas veces había sido golpeada por el simple hecho de hacerlo.
—B-buenas tardes. —
—¡CALLA!¡NIÑA INSOLENTE!-dijo mientras se acercaba pasos apresurados hacia mi. —¡TODO ES TU CULPA, NI SIQUIERA TE PUEDO CONSIDERAR COMO ALGUIEN DE MI FAMILIA! —la sesión de insultos hirientes volvía a repetirse otra vez, aquel hombre optó por recibirme con una gran oleada de insultos con la que me recordaba todos los días, la asesina que era , y lo mucho que me odiaba.
Vi cómo se acercaba a gran velocidad, retrocedí rápidamente con intenciones de escapar de aquel lugar, pero antes de que pudiese hacer algo, fui tomada del cuello con mucha fuerza, haciendo que mí respiración se tornara irregular.
—¡¿INTENTARÁS HUIR?! QUE SOBRINA TAN COBARDE ME TOCÓ. —dijo con un tono de voz expresaba desprecio y desagrado para nada disimulado dirigido hacia mí.
—S-suélteme p-por favor. —Fue lo único que pude decir con el poco oxígeno que se reducía cada vez más; aquel sujeto al percatarse que ya no podía respirar me soltó y me observó sin remordimiento alguno. Me encontraba tirada en el suelo mientras trataba de recuperarme
—Por favor, basta… —suplicaba, o eso intentaba hacer.
—Eres una desgracia para mi, fuiste una desgracia para tu madre, ¿crees que eso llegará a cambiar?
El hombre salió de la casa, y con la poca fuerza que me quedaba fui a mi habitación, me bañé, me vestí, limpié mis heridas, y finalmente intenté curarme sola. A pesar de las agresiones diarias, nunca dejaba que mi tío golpeara mi rostro, pues los golpes ahí no se pueden camuflar fácilmente, la ropa suelta y holgada hacía que nadie sospeche de mi triste vida... Ya lista me fui de casa, ¿hacia dónde? Ni yo misma sabía a donde iría, pero de lo que si estaba seguro era de que quería alejarme de ese lugar, el cual había sido testigo de todos los malos y horribles momentos de mi vida diaria.
Caminaba alejándome de aquel sitio; ya eran cerca de las ocho de la noche, pero de todos modos no creo que la calle sea tan peligrosa a estas horas. A lo lejos vi a una ancianita que caminaba tranquila, pero de repente cayó al suelo, me acerqué a ella lo más rápido que pude y le ofrecí mi ayuda.
—No tengo nada para darte como agradecimiento ahora— la señora era muy amable, y la sonrisa que me brindó fue suficiente para agradecer, del mismo modo le sonreí correspondiendo a aquel gesto.
Luego del suceso anterior seguí mi camino, el cuál no tenía destino fijo… Aunque luego de un rato, me encontraba dentro de una casa abandonada, o mejor dicho "casi" abandonada, pues había alguien que frecuentaba mucho ese lugar y ese alguien era yo, ya que no tenía nada pendiente por hacer, me adentré en ella y me fui a mi antigua habitación, aquella que hace años era el lugar donde jugaba con mi madre.
Madre, la persona que me dió todo y a la que nunca pude decirle cuánto le amaba.
*F L A S H B A C K*
-Un niño come arroz
-Porque tiene hambre - Respondí muy alegre mientras saltaba agarrando la mano de la mujer que me dio la vida.
Seguíamos caminando hacia nuestro hogar, en el trayecto mi madre hablaba acerca de la felicidad, lo cual era muy raro para mí, me preguntaba a que se debían esos "consejos" sin embargo sólo escuché con atención lo que ella decía.
—Hoy es un buen día, hace mucha calor, ¿te gustaría ir a la playa?—