Mystic Town "El comienzo"

2. Secuestro

-¿Qué haremos que cosa?-Me preguntó sobresaltada Acacia.

-Iremos a la preparatoria, nos haremos pasar por adolescentes. -Le contesté totalmente pacífica.

-¡Eso es absurdo!-La voz de Nicanor resonó en toda la casa.

-No es absurdo, es bueno para poder mezclarnos y que no sospechen de nosotros. -Me pare del sofá y fui hacia la cocina.

-¿Qué tramas Eleanor?-Catrina entró donde yo estaba en un abrir y cerrar de ojos.

-¿Quieren saber mi plan?-Pregunté y todos me miraron expectantes. -Hacer que dejen de ser asesinos y lo mejor para ello es que convivan con la comida para no comerla.

Por parte ese era mi plan y por otro era conocer al misterioso Zac.

-Iremos y se acabó el tema. -Sentencié y me fui a mi cuarto.

Me acosté en mi cama y la ropa que había allí salió disparada a quien sabe donde. No estaba de humor, estaba hambrienta.

Me pare y tomé del mini-refriguerador una de las tantas bolsas de sangre.

Pronto caducarian.

No importa, por suerte hay un buen banco de sangre a pocos metros. Mandaría a Acacia a conseguir.

Destape la bolsa con los dientes y comencé a tomar. La sensación que me producía era exquisita, no había nada mejor en el universo.

Solté la bolsa vacía en cuanto escuché un estruendo. Era afuera de la casa, un grito.

-¿Qué pasó?-Pregunté nerviosa en cuanto llegué a la puerta.

-Estamos todos adentro, no podemos saberlo. -Me contestó Teo posicionándose a mi lado.

Maldito sarcástico.

-Todos detrás de mi. -Me acerqué a la puerta y la abrí de a poco.

No había nadie.

Quien habría gritado, ya no estaba.

-Revisen alrededor de la casa y en el bosque. Alguien estuvo aquí.

Poco a poco todos siguieron mis ordenes y se fueron a investigar, mientras que yo recorría el frente de la casa.

-Eleanor. -Susurraron en mi oído un lancé un golpe.

-¡¿Quién anda ahí?!

-No importa. Solo te advierto que te vayas de aquí. -Volvió a susurrar, pero esta vez más lejos de mí.

Eso significa que sabe lo que soy, porque sabe que lo escucharé.

-Estas muy equivocado si crees que no te mataré. -Le contesté entre dientes.

-Oh, querida. Es obvio que no me matarás.

-¿Por qué te arriesgas tanto?-Me animé a preguntar.

-Porque yo te mataré primero. -Y todo se volvió negro.
 

Fui recuperando la consciencia de a poco.

¿A donde estaba? ¡¿Y mis chicos?!

Los nervios se instalaron en mi cuerpo pero al primer intento de levantarme me di cuenta de que estaba atada.

Maldición.

Empecé  a inspeccionar el lugar. Era como un galpón o un garaje, no lo sé. Había una sola luz de color blanco que le daba aspecto tenebroso. Mis manos estaban atadas con cadenas, lo cual era raro ya que debería haberlas roto.

A menos que sean de plata estúpida.

La maldita plata, la única fuerza que no logro superar. Que ningún ser sobrenatural logra superar.

Me puse nerviosa en cuanto escuché pasos desde afuera, agudice mi audición y escuché voces.

-¿Qué mierda hace ella aquí?-Era una voz masculina, no la reconocí.

-Es importante para el jefe. -Esa era una voz femenina, pero tampoco la conocía.

-¡¿Saben que puedo escucharlos cierto?!-Pregunté gritando y ambas personas soltaron un rugido.

¿Lobos? Era imposible.

Además ¿Cómo habían podido atarme? Ellos no podían tocar la plata.

-Maldita vampiresa. -Entró el chico al lugar y me miró de arriba abajo.

Era alto, demasiado para mi gusto. Su cuerpo era fornido y su postura era rígida.

-¿No podemos matarla?-Preguntó la chica a su lado.

Ella era baja, un poco más que yo supongo. Y su cabello era corto, demasiado.

-No, el jefe la quiere con vida.

-¿El jefe?-Pregunté irónica. -Creí que le llamaban el Alfa.

Dude ante mi comentario, pero era mi única pista para saber quien o quienes me habían secuestrado.

-No hay un alfa hace cien años. Creí que te habías asegurado de eso, chupa sangre. -El chico se posicionó frente a mi, y tomo mi mandíbula con sus manos. -Eres muy hermosa.

-Ya lo sé, pero no estoy a tu alcance. -Le escupí en la cara y me dio un cachetazo.

-Cierra el pico.

Reí por lo bajo y me miraron atónitos.

¿En serio creían que les tenía miedo? Ilusos.

-¿De qué te ríes estúpida?-Esta vez habló la chica.

-De lo idiotas que se ven así. ¿Qué recompensa tienen a todo esto? ¿Comida? -Pregunté aún con mi sonrisa.

-Con verte muerta tengo suficiente. -Esa voz no la conocía, creo.

Una figura estaba en el umbral de la puerta, apoyado en ella. Era tan alto como el chico que ya estaba aquí. Pero su voz era más firme y determinada.

-Oh, tu debes ser quien quiere asesinarme. -Dije aún sonriente.

-No, de eso se encargará mi jefe. -Se acercó a mi y me observó. -Eres tal cual como te recordaba.

¿Qué? ¿Recordarme?

-¿Te conozco?-Le pregunté mientras me tiraba hacia delante para poder observarlo.

Era él.

-¿No me recuerdas? Oh, tal vez no reconoces mis colmillos.

¿Qué? ¿Quién lo convirtió?

-Odell. -Dije en un susurro.

-Por lo que tengo entendido, conociste a mi hijo. -Caminaba como si ser un vampiro fuera normal.

¿Cuándo se habría convertido? ¿Quién lo había convertido?

-¿Tu hijo?-Pregunté confundida.

¡El chico del pueblo! ¿Cómo era su nombre?

-Zac. Mi hijo Zacarías. -Continuó como si leyera mis pensamientos.

-¿Quién te convirtió?-Debía sacarme la duda, lo necesitaba.

-No importa, solo importa que te tengo aquí para asesinarte.

-¿Por qué?-No entendía nada, no le había hecho nada.

-¡Por qué me arruinaste la vida!-Dijo y nuestras caras quedaron pegadas.




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