Cambios
Había una sola celebración en el Vulpak, en todo el Valle de los Lobos que en realidad, que no podíamos evadir, ni disimular u ocultar: el Día de SAN Isidro. Nada en el mundo nos disculparía de estar allí, salvo, quizá, la muerte. Por desgracia, ese fin de semana sería un desastre anunciado. Se abrirían las puertas del Vulpak a los padres de las mujeres adoptadas por la manada y de los miembros originales de Cruces y Rosas.
Eso no solo era algo inusual, era más que inimaginable. Pero estaba ocurriendo. Salvo unos cuantos jóvenes de primer año, sus padres no estarían presentes, ya que se habían separado o habían fallecido antes de la llegada de las mujeres. Algo que no tenía relación alguna con este suceso. Había sido un evento a puertas cerradas, con la compañía solo de los consejos y sobre todo, solo descendientes directos de Lobos.
No es que la celebración fuese algo malo, aunque depende mucho del punto de vista con el que se mire. Desde el consejo de las Cruces Doradas o la Espina Negra, que eran como dos especies de cofradías, hasta el ultimo sanador de la raza sabia que esto era malditamente malo. Se supone que nadie debía saber de ellas. Los antecedentes que había dejado el primero de nosotros era que la fuerza recaía en el macho, la hembra debía ser cuidada, amada y resguardada. Pero las chicas vivían y convivían con nosotros, de modo que se enteraban.
Esto era peligroso dado que muchas de ellas tenían lazos Humanos, y los secretos del Vulpak podían quedar expuestos por un error, un detalle. Aun que eramos telepatas, no teníamos la capacidad de borrar la mente, y por mas que usáramos una compulsión implantada en la mente humana, la verdad siempre sale a la luz.
Por lo cual, esa semana, la mujeres del Vulpak pidieron una reunión con el Alfa, y los líderes de ambos consejos; y allí estaba yo. También se encontraba mi mejor amigo, Dante Landeros. Todos tenían la atención centrada en una de las jóvenes que habían pedido esa reunión. Para mi desgracia, yo estaba centrado en Alekssandra, preguntándome qué carajos hacía allí.
—Creo que, además de las clases extracurriculares y las actividades deportivas, también tenemos derecho a fundar nuestro propio consejo, así seremos realmente parte del Vulpak —finalizó la frase de introducción una chica llamada Tiffany... ¿Monroe? La verdad, soy pésimo para los nombres.
—Si lo que entiendo es correcto, señorita Monroe, es que ustedes quieren tener las mismas tradiciones que los chicos, ¿es así?
—No, bueno, sí. Pero no las mismas tradiciones, mi señor; queremos fundar nuestras propias tradiciones.
—¿Cómo cuáles serían?
Realmente el Alfa estaba interesado en lo que esta chica estaba diciendo. Si la convencía y lo lograban para ese fin de semana, debían ser incluidas en la fiesta de SAN Isidro, eso sería una reverenda mierda. Por todo aquello que la fiesta de SAN Isidro contenia detras de las palabras SAN. Que solo era un acronimo de su verdadero significado, no como algo religioso.
—Por ejemplo, sabemos de las distintas religiones de las que procedemos, para ello se nos ocurre recurrir a la ceremonia Esnats, dado que tomaremos a la Luna como nuestro totem.
En ese momento, el oxígeno de la habitación de conferencias se esfumó, pero era porque jamás alguna Loba o Latente había pedido algo similar. Las chicas entraron en un estado de pánico estático: nadie hablaba, incluso parecían ni siquiera querer respirar. Era mas por lo que había detrás de las ceremonias que habían escogido que por otra cosa, la carga mágica, las deidades. Muchas de ellas ni siquiera creian en un poder superior… esto seria un desastre anunciado.
—¿Cómo se les ocurre pensar que aceptaremos un montón de brujas aquí? —Fue el líder del consejo de la Espina Negra el que explotó en un grito de ira, aterrorizando más a las chicas.
—¡No son brujas, son É. T. E. R. I. S. ¡Analfabeto! —contraatacó Alekssandra—. ¿En qué época crees que estamos?
—No vamos a permitir que traigan ritos paganos a este Vulpak. El consejo de la Espina Negra estará en contra, hoy, mañana y siempre... de la brujería.
Yo sabia que no era ese el motivo por el que él se estaba negando, todos los Lobos lo sabíamos. Pero algo me decía que no había vuelta atrás, las Éteris habían sido un grupo de Lobas que practicaban las ceremonias Esbats, que las conectaban con la energía de la luna. Ellas desaparecieron hace siglos, de manera que nunca estuvieron relacionadas con la fiesta de SAN Isidro.
—Deje eso, señor Hanson, no es brujería —me sorprendí siendo yo el que interviniera.
—¿Acaso apoyas esta locura, Vonder, tú?
—Señor Hanson, mi nombre es Von der Rosen. No le permito tanta familiaridad, aunque usted sea líder de la Espina Negra.
Orlando Hanson se hundió en su asiento, con el rostro más pálido que un papel.
—Señor Von der Rosen, tranquilice su temperamento.
—Como ordene, señor —le respondí al Alfa sin quitar mi mirada de Orlando.
—Esto no es una cacería de brujas, señor Hanson. Las chicas, así como ustedes, pertenecen a este Vulpak, y por lo tanto tienen derecho a sus propias prácticas. ¿O acaso a la Espina Negra se le juzga o se le prohíbe cualquiera de sus tradiciones?
—No, no, señor.
—¿Se les ha tomado como brujos o herejes?
—No, señor.
—¿Se les ha castigado o rechazado de alguna forma?
—No, señor.
—Bien, si el Vulpak o el consejo, ha mostrado su tolerancia hacia su club de fanáticos... ¡USTED RESPETARÁ A LAS SEÑORITAS!
El grito del Alfa hizo que todo el mundo brincara de sus sillas.
—Como ordene, mi señor —tartamudeó Orlando.
—Dicho esto, continúe, señorita Monroe.
—La práctica Éteris solo es una parte de lo que pretendemos hacer. También queremos participar en la comunidad, que el Vulpak se involucre más en la comunidad que se encuentra al pie de la montaña y en la periferia del Valle.
—Esa es una idea interesante, señorita Monroe, ¿cómo planea llevarla a cabo?