—Oye, espera —dije mientras caminábamos por la ciudad—. ¿Des de cuando tienes una hermana? —Ryan se puso nervioso, pálido y tragó.
—Me has pillado —trató de sonreír y se pasó la mano por el pelo.
—¿Entonces, por qué estamos aquí? —me detuve y lo miré.
—Es complicado… Tenía ganas de librar mi cabeza.
—Tengo tiempo —le aseguré. El camino por el que estábamos yendo me parecía familiar, hasta que supe que era la casa de Ryan. Abrió la puerta de la casa y me dejó entrar. Cuando celebró su fiesta aquí, la casa parecía bastante diferente. Ahora el interior se veía mucho más grande. Las paredes estaban decoradas con detalles y el techo era dos veces más grande que en las casas normales.
—Ponte cómoda —dijo—. ¿Quieres algo de beber?
—Claro… ¿Fanta? —Ryan asintió y desapareció en la cocina. Me senté en el sofá blanco de cuero y vagué la mirada por el lugar.
Ryan volvió con un vaso de Fanta en la mano y lo dejó en la mesita frente a mí. Se sentó a mi lado en el sofá.
—Lo de ir por la ciudad no era mentira, pero lo de mi hermana si… —dijo.
—¿A quién quieres comprarle el regalo? —pregunté interrumpiéndole.
—Phoebe… Ella también es la razón por la que estoy de vuelta a la ciudad, pero no sé cómo darle las gracias —levanté las cajas y tomé un sorbo de Fanta—. Es por eso por lo que necesito tu ayuda. ¿Qué crees que le gustaría? Se lo preguntaría a Mae, pero ella y yo tenemos un pasado muy complicado —explicó Ryan. Una sonrisa se dibujó en mis labios.
—Quieres decir que Mae te gusta y no sabes que regalarle —me acomodo en el sofá.
—Yo me fui por algo, no tenía pensado volver, pero ella me ha ayudado y aquí estoy… —murmuró.
Se escuchó como la puerta de la casa se abría. —¡Estoy de vuelta!
—Hola mamá —dijo Ryan a su madre. Era una mujer bajita y rellenita. Ryan se volvió hacia mí y me susurró—: Vamos a mi habitación.
Asentí lentamente, me levanté del sofá y le seguí. Cuando abrió la puerta de su habitación, no podía creer lo que veía. Su habitación era enorme. Estaba decorado con tonos oscuros. Había un gran sofá rojo y justo en enfrente una televisión enorme de pantalla plana. En una esquina había un saco de boxeo y en la otra había un mini refrigerador. No me sorprendería si también tiene un baño privado.
—Una habitación… my bonita —murmuré antes de sentarme a su lado en el sofá rojo brillante.
—Gracias —sonrió—. ¿Tienes alguna sugerencia para el regalo de Phoebe? o ¿Algo que podría hacer?
No sabía mucho de Phoebe, pero sé ella tiene su propio estilo. A diferencia de otras chicas que se visten bastante casual, ella siempre lleva algo de cuero. Aunque su maquillaje es un poco fuerte. Creo que tiene un amor especial para las cosas de cuero.
—Un vestido seguro que no —dije—. A Phoebe le gustaría algo más personal que vaya a su estilo —Ryan asintió lentamente, diciéndome que entendía lo que quería decir.
Me levanté y vagué la mirada por la habitación. Mis ojos se detuvieron en un cuadro tapado con una tela blanca. —¿Lo estás dibujando tú? —le pregunto sorprendida.
—Sí —respondió Ryan. Me acerqué y justo cuando iba a quitar la tela para ver, Ryan se puso en medio. Cogió el cuadro y lo dejó encima de una estantería, donde yo no pueda alcanzarlo. Tan solo tengo 1,75m, lo sé soy pequeña.
—Puede dibujar a Phoebe, sin duda le encantaría —le digo volviendo al tema. Tengo curiosidad de porque no me deja ver el cuadro. ¿Qué habrá dibujado? Ryan y yo seguimos hablando del tema, pero yo no estaba concentrada, el cuadro no salí de mi cabeza. Necesito una estrategia para adecuada para poder ver.
De repente sonó el timbre de la casa, y por supuesto no iba a perder esa oportunidad. Así que salté hacía arriba, a la primera no llegué.
—Mama, ¿quién es? —preguntó Ryan en voz alta, él todavía no se había dado cuenta de que yo estaba tratando de subir al armario. Puse el pie sobre el primer tablón, pero este se quebró, el estante se me a venir encima en cualquier momento, y los dos estaremos en el suelo.
—¡Sid! —gritó Ryan mientras corría hacia mí. Traté de impulsarme hacía delante y conseguí que el estante no se cayera al suelo, pero yo sí. Bueno, me caí a medias, porque Ryan me cogió de las piernas. Mi cabeza se dio contra el suelo, pero el resto de mi cuerpo lo tenía cogido Ryan. Gemí de dolor. Duele, duele mucho. De alguna manera, acabé entre los brazos de Ryan. Oh, mierda. ¿Por qué siempre me tienen que pasar cosas así? Puse mi cabeza contra su peche duro y firme. Me llevé la mano a la cabeza.