Revelación.
Una llamada cambio mi vida, mi mundo entro.
—Mi señor… te tengo una mala noticia…— La voz de Dante Landeros mi mejor amigo, sonaba más que rota, mis instintos se pusieron en alerta. —Nuestro Alfa…
—Dime que mi papá está vivo, devuélveme la fe…
—Está en coma, ningún sanador de nuestra especie ha logrado alcanzarlo. Creen que… que no despertara… El ataque lo dejo severamente dañado— Dante guardo silencio. —Se está muriendo Fred, no existe nada que pueda salvarlo.
En ese momento mi vida se detuvo una vez más, dejé de funcionar normalmente y me sumí en el silencio de mi mente. Funcionaba más como un autómata que como yo mismo, sin darme cuenta me aleje de todos, solo realizando las tareas propias de mi cargo. Por mi orden, el Alfa fue trasladado al edificio norte dentro del Vulpak, donde se instaló uno de los mejores hospitales privados, solo con un único prepósito, salvarle.
Tenía un Sanador y un Centinela cuidándolo veinticuatro horas del día, siete días de la semana. Mi raza estaba sumida en la tristeza, nadie me daba esperanza de que él se recuperara, de ser esto tendría que tomar su lugar permanentemente. Y esto era algo que definitivamente no quería por ningún motivo, por que ademas de perder al líder de la manada, perdería al único familiar casi directo que me quedaba.
Me serré en mi cabeza, no solo por la posible perdida, era demasiado lo que la vida me había quitado a lo largo de mi larga existencia. Mis padres, mi mujer, amigos… y ahora al Alfa, lo que me hicieron pensar… Alekssandra también está en riesgo mientras este a su lado, debo alejarla. Incluso Patricia está en riesgo, también debo alejarme de ella.
Debía volver sobre mis pasos y ser ese Lobo solitario que no dependía de nadie y de quien no dependía nadie. La soledad era una pésima compañera, pero era la mas fiel y la única que no sufriría daño alguno por estar a mi lado. Ese tiempo pasaron tantos recuerdos por mi cabeza, unos mas dolorosos que otros. Pero sin duda, todos era oscuros y le daban un tono lúgubre a mi pasado.
Así, entre sombras y oscuridad, llego diciembre.
Estaba sentado en la oficina del Alfa, chocando los registros financieros para el solsticio de invierno, las chicas del consejo de Las Hijas de Lyra, deseaban hacer una ceremonia en el Vulpak. Yo solo estaba funcionando como un suplente del Alfa a medias, no tenia el poder aun de tomar las decisiones con respecto a la manada, pero todos esperaban que hiciera algo. Tres golpes en la puerta sonaron, sacándome de mi auto miserable compasión.
—Pase.
La triada del consejo de Las Hijas de Lyra entro a la oficina.
—Señor director.
—Frederick Tifanny, Frederick.
—Es difícil recordarlo estando tu sentado en esa silla.
Quise sonreír a su comentario, pero falle miserablemente.
—¿En qué puedo ayudarles?
—Queremos pedirle permiso para hacer una excursión…
—¿Fuera del Vulpak o del Valle?
—No… En realidad, Iriana, ha querido llevarnos a la guarida desde hace tiempo.
—Seguramente Ewah está de acuerdo.
—Aunque no te guste la idea, él lo está— Respondió Alekssandra con una frialdad en su voz que no me gusto.
—¿Entonces por qué necesitan mi permiso?
Ellas guardaron silencio, demasiado tiempo, lo que me obligo a levantar el rostro hacia ellas.
—Ewah… él quiere que se haga la ceremonia del solsticio en la guarida.
—Ya veo.
—Chicas, podrían dejarme hablar con el señor Von der Rosen a solas.
Las otras dos mujeres vieron a Alekssandra como si le hubiese crecido una segunda cabeza, pero salieron de la oficina. Ella serró la puerta tras de sí, y clavo su mirada en mí.
—¡Ya basta de esto Frederick!
—¿Disculpa?
—Esta distancia que pones entre tú y el mundo, debe terminar.
—No estoy en contra de que hagan su ritual en la guarida, son libres de hacerlo, si Ewah les ha abierto… la tierra.
Por los latidos de su corazón y su aroma cambiante, me di cuenta que estaba más que furiosa. Pero no estaba dispuesto a hacer nada para cambiar su estado de animo, no podía hacerlo.
—Hace meses no te he visto, no hemos hablado y apenas te quedas en una habitación con personas.
—El mundo no se centra en ti señorita Vasíliev, tengo responsabilidades que cumplir y es lo que he estado haciendo.
Se acercó a mí, tomando la silla por el respaldo y la hizo girar para que quedara frente a ella. Sentía mi parte Licana arder bajo la superficie de mi piel, solo quería escapar de ese lugar, y… correr.
—¿Por qué pones esta distancia entre nosotros Fred?
—No sé de qué haba señorita…
—¡Corta esa mierda Frederick!
—Aléjate de mí— Le gruñí, pero ella no retrocedió. — Ya les concedí lo que querían ahora vete.
—No… no te alejes de mi otra vez, no voy a volver a ti si lo haces.
—Que tenga una buena tarde, señorita Vasíliev.
Las lágrimas comenzaban a llenar sus ojos, pero la vi tragarse el dolor, enderezo su espalda.
—Buena tarde, señor director.
Pude escuchar el interrogatorio de las otras dos chicas cuando salió de la oficina, quería ir detrás de ella y disculparme… esta vez no lo hice. Salí de la oficina para cuando ya habían terminado las actividades avituales del Vulpak, y los Consejales se reunieron conmigo. La tarde era fría, lo que me decía que el invierno estaba cerca de llegar otra vez.
—Frederick.
—Dante— Lo salude, pero él no iba solo. —Iris.
—Fred, ¿Cómo estás?
—Esperando a que mi padre… a que el director vuelva.
—Rezo por que así sea.
—Gracias Iris.
Ellos iban tomados de la mano, como una pareja… pero, ¿Cuánto tiempo he estado encerrado en mi cabeza para no haberme dado cuenta?
—Camina con nosotros amigo.
Asentí, sin decir más, quizá ellos querían hablar conmigo, debía dejarlos… esa era mi responsabilidad. Comenzamos a caminar en silencio, con ella entre nosotros, tomando la mano de Dante.