My only life

Capítulo 3: El Siguiente Paso

Después de una noticia tan demoledora, cualquiera pensaría que la vida se detendría por un momento, que las cosas se calmarían y que la certeza de lo que se padece ofrecería al menos un poco de control. Pero en el caso de Marianna y su familia, la tranquilidad era una fantasía lejana. Con unos padres separados y sin la presencia de una figura paterna constante, la familia se sentía a la deriva, navegando en un mar de incertidumbre.

Había pasado un fin de semana entero en un silencio pesado, un fin de semana en el que nadie sabía qué decir o cómo actuar. Esta no era solo la enfermedad de una persona; era una enfermedad que afectaba a toda la familia, una herida que comenzaba a sangrar en todos los corazones. Cada miembro, a su manera, estaba lidiando con algo que nunca había estado en sus planes.

Esa misma noche, antes de que Marianna volviera a la escuela, la cena se sirvió con un silencio que pesaba en el aire. Todos intentaban evitar el tema, hasta que la hermana mayor de Marianna rompió el hielo.

—¿Vas a decir algo en la escuela? —la miró con preocupación.

Marianna no levantó la cabeza de su plato. —No lo sé. Al menos no por ahora.

—Sabes que tienes educación física, ¿verdad? —insistió su hermana—. No puedes permitirte hacer mucho ejercicio en este momento. Si te caes o te golpeas, no es algo que puedas tomar a la ligera.

—Pues ese será mi problema, ¿no crees? —Marianna alzó la vista, con los ojos llenos de enojo—. Es mi decisión, no la tuya. Tú tienes tu vida y tu universidad, así que mejor concéntrate en eso.

Su madre, que observaba la discusión, intervino. —Tu hermana tiene razón. La escuela tiene que saber de tu condición. Si no, podrían reprobarte, y necesitas toda la ayuda posible.

Marianna se levantó de la mesa, la silla raspando el suelo con un sonido estridente. —He perdido el apetito —murmuró, llevando el plato a la cocina.

Después de ducharse, se miró en el espejo, las lágrimas rodando por sus mejillas. Sentía que nadie la entendía. No quería ser una carga para su familia y, sobre todo, no quería que la vieran con lástima.

Más tarde, mientras se preparaba para dormir, su hermana mayor entró al cuarto que compartían.

Sabes que lo menos que quiero es discutir —dijo, sentándose en el borde de la cama—. Sé que no quieres decirle a nadie sobre esto. No entiendo tus motivos, pero sin importar eso, es necesario que te cuides a ti misma. Mamá está demasiado preocupada por ti y ha estado llorando en su cuarto. Ha buscado sin descanso videos de personas que tienen tu enfermedad, tratando de encontrar una solución.

Marianna rompió a llorar al escuchar las palabras de su hermana. El dolor de sus padres era algo que no podía soportar.

—No quiero ser una carga para ellos —murmuró—. Ni para nadie. Tú tienes tu vida. ¿Qué es lo que puedo hacer yo?

—Esta enfermedad no es algo que pediste, y no eres una carga para nadie —le aseguró su hermana, sonriendo a medias—. Además, seguiremos haciendo las cosas como siempre. Estaremos bien. Deja de preocuparte y mejor duérmete. Ya lo resolveremos.

Aunque ambas se quedaron dormidas, Marianna no pudo dejar de pensar en lo que su hermana le había dicho. Se levantó de la cama, pasó por la puerta de su madre y la abrió un poco. Pudo ver a su madre arrodillada, rezando con fervor para que su hija se salvará. Marianna nunca había visto a su madre tan devastada, ni siquiera cuando se separó de su padre. Con el corazón en un puño, cerró la puerta y volvió a su cama. Se acostó, con la mente fija en el siguiente paso, en ese incierto camino que la vida le estaba obligando a recorrer.




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