Myrmidon - La Espada Perdida [libro 1]

Capítulo VII – Artimañas de una hechicera

Crésida

Allí estaba la hechicera, esperando que los guardias llegaran. Ni bien estos la interceptaron, ella dejó al descubierto sus pálidos pechos. Aquellos mirmidones no eran para nada castos. Sus ojos se desviaron ante aquella impresionante figura desnuda que posaba frente a ellos.

Demetrio irrumpió entonces. Llegó desde atrás y se puso frente a toda la tropa.

— Ponte de nuevo esa ropa y dinos a dónde se dirige el fugitivo — ordenó el general.

— ¿A caso van a querer estropear la voluntad de los dioses? — preguntó Crésida.

— Si la voluntad de los dioses es que pueda darte una revolcada en un aposento de lujo, lo acepto. Pero antes que nada, quiero saber a dónde se fue ese amotinador. ¿Por qué lo dejaste escapar?

— No deberías hablar así de un elegido por los dioses.

— Sinceramente, no te creo nada. Eres una bruja mentirosa. No creo que ese sujeto sea el elegido. Todo esto debe ser parte de un plan tuyo, para engañarnos. Y engañar al rey.

— Como quieras, soldadito. Pero luego te arrepentirás si algo le llega a pasar a Evan. Toda tu nación lo lamentará.

Demetrio no podía despegar su mirada del cuerpo desnudo de la hechicera. Lo que estaba viendo le daba tanto placer, como si estuviera viendo a la mismísima Afrodita bañándose en una tina. Entonces se le acercó, evitó ignorar a la muchacha que estaba descubierta por completa. Tomó el vestido de esta, y la vistió por la fuerza. Luego la escoltó hasta la sala del trono.

Crésida no parecía estar allí en ese momento. Sus pensamientos parecían distraídos. ¿Habría hecho lo correcto al dejar libre a Evan? ¿Habría sido en vano sacrificarse por él?

Ella era la última hechicera que quedaba en Tesalia. Quizás, la última que quedaba en el mundo. Había arriesgado su propia vida al dejar ir a Evan. Tal vez, él era de verdad el guerrero de los sueños de Heleno. O tal vez no. De cualquier forma, el guerrero de la profecía debía encontrar la espada por sí mismo. En aquella cárcel estaba seguro, pero si de verdad era de quien hablaba esa antigua profecía, los dioses habrían de cuidarlo. El destino de Evan dependía de quién sea él. Y también del lado del que estén los dioses.

Protégeme, diosa madre. Suplicó en sus pensamientos a Hécate. Seguramente recibiría un castigo certero por lo que había hecho. Sólo debía esperar lo que el rey decida por ella. Una vez, su señora la había salvado de la muerte. Esperaba que esta vez no sea diferente.

 

Parecía tener las horas contadas al estar frente a Demetrio en aquella sala. Amarrada de pies y manos. Siendo azotada por un duro látigo. Su pálida piel rasgada por la tensa cuerda. Sus vestidos manchados por la sangre que destilaba de su cuerpo.

— Juro que no me arrepiento de nada — susurró.

— ¿A dónde fue el fugitivo? ¿A dónde tenían pensado ir? — preguntó el general.

Crésida se abstuvo a hablar. Solo lanzaba gemidos y se quejaba.

En ese momento, una nueva figura irrumpió en aquella sala. Era Heleno.

— ¿Qué están haciendo? — preguntó.

— Dejó ir al fugitivo — contestó Demetrio.

El rey se molestó y ordenó a todos que salieran. Entonces quedó solo en aquella sala con la hechicera. La desamarró y luego se puso a preparar un ungüento para aliviar las heridas que habían provocado los latigazos. Cuando lo tuvo listo, humedeció el trapo con aquel ungüento y lo frotó por la desnuda piel de la hechicera.

— ¿Por qué haces todo esto? — le preguntó Crésida.

— Un rey siempre debe estar dispuesto a servir, así como a gobernar — respondió el rey vidente.

— Es la primera vez que escucho a un rey decir eso. Pero no dudo que seas un corrupto, al igual que todos los demás.

— ¿Conoces a alguna persona que sea incorruptible? Ni siquiera nuestros dioses lo son. Todos tienen algo de maldad en el interior, aunque sea lo más mínimo.

La sabiduría de aquel rey impresionó a Crésida.

— Nuestros caminos son tan diferentes — susurró mientras su espalda era frotada con ungüento por la mano de Heleno —. Tú eres un vidente y sigues al dios del Sol. Yo por mi parte soy una hechicera que sigue a la diosa de la oscuridad.

— La disputa entre nuestros patrones no tiene que interponerse entre nosotros — dijo Heleno.



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En el texto hay: mitologia griega, guerras, centauro

Editado: 07.07.2018

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