Lazos.
El Alfa fue llevado al hospital... Todo el mundo pensaría que dado lo que somos, no podríamos ser atendidos en un hospital humano. Quizá debería atendernos un veterinario, contrario a la creencia popular, en este lugar existen muchos de los de mi raza. Por lo tanto, no fue necesario hacer nada en la oscuridad, o hacernos cargo de los doctores que le atendieran. También contamos con personal calificado para nuestra saludo, le s llamamos Sanadores.
Me hicieron esperar en una sala de espera privada, los Centinelas se unieron a mí después de comprobar a conciencia la seguridad del lugar. Seguía dándole vueltas a esa cosa, que me había rozado el brazo hacia unas horas, estaba agotado, no había dormido, prácticamente nada. Mi mente estaba trabajando en analizar los mil detalles que pude haber capturado, los aromas, todo.
—Señor Von der Rosen, aquí tiene— Uno de los Centinelas me entrego una tableta electrónica. —Esto es lo que muestran las cámaras de seguridad.
En realidad, tenía terror de ver el video y darme cuenta de lo que esa cosa era. No me di cuenta cuando rosé la pantalla para que el video se reprodujera, en la imagen estaba el Alfa, revisando archivos, firmando cosas, todo completa y absolutamente normal. De pronto algo debió alterar sus sentidos, pues levanto la cabeza de golpe.
“—Por fin te encontré Taftian.
La voz de una mujer se escuchó de pronto, pero no había imagen de ella.
—Henrriette.
En la voz siempre uniforme del Alfa note una emoción que no me gusto, sorpresa. Lo cual me indicaba que ellos se conocían, eso definitivamente no podía ser algo bueno.
—Te dije que te encontraría Taftian, no vas a hacerle más daño, es tiempo de que sepa la verdad.
—¡NO!
Las cosas dentro de la habitación vibraron con el grito del Alfa.
—¿No? Ya por muchos años has impedido que me acerque a él, eso se termina hoy.
—Nunca podaras recuperarlo, tu renunciaste al él día que te involucraste con los Cazadores, tú lo perdiste, así que déjalo vivir
—¿Dejarlo vivir? De modo que él no lo sabe… ¿No le has dicho? ¿No sabe quién le salvo ese día? O ¿Quién evito que perdiera su cordura esa noche?
—Él no sabe nada y así se quedará.
—¡Maldito hijo de puta!”
La sombra se abalanzo sobre el Alfa con una velocidad tal que él no pudo repeler el ataque, una fina hoja de acero, se vio como un destello en la mano de la mujer. La hoja hizo un sin fin de cortes y puñaladas en el cuerpo del Alfa, pero parecía que él no quería defenderse, quizá no podía. Debía de estarlo controlando de algún modo, pero, ¿Cómo?
Ver lo que esa mujer le había hecho al Alfa, a mi padre sin que nadie hubiera podido hacer nada… Hizo que el estómago se me revolviera. Puse fin al vídeo, sintiéndome más furiosos que antes.
—¿Quién carajos es esa Henrriette?
—Nadie lo sabe señor.
—El Alfa dijo que se enredó con los Cazadores… busquen en la base de datos que tenemos de los Venántium, en algún lado tiene que aparecer esa maldita.
—Como ordene señor.
Una vez que el Centinela desapareció de mi vista, sentí que se me cerraba el aire a los pulmones, dejé la tableta en el sillón y me puse de pie. Tal como aria un autómata me acerque a la ventana, la ciudad seguía su vida cotidiana. Gente yendo y viniendo, Lobos, Humanos, todos ellos interactuando, sin saber de nosotros.
Así deberían de seguir las cosas, así, en completo silencio detrás de las sombras del mundo. Si eso hubiera permanecido de ese modo, los jodidos Cazadores nunca habrían aparecido. Pero allí estaban, y esta mañana habían intentado quitarme a uno de los seres más importantes.
—Centinela— Dijo una voz femenina a mi espalda.
—No soy un Centinela.
—Lo eres ahora hijo— Ahora fue la voz de un hombre, pero… ¿Me llamo hijo? —Tienes que entender que las cosas cambian.
Me volví lentamente a verlos, el hombre debería tener cerca de setenta años, canoso, de piel un tanto grisácea. Un Lobo muy, pero muy viejo. Quizá, tanto como el Alfa, solo que este había dejado que el tiempo se marcara en su ser. Lo que me decía que se había vinculado a una humana y moriría con ella.
Por otro lado, la mujer, era casi de mi estatura, de cabello rojizo oscuro y ojos azules, bueno uno de ellos, el otro era de color blanco.
—No vuelva a llamarme hijo.
—Me disculpo mi Rabdos, no sabía que era usted.
¡Otra vez es puñetero nombre!
Ambos hicieron una ligera inclinación mostrando el lado izquierdo de su cuello.
—El Centinela es Dante Landeros, se encuentra resguardando el Vulpak.
—Mi señor, el Centinela Ulrich nos… nos informó que se encontró sangre de la Venántium que ataco a nuestro amadísimo Isidro Taftian.
Las palabras de la mujer me sorprendieron.
—¿Están analizándola?
—En este mismo momento.
—El Alfa permanecerá en mi custodia…
—Disculpe que le contradiga mi señor, pero usted debe volver al Vulpak, en ausencia nuestro Alfa Isidro Taftian usted debe tomar su lugar— Me interrumpió el hombre.
La furia trepo por mis piernas y se instaló en mi pecho, las cosas en la habitación comenzaron a vibrar, las ventanas a combarse al interior. Los Centinelas frente a mi colocaron su rodilla derecha en el suelo, y recubrieron más su cuello inclinando su cabeza, con la mirada en el suelo.
—Debe reunirse con el consejo de la manada, todos están allí aguardando por usted.
—No voy a ocupar su lugar.
—Mi señor, sin el Alfa presente en el Vulpak ¿Qué sucederá con las jóvenes y los cachorros?
¡Mierda!
No había analizado esa situación, no me hubiera importado una mierda lo que les hubiese pasado a esas mujeres si las cosas hubieran sucedido hacia un año. Pero, ¿Hoy? así como la furia llego, se desvaneció.
—Quiero solo a los Centinelas elite aquí, y eso incluye al señor Landeros.
—Como ordene mi Rabdos.
—También quiero… Quiero que mantengan a Ewah fuera de esto.