Para finales del mi penúltimo año escolar Tinder se viralizó de tal forma en mi escuela que hasta los profesores hablaban de eso, intentando prohibirlo.
Por mi parte, en las vacaciones de verano, ante mi aburrimiento y por dejarme llevar un poco por las opiniones de mis amigas rompí un importante juramento que me hice cuando comenzó la pandemia Tinderesca en mi entorno escolar: nunca descargarme la aplicación.
Así fue, como una tarde, después de entrenar, bañada en sudor me creé mi perfil. Gracias a esto, conocí a Dagmar Lars y el comienzo de mis desgracias empezaron.
¡Ese maldito Alemán hizo match conmigo para destrozarme la vida!