Nacidos entre las sombras, libro 1

Capítulo cuatro.

Arrepentimientos.

Lobos, frente a nosotros había Lobos. Estaban furiosos, y no nos dejarían partir.

—¡Fred!

—Tranquila Alekss, vamos a salir de aquí— De verdad quería creer en mi mentira.

—Pensé que los tenían encerrados...

Alekssandra fue interrumpida por los gruñidos de los Lobos que teníamos frente a nosotros. Evidentemente no les había hecho ninguna gracia su comentario, a decir verdad, a mí tampoco.

—Te dije que no eran mascotas, Alekss.

"Silencio"— Sentencio uno de ellos, obviamente la única que no podía escuchar era Alekssandra ya que ella era una Humana.

—Debí irme a dormir, no debí venir tras de ti... Me equivoque...

"Dije silencio"— Gruño de nuevo, lamentablemente ella solo podía escuchar los gruñidos clásicos de un lupino.

—Ella no puede escucharte— Eso termino con la verborrea que tenía ella, dejándola confusa.

"¿Porque la has traído?"

—No la traje, ella estúpidamente me siguió.

—¿Con... con quien hablas?

La voz de Alekssandra fue apenas un susurro, pero hizo que mi corazón sintiera aún más temor por ella. Esta noche se enteraría de algunas cosas que eran mejor dejar bajo llave, porque de ello podría depender su vida.

"No podrán partir"

—Déjala ir, ella no sabe nada... Me quedare y afrontare las consecuencias, es mi error.

"¿Por qué siempre los Humanos creen que es tan simple?"— Se burló otro Lobo.

—Frederick, estas asustándome.

"Dile que se calle o será nuestra cena"

—Guarda silencio Alekss, te explicare después.

—Pero...

—Por favor.

Sentí como temblaba cuando se colocó a mi espalda, y me rodeo con sus brazos, enterrando su cabeza en mí espalda. En esta situación mi estatus no era el mas adecuado para poder sacarla de alli sin importar nada, una decisión de la que aun así no me arrepentía.

—Déjenla ir— Suplique una vez más.

"No"

Los Lobos comenzaron a gruñir, aullar y a mordisquear el aire, como la jauría que era. Estaba seguro de que solo pretendían atraer la atención del macho líder, querían que saliera y que me arrancara las pelotas de una mordida, para cederle a la mujer como juguete masticable. Creo que, además, no había nada que pudiera hacer al respecto.

"¿Qué es todo este escándalo?"

¡OH genial! el gran macho había salido de la cueva.

"¿Por qué carajos sigues aquí? — Me pregunto hasta pararse frente a mí.

—Ellos no me dejan marchar.

"Pero mira, has traído un juguete para mis cachorros"

La manada aúllo y Alekssandra dio un brinco de terror.

—Ella, no es un juguete.

"Está dentro de mi territorio"

—Y bajo la protección del Alfa y del consejo de la Cruces Doradas que lindero.

Él me observo con más curiosidad aún, sabia perfectamente que trataba de leer cualquier cosa en mi, encontrar la mas mínima señal de resquebrajadura en mi pantalla.

"¿Una hembra? ¿Una hembra humana bajo la protección de las Cruces?"— Su tono era sarcástico, demasiado para mi gusto. —"¿Una hembra humana bajo tu protección? ¡OH mi querido Von der Rosen! has caído como todos nosotros entre la mierda y el polvo."

Esto último más que una burla me pareció una sentencia.

"Mirad al antiguo y poderoso Von der Rosen, y a su hembra humana"— Gruño algún otro y todos rieron, o aullaron, para el caso sonó igual. —"Te dejare partir, Pero no puedes perderle de vista, en el momento en que la dejes sola será nuestra".

Sus palabras conmocionaron negativamente a la manada, pero nadie protesto ni nos detuvo. Sin siquiera chistar por su amenaza, la saque del bosque y la lleve a su habitación. Alekssandra Vasíliev temblaba como una hoja de papel cuando serré la puerta de la habitación, de no ser porque la sostenía por un brazo habría caído inevitablemente.

La deslice con cuidado en la cama, no sabía que decir o hacer, ni siquiera podía verla a los ojos.

—¿Hablabas con ellos verdad?

Su voz fue apenas un susurro, pero me saco de mis pensamientos. ¿Qué podía decirle sin revelarle nada?

—Sí, hablaba con ellos.

—¿Porque yo no.?

—Tengo talentos especiales, Alekss— Le respondí. — Nadie más los tiene— Le mentí.

—¿Alguien más lo sabe?

—El… Nuestro director Isidro Taftian.

—¿Tus padres?

Sentí una punzada en el corazón, ante las fugas recuerdo de mis padres. El tiempo que ellos estuvieron conmigo, la forma en que ambos murieron, antes de que fuese admitido en el Vulpak. Cuando el Alfa mismo me trajo, y me dio un nuevo hogar.

—Ellos ya no están conmigo.

—Lo lamento, siento que estés solo.

Volví mí mirada a ella, que estaba recostada en la cama, hecha un bulto. Pienso, que de alguna manera se siente identificada conmigo. Nunca he visto a sus padres o a su familia por aquí. Supongo que fue adoptada por algún Lobo o descendiente de Lobo, quizá por los Martínez. Sentí tanta pena por ambos, por las diferentes situaciones, sin pensarlo me recosté con ella y la abrasé. Ella se revolvió en la cama hasta quedar frente a mí, pego su frente a la mía.

—Tengo... tengo miedo.

—Ya paso, Alekss, no debiste seguirme...

—No de ellos, de que me rechaces y me dejes sola otra vez.

Trague saliva un par de veces antes de hablar, pero nada salió de mi garganta. Ella acerco su rostro a mí y por segunda vez, ella me beso. Se aferraba a mi cuello, mientras con su suave lengua inspeccionaba mi boca. Perdí la cabeza cuando sentí su mano fría en mi espalda, directamente sobre la piel. Supe, que esta noche no habría nada que me detuviera, nada que me controlara.

Ella seria mía.

En un movimiento más rápido de lo que preví, me había despojado de mis chamarras y suéter, quedando solo con la playera negra del Vulpak. Le quite su chamarra, su gorro y su bufanda.

Fue grato encontrar una penda de color lila, ajustada a su cuerpo, entonando cada parte de ella de una manera eróticamente inocente. Hincado en la cama, le ayude a despojarse de su pantalón y de la blusa lila, dejándola a mi merced, solo en su suave ropa interior, de una lavanda oscura en fino encaje.




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