Curiosidad.
Las semanas pasan tan rápido, que no me acostumbro aun al comienzo de una, cuando ya llego el final de la otra. He tenido que evadirla por días, ha sido difícil, pues tengo una responsabilidad para con los cachorros. Cada vez que pregunta por mí o me llama, debo pedirle a Dante que la atienda, que la cuide y sobre todo que la mantenga lejos de mí.
Quizá Dante es el único que se da cuenta del porqué, pero es tan fiel que se jamás comentara nada al respecto. Hoy es un día frío, el más frío del año, muestra fiel de que el invierno ya está en sima de nosotros. El bosque que está dentro de los perímetros del Vulpak, es espeso y siniestro. Me gusta venir aquí a pensar, a estar solo, lejos del barullo. Aunque en realidad no debería estar aquí, realmente no es que lo tenga prohibido… solo no puedo.
No se escuchan los animales, seguramente están resguardados en sus guaridas, ellos no son tan tontos para congelar sus traseros en este frío.
—Fred... Frederick...
¡Mierda! voy a cortarle las pelotas a Dante. No necesito volver a verla, o escucharla y sin embargo aquí esta.
—¿Podemos hablar?
—¿Estas preguntando o suplicando?
—Eso es cruel.
—Aun así, no respondiste.
La escuché suspirar un par de veces, y juro que pude escuchar los violentos latidos de su corazón o ¿Eran los míos?
—Por favor, Fred.
—¿Qué es lo que quieres?
—No quiero esta distancia entre nosotros.
En silencio y con una calma absoluta, que obviamente no sentía. Me dirigí a ella, se veía más hermosa, cada vez más como una mujer. Me pare frente a ella, sin sonrisas, sin amabilidades, sin compasión en mi rostro o en mi mirada. Eso lo sé hacer a la perfección, es un papel que he interpretado por... creo que desde que llegue al Vulpak.
—¿Así está mejor?
—¡Sabes bien a lo que me refiero!
—Perdona señorita Vasíliev, pero no lo sé.
—Lo que... lo que ocurrió... hace un mes— Sus ojos amenazaban con derramar más lágrimas de las que yo podía soportar.
—Ya me disculpé por mi comportamiento.
—¡Y en consecuencia te alejaste de mí!
—Solo puedo ofrecerte mi amistad, Alekssandra.
Ella asintió en silencio, no creo que le hubiese gustado la idea de que el tipo al que se quería tirar, solo le ofreciera un muy maldito apretón de manos.
—Bien Fred, será como tú quieras.
No sé si sus palabras fueron una bocanada de aire fresco o una bofetada.
—¿Entonces en que puedo servirte?
—Pues... quiero entrar a la biblioteca...
—Para ello no necesitas mi ayuda Alekss, tú sola puedes hacerlo— La interrumpí.
—De la Torre del este.
El aire se negaba a entrar en mis pulmones, por más que inhalaba.
—¿Para qué quieres tu entrar allí? Solo hay un montón de libros viejos y aburridos.
—Pues... — Me respondió sonrosada, —Escuche al Profesor Vargas, mencionar algo sobre el libro de San Isidro... solo me dio curiosidad.
Siempre me he preguntado en que momento la mierda va a dejar de caer, y creo que la respuesta es: Nunca. San Isidro, el fundador del Vulpak, el primero de nosotros, el macho Alfa y mentor de todos y cada uno de nosotros. Si ella, llegase a leer el libro... no quiero ni pensarlo, debo proteger al Alfa.
—No puedo hacer nada por ti, está prohibido para los nuevos...
—Por eso necesito tu ayuda— Me interrumpió algo molesta.
—Déjame pensarlo, no es tan fácil como imaginas.
Estaba a punto de decir algo, justo cuando el aullido de uno de los Lobos se escuchó en el bosque, ¿Más mierda? Era raro que la manada se acercara al Vulpak, ellos por lo regular se quedaban en el Valle. Aun siendo ellos parte de la manada, esa era su decisión.
—¿Hay Lobos en el Valle?
—Sí, ese él porque del nombre, tenemos un programa de reproducción canina en conjunto con otros Vulpaks— Sin duda soy un maldito mentiroso.
—¿Podemos...
—¡NO!
Alekssandra dio un brinco, no era para menos, casi la mato del susto por mi reacción.
—¿Qué?
—Son peligrosos, no son mascotas. Eres demasiado curiosa hacia aquello que es peligroso para ti.
—¿Tal como tú?
—En especial yo.
—Bien, como quieras.
Se dio media vuelta marchándose furiosa, parecía una caricatura, solo esperaba ver humo saliéndole por las orejas.
—¿Qué estás haciendo tan cerca del Vulpak? — Me volví para ver a la gran Loba blanca que estaba a unos metros de mí— Esta tenía su mirada centrada en mí, no movía un solo músculo. —No te preocupes por ella, solo es una de las nuevas hijas de la manada.
"¿Pero que me mientes?"— Su pregunta resonó en mi cabeza.
—Por el bien de ella.
"Los cachorros están por nacer, debes traer al Alfa"
—No está en el Valle, ha viajado a Londres,
La loba inclino la cabeza, meditando lo que le había dicho.
"Entonces serás tú"
—No, yo no puedo ayudar... él me va a arrancar las pelotas de una mordida.
"Si no vienes te las arrancare yo"— Me gruño chasqueando la mandíbula.
—Puedo traer a Dante.
"¿Y arriesgarte a que tu mujer nos siga?"
—No es mi mujer— Le gruñí, OK es bobo ponerse perro con un Lobo.
"Vamos, él te dejara pasar"
Se volvió sin importarle si yo quería o no ir allí, la madriguera de una jauría de Lobos es el lugar mas custodiado y peligroso para encontrar en el bosque, sin importar si son cambiaforma o no. No cualquiera enraba al bosque y se dirigia a la madriguera, solo aquellos que eran convocados o tenian tratos con la manada canina. Pero yo sería el primero que entraba alli sin permiso, si el macho líder se molestaba por que estuviese presente para asistir a si pareja en esto. A regañadientes, y furioso seguí a la loba.
La seguí por un largo camino, hasta llegar a la cueva más alejada del bosque dentro de ella, se encontraba el macho y la oscuridad era absoluta. Se escuchó el gruñido del macho a la loba.
"Te ordene que trajeras al Alfa, no a un juguete masticable"— Gruño el macho.