Nacidos entre las sombras, libro 1

Capítulo nueve.

Caos

Después de dejar a Patricia en su habitación, trate de que se quedara lo mas tranquila posible, me dirigí al único lugar donde debía estar en ese momento, en el bosque con la manada. El Alfa estaba en el centro del círculo formado por todos nosotros, mujeres, niños, cuerpos ansiosos de ser libres.

—Hijos de mis hijos, sean libres esta noche, únanse a sus hermanos.

El sonido de gruñidos y ropa desgarrándose nos rodeó, sinceramente nadie sabía cómo habíamos soportado tanto hasta ese momento. Sentir que tus huesos se estiran o se encojen y además de eso cambian de forma, es doloroso, muy doloroso. Todos tus órganos se re acomodan, la forma en que vez cambia, no solo por los ojos de Lobo, dejas de verlo desde una altura determinada a verlo a la mitad de esta.

El escozor en la piel, es insoportable, sientes como la piel se estira y se rasga hasta que las conexiones nerviosas con la dermis se rompen, dando paso a la nueva piel cubierta de pelo. La mandíbula se expande, el cráneo se deforma, las orejas cambian, pierdes los dientes, todos, para que surjan los colmillos y molares caninos. El mundo ya no se escucha igual, ahora puedes escuchar cosas que antes difícil o imposiblemente habrías escuchado.

Tus piernas se encojen y tus huesos se tuercen en ángulos que podrían parecer imposibles, pero que sabes te darán poder al correr o saltar, tus manos, cada dedo se encoje, tus uñas se engrosan y se curvan. La cosa es que se termina caminado en cuatro patas, con una cola que además de servir de adorno, es útil para los moscos, entre otras cosas.

El Lobo blanco con manchas negras que es mi amigo Dante Landeros, se acercó a mí.

“¿Correrás o cazaras?”— Me interrogo Dante,

Nuestra raza era enteramente telepática en nuestro estado lupino, podíamos hablar con cualquier ser del planeta directamente a su mente, solo que lo evitábamos, por seguridad. En alguna época del pasado, fuimos perseguidos por un grupo auto denominado “Venántium” que no es otra cosa que “Cazadores”, ellos llevaron casi a su extinción a nuestras mujeres, quienes ahora permanecen en forma de Lobos. La razón principal por la que las habíamos sacado “la vida publica” de la manada, por protección realmente.

Los lobos una vez que encuentran a sus parejas, unen sus vidas a sus compañeros. Cuando el destino los une y tienen a sus cachorros, solo algunos pocos se aventuran a cambiar su forma por la humana. Ellos son ingresados al Valle como los nuevos miembros. El resto de la manda, jamás, jamás abandona el interior del bosque, ni se aventura al Vulpak o cerca de un humano.

“Quizá ambas”

“¿En solitario?”

“¿Quieres unirte?”

Un gruñido salio de la garganta de mi viejo amigo de batalla, me dijo que esa noche seria divertida, como hacía mucho no teníamos una así. De modo que comenzamos a correr con la fuerza y la habilidad de lo que éramos, depredadores.

Al final de la noche, habíamos cazado un par de conejos, unos gatos y algún búho despistado. Además, corrimos varios kilómetros, lo que me dejo saciado y agotado. Regrese a mi habitación aun teniendo cola y pelo, adoraba ser un Lobo, amo serlo. No hay más estado de libertad que este, no se es más auténtico que siéndolo.

Una vez allí adquirí mi forma humana, me di una ducha rápida y me puse el uniforme de mi rango, dirigiéndome a la oficina del Alfa. Todo estaba en silencio, aun podía ver a los miembros de la manada volviendo a sus habitaciones. Me dirigí a la oficina del Alfa, al veinteavo piso, la puerta estaba abierta.

—Pasa hijo— Me indico el Alfa antes de que tocara la puerta.

Entre en silencio y serré la puerta tras de mí.

—¿Quéría verme señor?

—Frederick, tengo la sospecha de que moriré pronto.

Eso me congelo completamente, bueno o malo él era la única familia que tengo.

—Usted no puede morir señor.

—Mi energía mengua hijo, mi poder se desvanece y mi alma escapa de mí. Moriré sin duda.

Esta vez me rompió el corazón, sentí que el mismo se estaba dejando morir.

—No hijo, no estoy dejándome morir… solo está ocurriendo.

—¿Qué pasara con el Vulpak?

—Me importa más lo que pasara contigo.

—¿Señor?

El Alfa se puso de pie, camino al otro lado del escritorio y se sentó en esta frente a mí.

—No llevas mi sangre… Pero eso se puede resolver.

—No entiendo, señor.

—Voy a entregarte el ductui de la manada.

—¡No! —Yo no quería el liderazgo de la manada, eso jamas.

—Sí, es una resolución ya tomada.

—No quiero ser el líder, no lo quise cuando…. Cuando Gabriel fue... Menos lo quiero ahora.

—Escúchame hijo.

—No, esto es una locura, está mal.

Yo seguía parado en el mismo lugar donde estaba desde que entre a la oficina, pero me sentía atrapado en esa habitación tan grande.

—Rabdos, escucha— Gruño el Alfa mostrando sus colmillos.

Se suponía que tenía que inclinar la cabeza, y mostrar mi sumisión. Pero no lo hice, solo me quedé callado.

—Señor.

—Tu esencia como Rabdos murió con ella, y lo lamento, no me di cuenta hasta hace poco del daño que te causé. Ahora Frederick como tal está en riesgo con la presencia de Alekssandra, y no puedo permitirme perderte… no estoy seguro que esta vez lo soportes, sin destrozar a los que te hicieron daño.

—Ella no…

—No me digas que no es tuya— Me corto sin dejar que terminara. —Puedes engañar a los Humanos, pero no a tu raza, y todos nosotros sabemos a quién perteneces.

¡Con un maldito demonio!

—Suponiendo que eso sea cierto.

El Alfa se río de mis palabras.

—Bien Frederick suponiendo que sea cierto, tu poder no será suficiente para detener a Ewah si quisiera venir por ella, no por ti solo.

—Tengo a Dante.

—Sin mí para detenerlo, incluso Dante tendría que obedecer sus órdenes.

Sentí como cada gota de mi sangre se helaba.

—Solo voy a hacer esto para protegerla.

El Alfa sonrío, pero no había nada arrogante en ello.




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