Nación Young

Capítulo 16 La advertencia del Oráculo

Esther había decidido tomar ciertas providencias con Gregory, trataría de ser cordial con el joven, por eso mandó una carta invitándolo a tomar el té en los jardines de palacio. Dispuesto todo un delicioso menú para impresionar al joven.

Esa tarde vestía de suaves tonos verdes, se había perfumado y peinado prolijamente.

Lena acomodaba los detalles del banquete cuando Gregory apareció, estaba bastante intrigado con esa invitación, nunca recibió una gentileza de sus amigos, siempre fue mal visto por ellos, todo por ser descendiente de Bárbaros, veían sus orígenes como algo sucio e indignos, siempre veía la mirada de los habitantes de Young, era de miedo, como si pensaran: “En algún momento a este se le saldrá lo Bárbaro y nos atacará y devorará”.

Por eso recibir una invitación para tomar ¿el té? O lo que sea era bastante raro de parte de sus amigos de sangre azul.

Cuando llegó, encontró a Lena esperándolo.

—La princesa esta retrasada.

Ahora solo era cuestión de esperar, no le gustaba esperar a nadie y menos a alguien que no le interesara esperar, porque ellos eran Bárbaros disciplinados y puntuales, ni más faltaba.

Minutos después una radiante Esther entraba en el jardín del palacio, su aspecto era limpio y su perfume abundante:

—Gregory, espero no haberle hecho esperar.

—No se inquiete princesa —intentó contener el estornudo—, las hembras tienen ese privilegio.

Esther suspiró y le dijo muy condescendiente:

—Siéntese, por favor —lo vio hacerlo y le sirvió una taza de chocolate caliente—. ¿Le gusta el chocolate?

—Sí.

Vio el contenido oscuro en la taza, solo esperaba que no lo hubiese hecho ella, porque en la cocina esa princesa se comía las ollas.

La joven entonces dijo condescendiente.

—Debo confesarle que desde que usted llegó a Young me siento amparada.

—Ese fue el fin de todo esto princesa —seguía mirando la taza—, proteger Young.

Lena le sirvió canelones y empanaditas de res. La comida era abúndate en la mesa, así que había de donde escoger.

—Es verdad que nuestros caminos convergieron aquí, el mío para hacer de este lugar un sitio próspero y el suyo para darnos la seguridad ansiada. Parecemos destinados.

Gregory se estremeció con sus palabras, no las entendía y tampoco quiso que ella le develase su contenido. La princesa dijo entonces.

—¿Sabe? Me gusta pasear por los jardines de palacio en esta época, porque el céfiro de la mañana hace resaltar mi belleza, ¿lo ha notado Gregory?

El mordía una empanadita con deleite y la miró desconcertado.

—¿Notar qué?

—Lo bien que le hace a mi piel el aire de la mañana.

Podríamos decir que Gregory no era muy dado a observar a las mujeres que lo rodeaban, principalmente a las que no le interesaban, por eso solo pudo decirle.

—Eso no es nada princesa. Lo mejor es aprovechar el suave rocío de la mañana, pero desde arriba —señaló el cielo—, cuando monto a Eljiah rayando el amanecer, es realmente una experiencia para la piel.

La joven princesa no esperó esa revelación y le preguntó.

—¿Le gusta el banquete? Lo mandé a preparar especialmente para usted.

—Gracias por la gentileza.

—Esto no es una simple gentileza. Es lo que merece. Hay tarta de manjar ¿Le gusta la tarta de manjar?

Esa pregunta lo hizo recordar a Alana, entonces comentó.

—Curiosa pregunta —y con su daga pinchaba una empanadita de carne—. El otro día Alana Lorenzo se deshizo en preguntas de ese tipo.

—No lo sabía…

Gregory mordía la empanadita con deleite y le decía a la joven princesa:

—Me invitó a almorzar.

Ese detalle sorprendió a Esther que comentó escandalizada:

—¿Se atrevió a tanto?

—En su tierra tienen esa costumbre —tomaba un suspiro de chocolate y lo contemplaba con suma atención, mientras decía—, no me incomodó.

Tanto Lena como Esther intercambiaron una mirada de incertidumbre.

La doncella alentó a desaprobar a la joven.

—Creo que Alana está mostrando una actitud muy lanzada con usted.

Ante ese comentario Gregory alzó la mirada y dijo muy serio.

—Como le dije, no me incomodó, más bien me halagó.

Esther lo miró sorprendida y tal era la expresión de su cara que el joven tuvo que explicarse.

—Es halagador cuando alguien quiere verdaderamente conocerte, sin ambages. Simplemente porque te siente interesante.

—Sin embargo, príncipe hay normas y eso nos dice que Alana es una descarada.

Gregory se llevó una copa de vino a la boca, cuyo sabor era más bien casi simple, y después de beber un trago del néctar comentó.

—No lo veo así princesa. Es la primera vez que charlo con una hembra agradable y agraciada.




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