My stupid neighbour

Capítulo 12

Ojos verdes. Will tenía los ojos verdes. Tal vez no lo conocía lo suficientemente bien, ni siquiera sabía qué color tenían sus ojos. Las manos de William se apoyaron en la pared detrás de mí y yo estaba atrapada.

—¿Cuál es tu problema? —pregunté tensa cuando aparté los ojos de los suyos.

—Ya te lo he dicho. ¿Qué haces aquí? —Con cada palabra que salía de su boca, sentía una sensación de hormigueo en el estómago. Solo tragué saliva. Ni siquiera sé porque estoy tan nerviosa. Se apartó de mí y cogió su teléfono. No pasó mucho tiempo antes de que él estuviera sonriendo a la pantalla.

—Supongo que no era yo, ¿verdad? —dijo finalmente. Asentí con la cabeza rápidamente y me di cuenta lentamente de lo estúpido era la acción.

—¿Esa es la razón por la que estás aquí? Oh por favor, tan estúpida no puedes ser —su risa se hizo más fuerte. Tomé una respiración profunda y volví a la puerta.

—¿Puedo volver? —dije una vez que estuve en el marco de la puerta del balcón.

—¿Por qué estás aquí? —pregunta de nuevo.

—Si yo... —me paré en mitad de la frase. Miré hacia abajo, tragué saliva, no sé en qué estaba pensando cuando salté.

Justo cuando iba a preguntarle si podía salir por la puerta principal, vi como aparcaban un Audi blanco en la entrada de mi casa. —Joder, es mamá... —susurré.

William se puso detrás de mí y me dio golpecitos en el hombro.

—¿Qué? —suspiré y me aparté un poco de él.

—No has respondido a mi pregunta —susurró. Gemí y me di la vuelta quedando de cara a él.

—Me acabo de dar cuenta de que eso fue estúpido. Tan sólo no quería que vieras el mensaje. ¿Por qué te importa tanto saber eso? Ya me iba. —Estoy desperdiciando el tiempo, ahora mi misión es volver a mi habitación antes de que llegue mi madre.

—Estás en mi puta habitación, así que me interesaba saber —bueno, él tenía razón.

—¿Te ayudo? —preguntó antes de acercarse a mí. Asentí con la cabeza.

De repente sentí dos manos agarrar mi cadera y al siguiente momento estaba de pie sobre la gruesa barandilla del balcón.

—Buenas noches —dice Will con una risa antes de desaparecer dentro de la habitación y cerrar la puerta del balcón. Abrí mucho los ojos, me acaba de dejar en la barandilla del balcón y ha cerrado la puerta. Idiota.

Bueno, tengo mi llave... Tomé una respiración profunda, lo único que no tengo que hacer es mirar hacia abajo.

—Solo una última vez... —me digo para tranquilizarme. Inclino las rodillas antes de impulsarme hacia delante y salto. Por suerte llegué sana y a salvo al suelo de mi balcón. Salté de alegría cuando entré en mi habitación y mis pies tocaron la alfombra.

Problemas, nada más que problemas. Está ciudad me destruirá la vida. Con un fuerte suspiró me dejé caer en la cama, y justo en ese instante mi madre dio golpecitos en la puerta. Por supuesto, fingí que estaba dormida y no respondí. Ella abrió un poco la puerta y volvió a cerrarla inmediatamente. Es la típica mamá... solo quería saber si estaba dormida.

Mañana hay clases, y no quiero parecer una zombi. Mis párpados pesados cayeron y me sumergí en un profundo sueño.

Levantarse esta mañana ya se sabía que sería desagradable. Muy desagradable. Y, además, hoy es lunes, ugh. Me senté en la cama y froté los ojos. Con pereza me levanté de la cama y me fui directa al baño, pero al mirarme al espejo pegué un grito. Mi cara estaba hecho un desastre, tenía ojeras. Suspiré. Me duché rápidamente, y después me maquillé para ocultar la cara de zombi que llevaba.

—¡Viva el maquillaje! —mi cara estaba algo mejor. Salí del baño, cogí mi mochila y bajé corriendo la escalera para ir a ver a mi abuela.

—¡Abu Jess! —exclamé cuando la vi. Nos abrazamos fuertemente. Cuando me aparté mi papá se acercó y dejó un beso en mi mejilla.

—Papá, ¿qué haces aquí todavía? —dije mientras él se sentaba en la mesa.

—¿Quieres que te lleve al instituto? —asentí contenta y un poco confundida, recoloqué mi mochila en el hombro. Los dos salimos de casa y nos metimos en el coche. Papá comenzó a conducir en silencio.

—Vale, ¿qué pasa? —pregunté ya que no podía soportar el silencio.

—Me despidieron.

—¡¿Qué?! —dije prácticamente gritando, me giré hacía él. Pero él me miró y se rio.

—Pero tengo un nuevo trabajo, y creo que este es mucho mejor —admitió satisfecho de sí mismo. Sacudiendo la cabeza, me giré hacia delante.




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