Nación Young

Capítulo 7 Los enemigos de Young

Gregory estaba en su habitación con el ceño fruncido y mirando al frente, ¿qué sabía de Alana Lorenzo? Era altanera, malcriada, altiva, arrogante, bella, rabiosamente bella—sacudió su cabeza— ¿de dónde vino eso?

Volvió a repetir lo que sabía con más cuidado: altanera, malcriada, altiva… Bella… Arrogante… Ojos brillantes y mirada intensa—volvió a sacudir su cabeza— no, no.

Se levantó molesto ¿Qué le estaba pasando? Había visto a miles de hembras y se detenía justo en esa desbocada. Respiró hondo y dijo:

—Es hermosa, sí. Bueno… Tiene encanto y una boca —jadeó al pensar en su boca—, cielos, nunca vi labios tan carnosos como esos.

Se sopló el rostro que hervía como el fuego, ¿de dónde vino todo eso? ¿Desde cuándo era tan observador en las hembras?

Alana le había lanzado un hechizo, sin duda, eso tenía que ser, una magia, algo maligno. Esa mujer era peligrosa, altanera, rebelde, desbocada. Le hacía falta la mano arcana. Su mano arcana—sacudió su cabeza—sus pensamientos estaban descarrilados.

Grendich—pensó— sí, la clave estaba en ese lugar. Alana decía que conocía de Grendich, pero la historia arcana era demasiado reservada, ellos eran privados con sus cosas, entonces quedaba una pregunta en el aire: ¿cómo supo ella de Grendich? Y ¿quién era realmente Alana Lorenzo?

**

Como todo lugar, Young tenía sus enemigos y estos eran muy peligrosos:

Estaban las arpías, criaturas míticas con la mitad de su cuerpo siendo de un ave y la otra mitad de humano, tenían alas oscuras y garras en sus manos, eran por demás carnívoras y voraces en sus apetitos, siendo la carne humana su alimento predilecto.

Las arpías vivían en cuevas y tenían una reina que ponía huevos y donde empollaban sus crías, algunas veces dos reinas copulaban para sacar nuevas especies resistentes. De cada mil huevos nacía una reina con la capacidad reproductiva, su huevo era más grande que los demás.

Su forma de atacar era en manadas, causando desmanes en pueblos y lugares donde la gente estuviera desprevenida. Solían envenenar sus garras con ciertas hierbas que atontaban y paralizaban a los humanos para facilitar su trabajo.

Los Bárbaros eran conocidos como una raza primitiva que se había negado a evolucionar, o también eran considerados ángeles caídos que se habían rebelado contra el Creador.

Eran gigantes de casi tres metros de altura, cuerpos fuertes y recios, que asemejaban a los luchadores de espectáculo, solo que estos si causaban daño a sus oponentes, sus instintos eran destructivos.

Su cerebro era menos desarrollado que el de un humano normal y su comportamiento era el de verdaderos cavernícolas, apenas hilvanaban unas frases mal elaboradas y su comportamiento era amoral.

Caníbales por naturaleza, cazaban a los niños de pueblos, se los consideraba como depredadores de razas. Raptaban mujeres y las llevaban a sus aldeas en donde tenían establos en donde las encerraban y solo las sacaban para aparearse con ellas por la fuerza, su fin era preñarlas para aumentar su especie, una vez cumplido su ciclo reproductivo las mataban.

El apetito, en el plano sexual de estas criaturas, era desagradable, apareándose incluso padres e hijos, les decían la raza maldita.

Sus armas eran mazos y cuchillos que se asemejaban a espadas, andaban en grupos de cincuenta, tenían un líder único que se destacaba de entre los demás por su audacia, si se les quitaba el líder ellos se desbancaban.

Otro enemigo de Young eran los propios adultos, humanos que vivían atraídos con la idea de un reino rico y lleno de tesoros y que enviaban grandes expediciones solo para localizar ese reino.

Lo lamentable era que entre esos personajes estuvieran los propios padres de los príncipes que un día llegaron a Young.

Un enemigo igual o peor que los anteriores, era cierta criatura que se escondía en el silencio y aguardaba en la penumbra su momento de venganza.

Solía rondar los mundos para perder a las personas y causar tragedias, sus malignos ojos estaban puestos en el reino de los jóvenes. Porque el Creador amaba ese lugar más que a nada.

**

Alana ignoraba ese tipo de enemigos, tan solo había conocido el lado bonito y apacible de Young.

Las ideas seguían surgiendo, era muy fácil para ella que las tomaba de su mundo, por el momento era vista con buenos ojos por todos sus compañeros.

Había permitido que siguieran leyendo sus historias, todas las tardes Magdalena salía con una para encontrarse con Aldem, esa tarde no era la excepción.

Ella le daba el cuento. El joven sonreía cautivado por la cercanía de su amiga.

Rutia se detuvo al ver a Aldem muy cercano a la hembra y notó el pergamino en sus manos, por lo que se dio cuenta de quién era su informante. Cuando la joven se retiró, ella se acercó.

—Aldem.

Lo vio saltar en su puesto y le dijo.

—Así que de esa forma obtienes los pergaminos.

—Rutia.

—¿Con qué argumento los obtienes?

Eso se estaba poniendo muy incómodo para él.




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