Hubo aplausos en todo el salón y Alana fue felicitada por todas las jóvenes de Young.
Casio sostenía una corona hecha a base de semillas y flores, las cuales estaban en una resina muy parecida al ámbar y le daban delicadas tonalidades a las piezas.
Una construcción muy hermosa, por cierto, y se la colocaron en la cabeza. Hubo aplausos por parte de todos, le lanzaban flores y pétalos de rosas y ella asombrada por la demostración de cariño.
Vio entrar a los niños vestidos con trajes de pajes y flores. Cada uno le traía un obsequio a la Reina; estos iban desde pan de maíz, flores, frutas, dulces, semillas de girasol para comer.
El pequeño Hongo venenoso le dio una cajita con barritas de chocolate, muy sabrosas, por cierto, y eso lo supo porque el pequeño hongo se había comido algunas.
Casio lo dijo entonces.
—Como hacemos cada año, uno de los príncipes abre el baile de gala con la reina de la Cosecha, este año le toca al príncipe Gregory.
Alana no se esperaba ese detalle. Nunca imaginó que tuviera que bailar con Gregory y tampoco con Casio, porque este usaba vestido.
Miró a todos lados y vio a Gregory acomodándose el traje. Casio se le acercó a charlar con él.
Cuando Gregory vio avanzar a la falsa doncella, sintió un sobrecogimiento en el estómago. Casio se lo veía tan, Casia —evitó echársele a reír en la cara—, el joven le dijo entonces.
—Amigo, me preguntaba si vas a bailar con nuestra Reina o prefieres que te supla en ese menester.
—Casio, pienso tomar el reto esta noche, después de todo hablamos de nuestra Reina, la más especial de todas —entonces miró su extraño atuendo de esa noche—, y dado tu atuendo, no creo que se vea correcto que dos vestidos giren en el salón.
—No había reparado en eso —rio apenado.
Casio le dio pase y lo vio acercarse a la joven. Alana escuchó la orquesta y sintió cierta incomodidad de bailar con Gregory, que la rodeó delicadamente por la cintura.
El joven príncipe le dijo.
—¿Disfruta su reinado, Alana?
—Sí, aunque debo decirle que esto me tomó de sorpresa…
—Aquí en Young todo es posible
La atrajo hasta él con firmeza y eso le produjo una inquietante sensación de bienestar que jamás había experimentado.
Alana, en cambio, no esperó que el joven se destacara en el arte del vals, pero una vez más fue sorprendida, se movían lentamente en la pista siendo mirados por todos.
Sus amigas suspiraban por ver a esa pareja tan bonita girando en la pista, entonces Alana llena de curiosidad.
—¿Usted le prohibió hablar a sus soldados?
—Para nada… No suelo prohibirle a nadie que se divierta.
—Pero él no dijo nada.
—O será que usted no lo dejó hablar.
Ella lo miró molesta, claro que la máscara no dejaba ver sus facciones serias, más sus ojos reflejaban su enojo y le preguntó al arrogante joven.
—¿Insinúa que soy una cotorra?
Gregory sonrió y la hizo girar, entonces al darle la vuelta le dijo al oído.
—Jamás sería tan grosero con la virtuosa Reina de la Cosecha —entonces comentó—, si el soldado no le da ninguna explicación, yo mismo se las pediré.
El baile terminó y todos aplaudieron a la pareja y se inició el baile oficial en donde todos salieron a la pista con sus atuendos hermosos y danzaron al ritmo de la música que era más movida.
Gregory le hizo una reverencia.
—Fue todo un placer. Su amiga, Cora, debe estarla extrañando mucho.
Alana lo miró desconcertada y le preguntó.
—¿Usted cómo sabe eso?
—¿No se lo imagina?
La joven sintió tal rabia de saber que el joven había sido capaz de usar una treta tan molesta como hacerse pasar por otro para recibir sus confidencias y le dijo altiva.
—Lo único que puede demostrarme es que es un príncipe cretino —pasó empujándolo.
—Es usted muy ofensiva en su forma de dirigirse a mí —dijo siguiéndola
Alana se detuvo y le dijo molesta.
—Usted desea ser respetado y no empieza por respetarme, su título no le da derecho a ofenderme o a burlarse de mí.
Gregory se le acercó y dijo entre dientes.
—De alguna forma tenía que saber la verdad sobre usted —entonces dijo desconcertado—. Yo no sé quién es usted, Alana Lorenzo, ni de donde rayos viene… Debo valerme de cualquier cosa para saberlo.
—Claro, justifíquese.
Iba a los balcones a refrescarse y él detrás, entonces se volteó y se quitó la máscara.
Sus ojos cafés centelleaban de rabia, en realidad estaba hermosa y no supo por qué ese enojo lejos de restarle belleza se la otorgaba, en cambio, los ojos de Gregory, que eran verdes, parecían más oscuros que nunca.
—¿Disfruto su bromita?
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Editado: 25.10.2025