Evento II.
Caos.
Temor.
Ira.
Incertidumbre.
No podía culpar a los Humanos por sus sentimientos. Yo los había puesto en ese precario estado y, pese a mi compulsión, las emociones habían sobrepasado el hechizo. Todo lo que había intentado, deseado y creado para evitarlo, estaba ocurriendo. Había fallado. Completamente.
La situación se había salido completamente de control, muchos reporteros se habían congelado en sus asientos con el terror marcado en sus rostros, otros se habían levantado apresuradamente a buscar una salida. Ante mis ojos, todo sucedía con inmensa lentitud, entonces lo sentí, un ligero roce en mi mente, como el aleteo de una mariposa sobre la piel. Mi corazón se detuvo por solo un segundo antes de galopar como loco, ante el conocimiento de lo que estaba pasando en mi cabeza.
Allí estaba de nuevo, sabía perfectamente de quien se trataba, pero ignoraba que algo así podría ser posible…
“Escúchame Frederick, pon mucha atención por favor…”.
Sofoque un gemido de sorpresa en mi garganta, impulse el aire a mis pulmones, que en ese momento se había negado a entrar.
“¿Qué demonio…”.
“Tú eres un Záitsev” —. Me interrumpió con una voz autoritaria que jamás le había escuchado y no es que habláramos muy a menudo. —“Eres el líder de la manada por derecho y por sangre. Eres el mejor de todos nosotros, has hecho más por nuestra gente en solo unos meces, que todos tus ancestros juntos en siglos… Tienes que entender un par de cosas antes de convencerlos para que te escuchen…”.
Me quede expectante, sabíamos de sobremanera que no tenía tiempo para una charla emotiva y larga, si no encontraba como detener esto en un minuto o dos me estallaría en el rostro.
“Sus ancestros llevaron a la casi extinción nuestra raza al solo pensar en su poder, en su egoísta poderío…el surgimiento de los Cazadores fue el error descomunal de mi padre, el no detener la podredumbre dentro de la manada… el nacimiento de la Alianza del Este fue el error de tu tío, pues el traiciono todos los fundamentos sobre el cual los incito a levantarse contra su padre… Ahora es tu turno…. En tus manos está el destino de nuestra gente, puedes hacer que te escuchen, que cambien de opinión”.
“¿Cómo?”.
“Tu sangre y mi sangre son la misma, estabas en mi vientre cuando ellos me convirtieron, por ello la magia responde a ti con tal fuerza y modo que como con nadie”.
“No… No Henriette por favor…”.
“Lo lamento mi niño, pero así es… ahora deja esto de lado y habla con ellos, que la humanidad sepa la verdad”.
No tenía tiempo para procesar todo lo que me había dicho en ese momento, pero una cosa si estaba muy clara… Yo y nadie más eran el líder de la manada, por herencia de sangre. No me había ganado ese lugar, pero era momento de que lo hiciera, tenía que luchar por mi gente y era lo que iba a hacer.
Cerré mi mente al exterior, centré toda mi fuerza, todo mi entrenamiento, todo mi ser en una sola cosa, yo era quien hablaba y ellos iban a escuchar.
—Sé que no tienen por qué hacerlo, pero necesito que me escuchen, mi gente, muchas vidas dependen de ello, por favor…
Mi voz había bajado una octava, convirtiéndose en algo similar a un susurro, diseñado para ser escuchado aun entre todo el caos que había en el lugar.
¿Era una trampa? Muchos dirían que sí.
¿Era una compulsión? Seguro que sí.
¿Me arrepentía? Si esto salvaba a mi gente, jamás.
—Nuestra historia no es tan distinta a la suya, fuimos creados, pero no estamos seguros de cómo. Creemos en fuerzas más poderosas que nosotros, que no guían y nos han dejado en este mundo con un solo propósito… toda nuestra vida solo hemos querido una sola cosa, vivir en paz con los Humanos— Mi voz seguía siendo un susurro, no había levantado mi rostro, mi mirada estaba fija en el escudo de armas que tenía grabado un tapetito en la mesa frente a mí. —En el pasado… tratamos de acercarnos a ustedes… fuimos rechazados, perseguidos y cazados como si fuéramos monstruos… fanáticos enfermos o sedientos de sangre nos llevaron casi a nuestra extinción.
Ewah y Dimitri hicieron que todas las cámaras del lugar se dirigieran únicamente a mí, que dejaran fuera al resto y al caos de los reporteros. Pese que se habían levantado a la carrera, asustados y querías salir de allí, no se habían retirado, lo que me daba un poco de esperanza.
—Somos padres, hijas, hermanos, tíos, abuelas, amigos, los que hoy estamos aquí frente a ustedes exponiendo nuestras vidas, arriesgándonos a su desprecio y a su ira. Por tener un origen y un segundo rostro distinto al de ustedes… amamos, compartimos, vivimos, disfrutamos y sufrimos de la misma forma en que lo hacen ustedes. Tenemos familias a las que amamos y nos aman y deseamos proteger de todo daño, nuestro andar por este mundo ha sido tan difícil como el de muchos de ustedes, surcado de dolor, desesperanza, desolación y pena. —Levante mi rostro, sabía que mis ojos no eran del color café habitual, si no que eran los de un Lobo. —Si los he llamado hoy aquí esa para revelarles nuestro secreto, no deseo que nos teman, necesitamos de ustedes….
Temor.
Incertidumbre.
Empatía.
Pena.
Mi corazón dio un violento vuelco en mi pecho al percatarme del cambio en las emociones que percibía de los Humanos de la habitación, pero no podía cantar victoria, quizá nunca podría hacerlo.
—Les suplico que me escuchen, pues de no hacerlo, dudo que mi gente soberbia otra noche.
OK, eso sí fue un poco exagerado, pero estaba desesperado. En parte eso era verdad, de no hacerlo los Cazadores podrían envenenarlos en nuestra contra, y aliados con ellos, quizá en esta ocasión si nos llevarían a nuestra total y absoluta aniquilación.
—¿Cómo sabemos que no son un peligro para nosotros? Descienden o son parte de los Lobos, son depredadores naturales— Interrogo un reportero al que yo personalmente había invitado a la conferencia, quien tuvo contacto con Isidro Taftian en el pasado.