Sentimientos.
—¿Quieres apagar ya tu celular? Ha estado sonando toda la mañana— Le perdí a Alekssandra cuando el timbre de su celular sonó por quinta o sexta vez.
—No es el mío bola de pelos, es el tuyo.
—Mmmh.
No quería saber de interrupciones, pero ya no podía escabullirme por allí y dejar todo atrás. En momentos como este, sí que detestaba al que alguna vez llame padre.
—Bueno— Intente sonar interesado por lo que sea que mi interlocutor estaba diciendo, pero falle miserablemente. —Bien te veré después del atardecer en mi oficina.
Lance el celular sobre la mesita de noche, que estaba junto a la cama, en ese momento Alekssandra trataba de ponerse de pie.
—¿A dónde vas?
—Pues a ducharme, en un par de horas tengo clase…
La jale de nuevo a la cama conmigo, no opuso mucha resistencia que digamos.
—Hoy no asistirás a clase.
—¿No?
—Nop, tenemos cosas más importantes que hacer.
—¿Cómo cuáles? — Me interrogo metiendo los dedos de su mano en el cabello de mi nuca.
—Como estas— Le respondí girándome para quedar sobre ella, entre sus hermosas piernas.
—¡Estoy molida Fredy!
—¡A con que Fredy!
Le di una mordida entre la base de su cuello y el nacimiento de su clavícula.
—Fred— Murmuro en un gemido. —Para, un minuto, tenemos que hablar.
—No quiero hablar.
Tomo mi rostro entre sus manos y me alejo un poco de ella, solo lo justo para poder verme a los ojos.
—Por favor, solo un minuto.
—Bien, tienes sesenta segundos exactamente.
—¿Qué va a pasar ahora? — Me dijo suspirando.
—Dijiste que querías hablar no preguntar— Me apoye en mis brazos para quitarle un poco del peso de mi cuerpo.
—Es en serio, ahora yo estoy con…
—Conmigo— La corte, sabiendo exactamente qué era lo que buscaba. —Estás conmigo, ere mía, ¿Entiendes eso?
—Pero…
—Sin pero Alekssandra, eres mía, solo mía.
—¿Del mismo modo que…
—Soy tuyo anima mea, irrevocable y definitivamente tuyo.
La sonrisa que apareció en su rostro, fue más que mágica, provenía de allí mismo, de su alma.
—Pero… Si el consejo o la manada se enteran…
—Los únicos que pueden replicar o sentirse indignados por eso, son los… — A punto estuve de decir “tu raza”. —Los Humanos, que no entienden de nuestra raza.
—¿Y ellos? Los Lobos ¿Qué dirán ellos?
—Voy a hacer honesto, ellos no van a aceptarte fácilmente como la Alfa de su manada, pues no eres un Lobo o un Latente.
—¿Es porque soy humana?
—Es porque si te aman de la misma manera que yo, algún día van a… a perderte.
Por todos los dioses conocidos y por conocer, por eso no era bueno relacionarse con los Humanos, pero… ¿Cómo lo evito ahora?
—¿Por qué me perderían?
¿En qué forma podría decirle? ¿Cómo le aria saber que ella moriría en un par de años y yo seguiría con mi vida? ¿Entendería ella lo que eso me aria? ¿Lo que le costaría a la manada? La bese porque no quería pensar en ello, no ahora, cuando por fin había admitido lo que tanto me había negado.
Metí mis manos bajo su espada, abrazándola con fuerza, escondí mi cabeza en su cuello.
—¿Qué ocurre amor?
—Yo he vivido por más de ochocientos años Alekss— Respondí contra su cuello.
—¿Qué?
—Incluso Ewah es más antiguo que yo, por muchos más sigilos.
—No me había dicho que fueras tan viejo, esto es ¿Inmortalidad?
Levante mi cabeza porque tenía que decirle viéndola a los ojos.
—No, podemos morir, como ustedes, envejecemos del mismo modo que lo hacen sus cuerpos… solo somos más longevos, nos lleva más tiempo envejecer.
—¿Así que has tenido dieciocho años por cuánto tiempo?
—Cerca de casi doscientos años.
—Yo solo viviré…
—No, no pensemos en eso ahora.
—¿Los Latentes son como ustedes?
—Por poco, cuando mucho su vida se extiende de setenta a cien años más que los Humanos más longevos.
—Por eso nadie decía nada cuando estabas con Patty.
—¿Qué?
—Novak dijo una vez, “Patty es más adecuada para ser suya” No sabía por qué lo decía, hasta…
—¡No! — Mi gruñido la tomó por sorpresa. —Nunca, nadie más…Aun si no logro hacer que el tiempo de tu cuerpo se altere y tengo que verte… no abra nadie más.
—Eso te matara Frederick.
—Como lo hace el que estés en el Vulpak y no te tenga a mi lado.
Sus ojos se llenaron de lágrimas ante la verdad de mis palabras.
—No quiero que sufras por mi causa.
—Entonces déjame amarte Alekss, todos y cada uno de los días que nos queden por delante.
La besé justo donde había dejado la marca de la mordida, lamí su suave piel, colocando una de sus manos sobre la suave piel de su pecho desnudo. Su respiración era entrecortada, sus mejillas se sonrojaron levemente.
¡Dioses! No me cansaba de ella, de su aroma… en realidad la amo.
Acaricie sus piernas para acomodarnos en una mejor posición, quería que todo fuese más placentero para ella. La bese y acaricie como si fuese la primera vez, quería que todo fuera de ese modo entre nosotros, como la primera vez.
—¿Vas a dejarme Alekss? — Murmure mordiéndole el labio inferior.
—¿Qué?
—¿Vas a dejar que te amé cada día?
—Frederick, no me tortures de este modo— Se removió bajo de mí, pero la sostuve con mi mano.
—Dilo Alekss, dilo para mí.
—¡Fred!
—Dilo anime mea, por nosotros.
—Ámame amor mío, cada día, del resto de nuestras vidas.
Sus palabras fueron como un bálsamo para mi alma, la tome con suavidad, lentamente. Me permitió amarla hasta que quedamos más que agotados, de modo que cansados, sudorosos y saciados fuimos a ducharnos. Apenas me puse el pantalón cuando tres golpes resonaron en la puerta, obviamente no era para mí, nadie sabía que estaba allí.
—¿Esperas a alguien, Alekss?
—Nop.
Tres golpes más sonaron en la puerta, estos venían con aromas que me pusieron furioso. Preocupación, furia, lujuria y el macho que quería se mantuviera lejos de mi mujer. En silencio, me acerqué a la puerta y la abrí de golpe.