Nación Young

Capítulo 13 Lluvia de peces

Era momento de anunciar los cambios del torneo para ese año. Si bien antes Esther nunca tuvo ayuda, ahora la tendría, tenía grandes esperanzas al respecto.

En cambio, Gregory no imaginaba lo que una mujer como Esther pudiera decirle, a no ser que fuese que estaba tomando clases de cocina, porque la princesa cocinaba muy mal y su sazón no satisfacía a nadie.

Él daba por sentado que sería el virtual ganador de ese año y con eso establecería todo un récord. Claro que el adversario no tenía méritos mayores, pero un triunfo siempre era un triunfo, por lo pronto estaba listo para escucharla.

—Debo de anunciarle algo importante sobre la competencia.

—La escucho, señora.

—Este año será diferente, señor.

—Ignoraba que la señora hubiera tomado clases de cocina —dijo arrogante.

La verdad es que Gregory podía ser muy pesado algunas veces, pero es que para él todo le resultaba siempre bien, además aplastar a sus altivos amigos reales era un deleite.

La joven le dijo paciente.

—No, señor, este año estaré muy bien acompañada por una persona muy capacitada —hizo una pausa para anunciarle con toda pompa—. Alana Lorenzo.

Ante este anuncio para Gregory las cosas no variaban. La verdad es que la altanera estaba metida en todo, pero viéndolo bien, hasta eso tenía su lado bueno —pensó Gregory—. Se imaginó a la virtuosa Reina de la Cosecha sirviendo su pescado esa noche y hasta sintió cierto placer en esa idea.

**

La mañana del segundo domingo de primavera era la elegida, pues los peces abundaban río arriba, peces luchando contra la corriente.

Alana pensó que la pesca sería buena para todos. La joven estaba lista para la labor, tenía una cestita y una caña, sus ropas eran Sport.

Esther se le unió, usaba un sombrero muy chistoso y estaba verdaderamente entusiasmada. Casio, en cambio, era más relajado, sabía que siempre pescaba algo, aunque fuese una pequeñez.

Solo asistía a ese evento por simple diversión, pero no veía nada de provecho en ese asunto.

En cambio, Gregory y su amigo Notre veían en ese evento una forma de humillar a sus compañeros y de divertirse a su costa.

Ellos estaban esperando en el lecho del río, no usaban cañas sino lanzas puntiagudas.

Rutia estaba presente como una juez para contar los pescados que iban a extraer.

Cuando llegaron las dos damas, el evento dio inicio, Gregory se quitó la camisa, pues, hacía mucho sol y Notre igual, ambos cuerpos eran musculosos y firmes, no había ni un gramo de masa fuera de su lugar.

Gregory le hizo una mueca a Alana y procedió a internarse en el agua que estaba tibia.

Los peces corrían veloces por entre sus piernas y eran de gran tamaño, entonces les dijo.

—Bien, señoras, ¿listas para hacer mi cena de esta noche? —les preguntó Gregory.

—Esta vez será diferente —le dijo Esther.

Casio les dijo entonces.

—Amigos que gane el mejor.

—Eso dalo por hecho —dijo soberbio Gregory.

Esther echó una mirada de súplica en Alana que le dio fuerzas con la suya. Lo primero que hizo la joven fue acomodar la carnada.

Recordaba que su padre siempre decía que una buena carnada hacía la diferencia, en cambio, Casio se tomaba su tiempo contemplando la caña, midiendo el hilo y revisando la dirección del viento.

Para ese momento los Arcanos miraban con atención el agua, apenas veían moverse un pez en ella, asestaban el golpe y sacaban de dos en dos, celebraban ruidosamente sus triunfos.

—¡Felicidades, querido amigo! —decía Notre.

—No fue nada, amigo mío —secundaba Gregory.

Esther veía como la joven arcana colocaba en una canasta los cuatro peces y dijo temerosa.

—Alana nos están ganando.

—Calma, Esther voy a pescar uno bien grande —entonces les gritó—, ¿podrían callarse los señores?

Gregory con su usual arrogancia, le dijo.

—Uno no se calla cuando se está divirtiendo, su alteza.

Tiró el hilo y esperó, pero dado el alboroto que hacían sus competidores, les sería imposible pescar algo, porque la pesca requería de silencio para que los peces se acercaran a la carnada, eso supuso lo ignoraban los dos bulliciosos jóvenes que celebraban sus triunfos ruidosamente.

Gregory le preguntó a Alana.

—¿Cuál es su especialidad con el pescado Alana?

—No lo sé, príncipe, espero conocer la suya.

Ellos se miraron y se echaron a reír y continuaron sacando pescados atravesados por sus lanzas.

Alana estaba comenzando a desesperar porque pasaban los minutos y no pescaba nada, de pronto su caña tiró tan fuerte que no podía controlarla.

Esther se dio cuenta y se acercó a ayudarla y entre las dos luchaban intentando dominar la situación, pero la fuerza del animal tiró ambas al río.




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