Nacida De Las Cenizas

CAPITULO III

Tacoma


‘’Abre los ojos Louren..’’ 
‘’Abre los ojos...’’

Un sueño.
Solo bastó un sueño para desestabilizarme.
Seguramente mis pensamientos se encontraban en una guerra conmigo de la que no estaba enterada. Pues era cómico que no me bastara con la vida real, que también debía encontrarmelo en mis sueños.
No era extraño que soñara con el libro, puesto que estaba casi obsesionada con el, este último tiempo.

Pero...


¿Por qué Jay? ¿Por qué de entre todos, él?


Quizá, porque me intrigaba entender el sentimiento que generaba en mí con solo verle. Lo raro de todo aquello es que apenas recordaba que estuviera en mi clase meses atrás. Quizá simplemente nunca había girado la mirada. Desde lo de papá había actuado algo retraída, mareada. Sentía que todo a mi alrededor era una completa farsa, un escenario de una mala sitcom. Así que pensé, ¿Por qué debo formar parte del circo?. Y solo fingí.

Jugué a ser la chica que aún conservaba a sus padres, la que sacaba buenas calificaciones mientras se escondía entre olas de libros en la biblioteca y su única preocupación era conseguir los creditos suficientes para entrar a una buena universidad.
Él pudo estar ahí todo este tiempo, mientras yo estaba de vacaciones en mis pensamientos.

¿Podría ser él, otra distracción?

De cualquier forma él era todo una incógnita, y me volvía loca el querer descifrarle.
Había pasado una semana del suceso con la Tacoma. No se lo había dicho a nadie, ni siquiera a Will.

Me sentía extraña ocultándole cosas, pero como decirle algo así a una persona. Creería que estoy loca, lo cual quizá no era tan descabellado. Siendo realista, sabía que algún día un cable se desconectaría en algun lugar de mi cerebro. 
Pero lo cierto era que no podía explicarlo y tan solo me refugié en la lógica de pensar, que había sido un sueño. Uno muy real. Despierta.

Me levante de la cama y caminé hasta el baño para cepillar mis dientes. Casi me caigo del susto al ver las bolsas oscufras que se marcaban bajo mis ojos.
Me duché y cambié lo más rápido posible. Bajé atravesando el comedor hacia la cocina.
Mamá estaba de espaldas revolviendo una cacerola humeante, y el aroma a fresas recién cortadas perfumaban el ambiente.
__ Te llegó correo hoy. ¿Cuando me dirás de que se trata?
¿Hoy?
Ojeé el móvil por un segundo. Seguro era una carta de la abuela. Sus cartas llegaban religiosamente el segundo martes de cada mes.
__ Es un amigo. Vive muy lejos. -Concluí con rapidez para que no hiciera preguntas.-
Mamá se giró expectante sirviendo mi plato y con una ceja centímetros más alta que la otra, dijo:
__ ¿Que hoy en día no existen los textos?
Muy lista Emilly. ¿Ahora que dirás?
__ Sus padres...Sus padres son muy religiosos y no dejan que tenga un teléfono. Dicen que envenena la mente o algo así...-Mentí con presteza.-
Convincente. Bien hecho.
Me palmeé la espalda mentalmente.
__ ¿Y de donde lo conoces?
__ El club de libros.
__ ¿Que club de libros?
__ El de la biblioteca.. 
Traté de responder sin titubeo.

De hecho, si estaba en un club de libros de la biblioteca, aunque no conocía a nadie allí salvo a Megan Pound. 
Pero ella me daba demasiado miedo. Toda su ropa tenía apliques punky con pinchos y cadenas y usaba una lentilla de otro color en su ojo izquierdo que se asemejaba al ojo de un muerto. Yo no juzgaba su estilo en absoluto, pero podía imaginármela cual peli de terror siguiéndome por los pasillos de la biblioteca, con su maquinillaa de apliques intentando engraparme uno en el ojo.
__ ¿Esta es mi carta? -La tomé con rapidez.-
__ Correcto. Entonces ¿qué tal si lo invitas a cenar en estos días? Nunca traes nadie a casa...
__ Will viene todo el tiempo. -Murmuré encogiéndome de hombros mientras me llevaba una cucharada de avena con fresas a la boca.-
__ Me refiero a “alguien” más. Ya sabes, eres una chica agradable...
__ Lo pensaré. - Sonreí incomoda.- ¿De acuerdo? 
Ella sonrió complacida.
Había logrado su cometido, que era presionar para meterse en mi vida social y privada, típico. Parecía importarle más a ella que a mi.
Pegué el último bocado a mi plato de avena, tomé mi bolso y huí hacia la puerta con la excusa de tener que llegar antes al colegio por un trabajo grupal.
Por momentos temía que mi madre trabajara para el FBI encubierto o algo así. Era tan difícil pasar su interrogatorio que un polígrafo quedaba totalmente obsoleto ante ella.
Y no es que me gustase, pero mentir se me estaba haciendo costumbre.
Aún no entendía el por qué, de que mamá no me dejara ver a la abuela. Desde que tengo memoria, solo me la imagino, no se como luce y nunca vi siquiera una foto suya en la casa.
Mamá apenas habla al respecto. Un conflicto familiar supongo.
Pero al menos se interesaba por mi.
Después de todo, fue ella quien mandó la primera carta cuando tenía quince años. Recuerdo que me hizo mucho bien saber de ella, apenas habían pasado unos días del accidente de papá. Y hablar con mamá me asustaba. Creía que se rompería si lo nombraba, mucho más si quería recordarlo y hablar de él.

Lo cierto es que le tomó dos años entrar a la casa sin soltar una lágrima, al escuchar la ausencia de las canciones de Kansas sonar en la radio, o su fea camisa de franela colgar del perchero en el salón.
Yo tampoco estaba bien, pero no me permití quebrarme. Ella necesitaba superarlo y yo no se lo facilitaría de esa forma. Así que la abuela fue un pilar muy grande para mi, junto con William. Solo me permitía sentirme mal con ellos. 


Las cartas eran quizá un método algo anticuado, pero por teléfono era más probable que nos atrapara. Un día no estaría para responder y ardería Troya.
Me encontré a Will en el camino y le expliqué porque había salido temprano, él sabía lo de las cartas hacía un par de años.
__ Que piensas hacer con tu amigo...ya sabes..el de...el del club de libros? ¿Enserio?. -Preguntó burlándose de mi mientras conducía.-
__ Solo esperaré a que lo olvide.




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