Alana recibía una reprimenda en casa, en medio de tules y recuerdos, como si eso bastase para que dejase de hablar con Cora.
Ginger estaba exaltada, nerviosa era la palabra y decía aireada.
—Intento e intento darte lo mejor, ropa, zapatos, fiesta y tú sigues frecuentando a esa… muchacha, ¡por Dios!
—Cora es buena…
Ginger no miraba corazones, sino billeteras, y le dijo a su hija.
—Cora es pobre, es altanera, tiene mala reputación como su madre, una mesera o una cualquiera, es lo mismo.
**
En cambio, Cora llegaba a su casa y su madre se alistaba para irse a su trabajo. Tenía el uniforme puesto y sobre él una chompa gris; trabajaba en un bar de la zona.
—Te dejé comida caliente en el horno y no deseo verte deambulando por allí hasta tarde.
Era el sermón de siempre, así que hizo de lado todo eso para preguntarle a su madre.
—¿Por qué no le caigo bien a la familia de Alana?
Rita se detuvo para mirar a su hija.
—Alana, de nuevo, ¿volviste a verla?
—Sí… Es mi amiga.
—No es tu amiga, es una chica de la alta sociedad.
Esa referencia le dio risa y le dijo a su madre:
—¿Alana? Alana no es de la alta sociedad, ella es diferente.
Rita respiró hondo y le dijo a su hija:
—Alana tendrá esa fiesta, los chicos la cortejarán porque es bonita, ella elegirá al que mejor le parezca o su madre elegirá por ella y se alejará de ti, eso pasará… Es la ley.
—No con Alana —dijo rotunda.
Tal vez su hija no entendía el proceso de la vida, pero ella sí, por eso le dijo muy segura de lo que pasaría.
—Solo te lo advierto para que no llores. Esas cosas pasan, hija, son inevitables.
“Esas cosas pasan”. Había visto muchas cosas pasar en su corta vida, pero lo de Alana era imposible.
Alana nunca sería así de déspota, recordaba cuando solían bailar en su casa, ponían los ritmos de moda y se contoneaban fingiendo que eran vedetes sensuales en el cabaret de la vida.
Alana se confundía con los pasos y eso que estudiaba danza, pero era así de despistada. En cambio, Cora era versada en esa área, solía reírsele mucho, por eso sabía que no encajaría en el papel de dama de sociedad, porque ella era demasiado auténtica para caer en esas tonterías.
Los preparativos para la fiesta iban viento en popa, esa tarde Alana se probaba el vestido que usaría para esa noche y Cora la acompañaba y admiraba la esbeltez de su amiga.
—Pareces una princesa.
—Cora, las princesas no tienen miedo… Y yo tengo miedo de esa fiesta.
Cora sonrió por sus palabras, no podía decir si las princesas tenían o no miedo, pero quien a esas alturas no tenía miedo a algo, además lo mejor que se podía hacer con los miedos era superarlos.
—Tonterías, te ves bien y es lo que importa.
—¿Vas a ir?
Cora jugaba con los muestrarios de telas.
—No creo que a tu madre le agrade la idea.
—Es mi fiesta, Cora.
La joven fue sincera con su amiga.
—Nunca será tu fiesta Alana, es la fiesta de tus padres —entonces dijo bastante desconcertada—, si mi padre viviera si iría a tu fiesta porque mi padre era un hombre muy inteligente, me lo dice mi madre todo el tiempo.
Cora sentía nostalgia mirando una tela de color melón con brillos y dijo lo que pensaba.
—Lo extraño mucho, ¿sabes?, creo que un padre facilita muchas cosas como la comida, la ropa, los eventos sociales.
Alana se le acercó y le dijo.
—No necesitas un padre para ir a mi fiesta, solo necesitas… —sacó una invitación—, esto.
—¡Por Dios!
—Así es, te quiero allá junto a mí.
Cora acarició la invitación, la textura era suave como de terciopelo y sonrió muy segura de que Alana nunca iba a cambiar.
A la salida el auto de Ginger se estacionó y salió iracunda.
—¡Qué significa esto, Alana! —miró despectivamente a Cora—, te lo advertí, hija, pero tú sigues tirando para el lado pobre.
—Cora es mi amiga.
—Ilusa, no te quiero cerca de Alana nunca más, ¿oíste?
—Ya oí, pero no escuché —se retiraba molesta.
Su madre se jactaba en decirle que tenía un futuro dispuesto para ella. Esas palabras sonaban inmensas para una adolescente, entonces se dio cuenta de que después de esa fiesta jamás tendría el control de su vida, que estaba viviendo los sueños de su madre como propios.
**
Alana se acercaba a la habitación de sus padres, necesitaba aclarar unas cosas con ellos y escuchó a su madre decir airada:
—Odio a esa chica. Tantos años y esa amistad no decrece.
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Editado: 06.10.2025