Nacidos entre las sombras, libro 1

Capítulo dieciocho

Verdades.

Antes de la media noche nos montamos en la camioneta de Dante Landeros, el manejaba e Iris Martínez iba a su lado. Alekssandra Vasíliev y yo en los asientos de en medio, Dimitri Ruso y Patricia Caballero, en el asiento posterior. Solo Dimitri sabía nuestro destino, no había querido que tuvieran miedo, o alguien más se enterarse que íbamos a ver a mi madre…

No, ella solo me había traído al mundo, mi madre había muerto hace mucho tiempo, era yo un adolescente, le debía mi amor y mi lealtad a esa mujer que me amo, que me cuido y ayudo todo cuanto le fue posible. No Henrriette era… fue la mujer que me parió, no mi madre, y además era enemiga de mi raza…

—Rabdos, ¿Estas escuchando? — Me dijo Dimitri desde el posterior de la camioneta.

—No.

—¿Qué franqueza lassie? — Se burló Dante viéndome por el retrovisor.

Le gruñí mostrando mis colmillos, en realidad me gustaba ese animal.

—¿Qué decías Ruso?

—Decía, que llegando a la casa de los Von der Rosen yo entrare primero.

—No, ira Dante primero, tú atrás, con las chicas en medio, yo iré al final.

—¡Te dije que te pondría una correa lobito! — Le dijo Dante a Dimitri entre risas, las chicas trataban de no reír.

—¿Una correa mi Rabdos?

—No Dimitri, solo no quiero que le arranques la cabeza a nadie.

—¿Habrá alguien más en la casa? — Interrogo Alekssandra colocando su mano en mi brazo.

—Sí, pero no te preocupes, traje a mi can.

Todos reímos ante el gruñido del Custos, acerque a Alekssandra a mí, y pues mi boca en su oído.

—Prométeme una cosa anima mea, pase lo que pase en el futuro próximo, aun… aun cuando tenga que permanecer lejos de ti, nunca olvidaras que te amo.

Se alejó un poco, y clavo su mirada en la mía.

—¿Por qué me pides eso? — Susurró.

—Porque siento, que debo hacerlo.

—Pero… si sientes eso… es porque…

Pegue mi boca a su boca a su oído otra vez.

—Porque vivimos en un mundo demasiado distinto, y hay demasiadas cosas ocurriendo en este momento… no quiero que pienses, alguna vez siquiera por casualidad, que te dejare ir.

Ella giro su cabeza y me beso, fue un beso lento, tranquilo, lleno de ternura y amor.

—¡Hey! Ustedes dos allí adelante, dejen de comer pan frente a los hambreados— Se río Patricia.

Voltee a verlos sobre el asiento, Dimitri tenía una sonrisa en los labio y patricia nos veía tratando de aguantar la suya.

—Dimitri, hazme el favor de controlas a tu Humana— Dije con un tono socarrón, viendo a mi ex—guardián a los ojos.

—¿Me ha llamado Humana esa bola de pelos? — Chillo Patricia riendo. —Detenme Dimitri— Tomo la mano del ruso y convocándola en su estómago. —Detenme que le arranco hasta la cola por llamarme Humana.

Esos juegos y bromas entre nosotros aminoraron el viaje, sentía que no me dirigía a mi guillotina. Demasiado pronto llegamos a la casa de mis padres. Los hombres bajamos primero de la camioneta.

“Ella está aquí, solo percibo su aroma”. — Nos informó Dimitri a través de nuestra senda telepática común.

“Tampoco capto otro aroma”. — Concordó Dante.

—Saquemos a las damas— Les indique.

Tal como lo había dicho en él la camioneta, Dante iba a la cabeza, las chicas en medio y detrás de ellas Dimitri, solo un par de pasos más atrás estaba yo. Solo las luces del porche y del recibidor de la casa estaban encendidas, pero no se veía a la Venántium por ningún lado.

En calma y en silencio entramos en la casa, con nuestros sentidos alerta. Sin previo aviso en una explosión violenta de huesos, piel y luces Dimitri dejo su forma humana para asumir la forma de Custos, dejando a Dante y a las chicas detrás de él.

—Llama a tu perro, Frederick.

Frente a ella se encontraba Henrriette, una mujer hermosa, de cabello oscuro igual que yo, pero el color de sus ojos era idéntico a los míos, vi mucho de mí el ella.

—¡Dimitri atrás!

Dimitri volvió su cabeza peluda hacia mí, sus ojos destellaban furia. Patricia se acercó a Dimitri, él no la veía, solo me veía a mí, hasta que le toco el pecho, undiendo su mano en su pelaje. El Custos bajo su cabeza hacia Patricia, esta le acariciaba el pelo del pecho y del brazo. Para hacerlo tenía que ponerse de puntitas, entonces Dimitri se dejó de caer sobre sus cuartos traseros, poniendo una de sus garras en el suelo, y la otra en la cabeza de la chica, atrayéndola hacia sí, colocando su hocico en el hombro de la joven.

Pensaba que quizá “el vínculo de sangre” que se había forjado esa noche en la capilla de San Isidro hacia que esa unión entre ellos fuese tan fuerte, pero ahora creía que esto era a niveles que quizá ninguno de los dos entendería. Pero viéndolos ahora, me di cuenta de que esa unión iba más allá de ese vínculo, y eso me sagrado que se hace entre parejas.

—¿Quiénes son tus amiguitas? O ¿Son comida para el chucho?

—Henrriette— Sisee cortando sus estupideces. —No estamos aquí para fraternizar.

—De alguna manera lo estamos haciendo.

—Pasemos a la sala, allí podremos hablar.

Ella entro antes que nosotros, y se sentó en uno de los enormes sillones. Dante encendió las luces quedándose de pie en el umbral de la sala. Dimitri se paró detrás de Henrriette como el guardian que era para proveer seguridad, si ella trataba de atacar. Yo acomode a las chicas en un sillón que estaba pegado a la pared, junto a Dante y me quede de pie frente a la Venántium.

—Supongo que has leído el insidioso diario de mi hermano— Eso no había sido una pregunta, y había sido demasiado directa, lo que provoco sonidos de sorpresa provenientes de los presentes. —¿Me equivoco?

—No, no te equivocas, leí el diario de Isidro Taftian.

—Bien, entonces antes de llegar al asunto que nos trajo aquí, voy a darles mi versión.

Dejamos a Henrriette Taftian hablar, ella era la última hija de cuatro del padre de la casa noble de los Hurjan de los cuales solo quedaba yo como heredero. Las casas nobles eran los predesesores a lo que ahora es el consejo, ellos fueron los fundadores de tal consejo. Isidro los había llevado a su muerte a todos ellos, era una casa extinta. Isidro, tenía un problema, estaba enfermo de poder, sus hermanos intermedios no fueron impedimento para Isidro, pero aun así les dio muerte. Fue hasta que el padre decidió que casaría a Henrriette con uno de sus nobles que todo exploto.




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