Nacidos entre las sombras, libro 1

Capítulo dos.

Consecuencias.

Entre sueños, escuche que los golpes de la puerta se hacían más insistentes, por un momento dude de si era entre sueños o en la realidad, adormilado me levante a abrir.

—¿Qué mierda quieres?

—Frederick, es… Eduardo.

Me lleve la mano a la cabeza con exasperación, sintiendo como se estiraban los músculos de mi espalda. Eduardo era alguien que podríamos considerar una bala perdida, su familia tenia cierto poder en el consejo de Lobos y era solo por eso que aun no le cortaba sus pelotas con mis propias garras.

—¿Qué ocurre con él?

El chico no respondió.

—Gio, ¿Qué ocurre?

—Se metió al edificio de las chicas y ataco a una de ellas…

El corazón se me detuvo y sentí una gota de sudor bajando por mi nuca helandome la sangre.

—¿Qué tan mal esta?

—Es mejor que vengas.

—Tienes razón…

Giovanik me detuvo antes de que pudiera dar un solo paso.

—Primero vístete hermano.

Asentí dándome vuelta volviendo a mi habitación, sin despertar a Patricia me vestí y, salí al pasillo siguiendo a Giovanik hasta el edificio que servia de dormitorio de las mujeres que decidian quedarse a vivir en el Vulpak. Un grupo de jovencitas se arremolinaba en la entrada, se veía alteradas y algunas aun lloraban. Mis fosas nasales se atascaron con el aroma del miedo y la tristeza en ellas, sea lo que sea que paso, sin duda fue malo.

—Señor Von der Rosen, él debe ser castigado— Me dijo una de las jóvenes.

—Veré que se haga justicia.

El Vulpak está dividido en varias zonas, algunas estaban prohibidas, incluso para mí. Comenzando por el bosque, al que solo los antiguos miembros y hombres podíamos entrar. En cada zona había Centinelas, guías, maestros, médicos y enfermeros, guardias y todos les rendíamos respuesta al Alfa y al consejo general de la manada. De manera que un ataque como este solo podia ser desde dentro, algo con lo que aun peleaban por detener.

Pase al edificio ante la mirada angustiada de las jóvenes, este era de unos cinco pisos, Giovanik me dirigió al elevador. Salimos al pasillo del cuarto piso y nos dirigimos a la izquierda, en la última habitación del pasillo encontré a dos de los prefectos de mi estatus, y un par de guardias que escoltaban a Eduardo. Quien había sido esposado e incluso le habían colocado un bozal, y le habían atado los pies, como el animal que era.

—Vonder— Me llamo uno de los prefectos antes de entrar en la habitación.

—¡Isaías!

—Escucha, el estúpido este se metió con lujo de violencia al edificio… buscaba a la señorita Vasíliev— En ese momento todas las funciones de mi cuerpo se detuvieron. —Pero ella no estaba aquí, se quedó en la habitación de la señorita Caballero…

—¿Quién? — Lo interrumpí.

—De Patricia, ¿Tu novia?

¿Se apellidaba Caballero? Que cosas.

—¿Qué hacia allí?

—Pues ella le dijo a la señorita Caballero que tenía miedo de que Eduardo la buscara, que le había estado acosando. Así que le propuso pasar es noche en su habitación, creo que eso fue lo que le salvo.

—¿Entonces quién es la chica que estaba en la habitación?

Quizá el maldito bastardo había atacado a Iris Martínez, la amiga fiel de Alekssandra.

—Su nombre era…

—¡Espera! Dijiste: ¿Su nombre era?

—Ella, no sobrevivió.

Entonces volví la mirada a Eduardo, no había notado la sangre en su ropa y en sus manos incluso en su rostro. Trague saliva un par de veces.

—¿Quién era ella?

—Matilda Martínez, era su primer temporada fuera de casa.

—¿Tiene alguna relación con Iris Martínez?

—Era su hermana menor.

¡OH perfecto!

—¿Llamaste al Alfa?

—Viene en camino, dijo que mientras llega tú te hicieras cargo.

Me volví a los guardias.

—Llévenlo al edifico del Alfa, la celda estará lista.

Ellos asintieron sacándolo a rastras y a empujones, entonces debía revisar la habitación. En silencio me dirigí al interior de la habitación. En el habiente se percibía el aroma a sangre, sexo, y perfumes, cuatro perfumes distintos. Dentro se encontraban tres camas individuales dos, pegadas a la ventana una frente a la otra con una separación de dos metros.

La otra del lado de la puerta con un escritorio entre ellas lleno de libros y libretas. En la pared libre dos escritorios más, la puerta del closet y del otro lado un canasto con cosas de las chicas, posters en la pared, fotografías, dibujos, cada lado con su propio estilo. Dos de las camas estaban tendidas, solo una tenía las cobijas y sabanas revueltas.

En ellas había sangre, la había atacado en su propia cama. Di un par de pasos, y entonces la vi. Estaba en el suelo, con su cuerpo molido a golpes, desgarrada. Estuve por devolver lo que había cenado hacia un par de horas, tomé aire tratando de asentar mi estómago.

—¿Percibe algo extraño?

El Alfa estaba detrás de mí, su presencia era aterradora normalmente, en ese momento era indescriptible.

—Solo siento su ira.

—¿Qué la desencadeno?

—Yo evite que violara a una joven que habita este cuarto, esta tarde.

—Señor Vonder Rosen, ¿Qué opina?

Medite lo que estaba por decir, pero sabía que estaba en lo cierto.

—Eduardo, decidió terminar lo que yo evite y busco a la joven Vasíliev… ella se quedó en la habitación de la señorita Caballero y… ¿Dónde está su hermana?

—¿Perdón?

—La señorita Matilda Martínez vivía aquí con su hermana mayor Iris— Un ruido en el baño atrajo la atención de ambos.

Me dirigí al baño antes de que mi mentor pudiera ordenarlo, cuando entré, me encontré con Iris tirada en el suelo con un golpe en la cabeza, aparentemente había estado allí durante el ataque. La levante en brazos y le saque para recostarla en una de las camas, no lucia muy bien.

—Señorita Martínez— Le llame revisándola el golpe.

—¿Qué ocurrió? —Interrogo la chica unos minutos después.

Entonces mire al Alfa.

—Yo la sacare de aquí y la informare, tú hazte cargo.




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