Myrmidon - La Espada Perdida [libro 1]

Capítulo XXXIII – La decisión más difícil

 

 

Moloso

 

El vientre de su esposa cada vez se redondeaba más, ya habían pasado varias semanas y el niño seguía creciendo, y el pueblo de Tesalia se preparaba para recibir al nuevo príncipe. Sin embargo, todavía seguían los rumores sobre lo que había pasado con Heleno; muchos decían que el mismo Moloso lo había vendido a las brujas, otros decían que el mismo vidente se lo había buscado, y algunos hasta lo daban por muerto.

Una tarde, el cuerno sonó una vez, y luego otra vez… eso quería decir que unos amigos se acercaban.

¿Amigos? ¿Sería posible?

Nadie podría cruzar el bosque sin toparse con los centauros, o alguna que otra fiera y sobrevivir, y todos los que eran parte del ejército estaban en Tesalia, no podían salirse de allí, nadie debía abandonar el ejército en tiempos de guerra; todos debían defender la ciudad, y de ser necesario, derramar hasta la última gota de su sangre. Nesus y su ejército podían llegar en cualquier momento, en el menos indicado, y no podían esperar en un guerrero prometido, ni tampoco en una antigua reliquia, como lo es la espada de Eaco. El reino no confiaba en leyendas, el reino confiaba en hechos.

Salió, Moloso, dirigiéndose al exterior del palacio, imponiéndose sobre lo alto de la muralla del mismo; desde allí, observó todo el espectáculo. Aquellos “amigos” que habían sido anunciados por el cuerno, eran muy escasos; el grupo solo contaba con cuatro hombres, dos mujeres, y un centauro.

¿Centauro?

Moloso se erizó al ver a aquella bestia de pie, en las afueras del palacio, era un enemigo. Seguramente, aquel pequeño grupo lo tenía de rehén. ¿Cómo lo habían hecho?  Aunque era algo imposible, aquel centauro no estaba sujetado por ninguna cadena, y se mantenía detrás de los demás, con toda libertad, seguramente, aquel grupo venía de parte de los amotinados. Fijó sus ojos sobre la mujer, la misma tenía pinta de guerrera; una falda corta, un yelmo, y un zurrón con cantidades de flechas sobre su espalda: era una amazona. De alguna forma, el rey debía ver lo que pasaba allí abajo, había enviado una guarnición para recibir a los recién llegados, pero al ver al centauro, el panorama cambió. Debía estar preparado para todo, y tener un segundo plan, por las dudas que el primero fallara. No solo tenía un reino para proteger, también tenía un futuro, un hijo que estaba en camino y desarrollándose, y una guerra por ganar.

Bajó entonces de la muralla y se dirigió hacia la puerta, los centinelass la abrieron y así dejaron salir al joven rey. Cuando dirigió su mirada sobre aquellas personas no lo pudo creer; tenían a un centauro como acompañante, y además entre ellos estaba Heleno.

— Su majestad — dijo uno de los centinelas —, estos sujetos dicen ser de los nuestros, y también dicen que el centauro que los acompaña es Quirón.

Moloso se puso estupefacto sobre aquel pequeño grupo, todos ellos tenían aspecto de ser amigos, aunque nunca los había visto.

— Siempre hemos sido leales a la corona — dijo Kletos.

— Su único error, fue arriesgar sus vidas en batallas pequeñas, cuando debían preservarse para la gran guerra — murmuró Heleno.

Moloso se dirigió hacia él.

— Sobreviviste — le dijo —, muchos aquí ya te daban por muerto.

— Muchos aquí me quieren ver muerto — añadió Heleno.

— Pero te necesitamos vivo, al menos hasta que esta batalla termine — respondió el joven rey —. Por eso, me encargaré de guiar al ejército como general, mientras tú te quedarás en el palacio, como lo que siempre fuiste, un rey. 

— No quieras empeorar las cosas, Moloso, todo está mejor ahora que tú eres el monarca que gobierna Tesalia, será mejor que sigas en el trono. Yo iré a Épiro, con tu madre y mi hijo, Cestrino.

— Te necesito en Tesalia, no te vayas.

Heleno suspiró, se encogió de hombros, dudó un buen rato, pero finalmente accedió a la petición de Moloso.

— Ya no tengo a nadie de confianza entre los míos, nadie que tenga los dones que tengas tú — exclamó luego, Moloso.

— Últimamente, los dioses no son mis amigos, ya no me confían sus presagios.

— Pero sigues siendo el vidente, tal vez todavía no se deciden a hacerlo, pero ya llegará el momento.

Luego, Moloso se dirigió a Quirón.

— ¿De verdad eres el Mentor? A ti también muchos te daban por muerto.

— Así es — asintió Quirón —, solo estuve ausente un tiempo, hasta que los dioses me dieron la señal para volver a aparecer por aquí.

— ¿Pelearás con nosotros en esta guerra?

— Lamentablemente, los dioses quieren que vaya en contra de mi propia naturaleza, y en contra de mi propia sangre. Pero no puedo, ni quiero, desprestigiar aquella promesa que le hice a tu bisabuelo.

Moloso se acercó y lo abrazó, la piel del centauro era muy áspera, pero no le importó. Estaba tan emocionado por conocer al famoso mentor que había entrenado a sus antepasados. Luego, puso su mirada en Eilyn, ella iba vestida como si fuera una guerrera. La otra mujer en cambio iba vestida normal, con un largo vestido que llegaba hasta el suelo, no estaba tan elegante como para ser una dama importante, pero era muy hermosa. Moloso se dirigió entonces a Eilyn, aquella muchacha le llamó la atención, le recordó a su esposa, Cirene, quien también tenía porte de guerrera.



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En el texto hay: mitologia griega, guerras, centauro

Editado: 07.07.2018

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