My stupid neighbour

Capítulo 18

Los párpados me pesaban sobre los ojos. Era casi imposible abrir los ojos. Mi boca se abrió y bostecé. Incluso después de haber abierto los ojos de mi visión todavía era negra. No pasó mucho tiempo hasta que me di cuenta de que no estaba en mi habitación. De repente, una puerta se abrió y un poco de luz llenó la habitación. Phoebe llegó con el pelo mojado en silenciosamente y trató de ser lo más cuidadosa posible al sentar a mi lado. Creo que ella no quería despertarme.

—¿Phoebe? —susurré somnolienta. La rubia se congelo al escuchar mi voz.

—Mierda, te he despertado —aunque no la podía ver, sabía que tenía la expresión de disculpa.

—¿Te has duchado? —pregunté y de seguida bostecé. Ella asintió—. ¿Qué hora es? Mis padres… —dije recordando de repente.

—Tranquila que mi madre llamó a tus padres —me calma. Poco a poco me dejé caer de nuevo en la cama. Sin poder evitar, cerré los ojos y caí en los brazos de Morfeo.

—Sid —una mano me empezó a sacudir.

—¿Qué? —murmuré molesta, pero cuando mi visión se acostumbró a la luz cambié mi cara en una sonrisa de satisfacción. Pero nada ni nadie me levantará de la cama tan fácilmente. Ni mi madre, ni Phoebe—. ¿Cuánto tiempo llevo? —murmuré.

—¡Tenemos que irnos! ¿Se te ha olvidado lo que tenemos hoy? —dijo con desesperación. Negué con la cabeza con los ojos cerrados y me di un golpe en la frente con la mano.

—¡Senderismo! —Phoebe gritó en mi oído y de un tirón me senté.

—Por favor, ¿qué? ¿Qué día es hoy?

Sobresaltada, me arrastré fuera de la cama. Phoebe me dio un peine y maquillaje.

—El cuarto de baño está en el pasillo, la segunda puerta a la derecha —asentí con la cabeza, recogí la ropa y corrí al baño. Me preparé en menos de diez minutos. Ya podemos ir —le dije a Phoebe con impaciencia.

—¿Y la mochila? —me preguntó. Negué con la cabeza y avergonzada.

—No me acordaba.

Juntas fuimos al instituto y llegamos justo a tiempo. Los profesores estaban entre los estudiantes, y nos quedamos en silencio entre la multitud.

—¿Dónde estabas? —siseó Nat. Me encogí de hombros.

—Dormí a casa de Phoebe...

Mae llegó corriendo con una sonrisa. —Hemos convencido a los profesores de jugar al paintball en el bosque.

—Lo haremos en equipos —El profesor empezó a repartir un papel doblado a los alumnos. Cogí el papelito y lo desdoblé emocionada, y suspiré cuando leí el nombre.

—¿Quién es Caleb? —pregunté decepcionado cuando llegué a los demás. Un chico, que no estaba muy lejos de mí, levantó la mano con nerviosismo. Joder.

—Vamos a la misma clase de matemáticas —dijo con un intento de sonrisa. Oh no…

—Ahhh, ¡por supuesto que te conozco! No he pensado en ello —mentí. Phoebe se acercó a mí.

—Me ha tocado con Ryan, lo que es una suerte —dijo, sonriendo. Oh, qué bien. ¿Era la única que no conocía a mi compañero?

—¿Estás lista? Podemos ir al bosque a pie.

—Por favor, no se separen —dijo un profesor y los estudiantes le siguieron.

—Por fin —gritó Mae sin aliento cuando llegamos frente a una pequeña cabaña—. ¡A por las cosas!

—¿Qué cosas? —Le susurré a Phoebe.

—¿Nunca has jugado a paintball? Se refiere al equipaje —explicó. El chaleco, los pantalones, el casco y el marcador —me dijo antes de que pudiera preguntar.

Yo era una de los pocos que estaban aquí por primera vez. Conseguí todo lo que necesitaba y me preparé. El casco todavía en la mano entré en el área de juego y me encontré en la entrada con Caleb.

—¿Alguna vez has jugado? —Pregunté mientras mi a con la pequeña, llena de colores, perlas llenas.

—No me atraen este tipo de actividades —murmuró.

—Bueno, tienes que disparar a otras personas —Caleb sacudió rápidamente la cabeza.

—Los arbustos y árboles son lo suficientemente buenos para ocultarse... —dije entre dientes. El chico me siguió a paso de caracol y pronto estábamos lejos de los otros grupos.

De repente, Caleb sacó su móvil. —¿Qué haces? —Lo miré con escepticismo.

—Estoy mirando el d… —le interrumpí.

De repente oí pasos. —¿Has oído eso? —Le susurré a Caleb, pero él estaba concentrado en su móvil.

—¡Hey! —Le susurré un poco más fuerte. Levantó la vista y me miró con curiosidad.

—¿Qué? —Hice una pausa y oí de nuevo el ruido de pisadas.

—Hay alguien aquí —dije en voz baja. Alcé la pistola y me giré.




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