My stupid neighbour

Capítulo 36

—Sid, ¿qué estás haciendo? —Preguntó Will, quien estaba de pie al otro lado de la puerta, ya me había cambiado la camiseta, pero no me atreví a salir—. ¡Llevas media hora ahí metida! —dijo Will suavemente. No parecía estar enojado. Su voz tenía algo de... preocupación.

—¡Si ya terminé, salgo en un minuto! —dije finalmente. Conté hasta diez antes de abrir la puerta y encararme a Will.

—Me dolía el estómago —murmuré pasé por su lado.

—¡Quédate, Sid! —dijo la chica del pelo azul cuando vio que estaba a punto de irme. Vino hacia mí y me cogió el brazo.

—No sé por qué lo mantienes en secreto, pero dudo que Will sea tan estúpido —susurró ella, la sangre se congeló en mis venas, mis ojos se desviaron hacia Will que se había vuelto a sentar en el sofá—.

—No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo —dijo el chico rubio con una sonrisa.

—¿Cuál secreto? —Le pregunté al chico rubio que pasó por nuestro lado entrando en la cocina.

—Que eres la Sidney de clase B —dijo.

—¿Eh? ¿Qué quieres decir?

—Que eres la que estaba enamorada de William y se lo dijiste, pero él la rechazó —explicó. Me mordí el labio inferior y miré hacia la puerta. Tengo que salir de aquí cuanto antes.

—¡Me voy! —dije apresuradamente antes de salir por la puerta.

No puedo creer que haya sido tan ingenua como para pensar que podía engañar a William. Él sintió pena por mí, es por eso que de repente era amable conmigo. Porque se sintió culpable. No puede ser otra cosa, él lo sabe. Y me ha engañado, no era la única que juagaba a esconder cosas.

Me senté en el porche de mi casa y miré el reloj. Aún faltan diez minutos para que lleguen mis padres.

Cuando finalmente vi nuestro coche, me levanté. En el momento en que mi madre abrió la puerta, fui corriendo a mí habitación.

—Sid, ¿qué hacías aquí fuera? —preguntó mi padre interponiéndose en mi camino.

—No tenía las llaves —dije rápidamente.

Ahora me encontraba en una posición de bola, y rodé en la cama. El reloj digital, aún marcaban las 4:15. Todavía era muy temprano... Cerré los ojos y sentí como una pequeña lágrima corría por mi mejilla.

Fue la primera vez que lloré desde que llegué a esta ciudad, me desahogué con la cara hundida en la almohada.

Me dolía el pecho, añoraba Portland, mis antiguos amigos, todo. Esta ciudad no me había hecho más que meterme en problemas.

De repente, me sentí vacía, sentí que me faltaba algo. No me agradaba nada esa sensación, me dolía el pecho. Prefiero no sentir nada que sentir ese enorme vacío.

Durante un tiempo me recosté en mi cama hasta que de repente algo golpeó mi ventana y me sobresalté. Salí al balcón para ver quién era.

Cuando me asomé al balcón, vi como unos niños corrían a la dirección opuesta a de mi casa. Había una pequeña piedrita justo delante de mis pies, me agaché para recogerla y, mientras me levantaba vi a Will de pie en su balcón, apoyado en la barandilla.

—¿Has lanzado algo? —pregunté confundida mientras le enseñaba la pequeña piedra.

—No... Han sido los niños —señaló, pero ellos ya no se encontraban ahí, se habían ido.

—Bueno... Voy a volver dentro —murmuré.

—Espera, ¿por qué te fuiste así?

—Solo querías darme algo para poner. Se lo devolveré a Olivia más tarde —dije rápidamente. Pero él no dijo nada más, solo me miró sin decir nada, respiré hondo y lo miré a los ojos.

—¿Cuánto tiempo, Will? —Le pregunté nerviosa—. ¿Cuánto tiempo hace que sabes? —Me temblaban las piernas.

—Hará cosa de tres semanas, más o menos —dijo, no había ninguna expresión en su cara, por lo que me resultaba difícil saber lo que él pensaba.

—Hoy me lo confirmó, Eric —agregó. Eric era el tipo del pelo rubio. Hice una mueca y de repente comencé a reír.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.